«La búsqueda de los pueblos indígenas amazónicos de la vida en abundancia…. Se trata de vivir en armonía consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo, ya que hay una intercomunicación entre todo el cosmos, donde no hay excluyentes ni excluidos, y donde podamos forjar un proyecto de vida plena para todos» (Documento Sínodo Amazónico, 9).
El 23 de agosto de 2022 se realizó en Brasilia la audiencia pública ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos – CIDH, en el caso “los Pueblos Indígenas Tagaeri – Taromenane contra el Ecuador”, a pesar de su importancia, pasó totalmente desapercibido por los grandes medios de comunicación, sólo las redes sociales y algunos grupos de la sociedad civil dieron cuenta de la relevancia del hecho.
Desde 2006, la CIDH impuso al Ecuador un plan de medidas cautelares para la protección de estos pueblos; debido a las matanzas y hechos violentos contra estos pueblos en 2003, 2006 y 2013. Como las acciones de remediación y prevención del Estado se consideraron insuficientes, el caso pasó a la CIDH que ahora juzga al Ecuador por negligencia y omisión.
Al juicio comparecieron el Estado Ecuatoriano, los dos grupos demandantes y la propia CIDH. El Estado reconoció que se habían cometido algunos errores. Los demandantes solicitaban que el Estado reconozca un territorio absolutamente intangible para ellos, criterio compartido por la CIDH. El momento más impactante fue cuando Conta, una de las dos niñas que perdió a su familia en 2013, expresó con un grito, a la vez de angustia y esperanza: “Dejen vivir”. Penti Baihua, líder de la comunidad que actualmente la acoge y que siempre ha vivido en paz con los aislados, se hizo eco de esas palabras y manifestó que ellos quieren vivir en paz, en armonía con la selva y de acuerdo a su cultura.
¿Quiénes son los pueblos en aislamiento voluntario (PIAV)? Los Tagaeri, Taromenane y Dugakairi, aunque ignoramos cómo se llaman a sí mismos. Los tres comparten lengua, cultura y costumbres con los Waorani y pertenecen al mismo tronco cultural. Además, hay otros pueblos minoritarios y en peligro, como los Cofán, Siona, Secoya, Sápara, Achuar, Siwiar y Waorani. Ellos cuidan la selva, la fauna y flora desde su cosmovisión y cultura, pero están amenazados por el extractivismo economicista, que destruye la Amazonía -el pulmón más grande del planeta- que se refleja en el cambio climático cuyos efectos todos sufrimos.
Hay que saber que están protegidos por la Constitución: “Los territorios de los pueblos en aislamiento voluntario son de posesión ancestral irreductible e intangible, y en ellos estará vedada todo tipo de actividad extractiva. El Estado adoptará medidas para garantizar sus vidas, hacer respetar su autodeterminación y voluntad de permanecer en aislamiento, y precautelar la observancia de sus derechos. La violación de estos derechos constituirá delito de etnocidio”. (Art. 57, 2).
En julio de 1987, Mons. Alejandro Labaka y la Hna. Inés Arango, entregaron su vida por la defensa de estos pueblos. Su sacrificio hizo que muchas personas tomaran conciencia sobre la necesidad de protegerlos. Los vicariatos de la región Amazónica, junto a algunos aliados de la sociedad civil, luchan permanentemente por su defensa y promoción integral. Esos pueblos enriquecen a todo el Ecuador y son signos de esperanza para una vida más plena y justa.
El Sínodo Amazónico, celebrado en Roma en octubre de 2019, puso de relieve la importancia de la Iglesia en la defensa de los derechos de estos pueblos, y en encontrar nuevos caminos para una convivencia en paz y para una ecología integral.
Al margen del resultado final que tenga este juicio ante la CIDH, Ecuador debe tomar conciencia y luchar por el cumplimiento de los derechos y por la vida de los PIAV y de los otros pueblos indígenas, asumiendo como nuestro, el grito de la niña Conta: “Dejen vivir”.
Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe.
Carta No. 148– 4 de septiembre 2022