Facebook   Twitter   Instagram   Youtube   Flicker

Dignidad y Derechos Humanos para todos

«Hoy en día, persisten todavía muchas formas de injusticia en el mundo, alimentadas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en el beneficio, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre… cada uno está llamado a contribuir con coraje y determinación, a respetar los derechos fundamentales de cada persona, especialmente de las ‘invisibles’: de los muchos que tienen hambre y sed, que están desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos. (Cf Mt25.35-36), que viven en los márgenes de la sociedad o son descartados». (Papa Francisco)

Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. (Art. 2 de la Declaración de los Derechos Humanos)

Ante esta declaración el Papa Francisco reacciona y dice «Observando con atención nuestras sociedades contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, es reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias…» (Hermanos todos/Fratelli tutti).

La siguiente anécdota viene oportuna: en el pretil del templo, un hombre joven, lleva un cartel al cuello que dice «Necesito trabajo, mis hijos no tienen que comer, mi mujer ayuda como puede, pero nos falta lo indispensable. Valgo menos que una gallina porque si fuera gallina, alguien podría comprarme, o por último, podrían comerme… pero solamente soy un pobre humano».

Es la realidad de millones de personas que, por su pobreza, sienten que en el mercado social prácticamente no valen nada. En la vida diaria, con demasiada frecuencia, los derechos humanos son violados y la dignidad humana es ignorada y pisoteada pese a que la Declaración de los Derechos Humanos, en su artículo 1 dice: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros».

Del respeto y valoración a los seres humanos somos responsables todos y en consecuencia debemos constituirnos en garantes, defensores y promotores de estos derechos y en vigilantes de que no se violen. El Estado, en primer lugar, está obligado a actuar en nombre de sus habitantes para que se respete la dignidad humana y los derechos que se derivan de ella, ya que los derechos humanos deben ser asumidos y practicados por la sociedad con conciencia de su vigencia. La comunidad debe articular un sistema jurídico que regule todas las conductas y a través de mecanismos legales y educativos que promuevan su respeto irrestricto y, si hay violaciones, sancionarlas con todo el rigor de la ley.

Los derechos humanos promueven el crecimiento y desarrollo de todos sus habitantes y no solo el crecimiento y bienestar individual o de grupo, ya que el bien de todos se convierte en el eje de la vida de toda la sociedad. Mientras haya injusticia, descarte, pobreza, desempleo, guerras, trata de blancas, abusos de poder, corrupción, impunidad, demagogia, racismo, xenofobia, machismo, desprecio… se violentan los derechos y se soslaya la dignidad inherente a toda la humanidad.

Para hacer realidad los derechos humanos, la naturaleza y el medioambiente también deben ser respetados, ya que si no hay cuidado y preservación, su deterioro acarreará trágicamente la destrucción de la humanidad. De ahí que cuando valoramos los derechos humanos también debemos afirmar el valor de la «casa común».

…..

Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe.  Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz