Frei Betto*.- La universidad debe dirigir su objetivo pedagógico a impedir que se convierta en una torre de marfil y sea capaz de crear vínculos efectivos entre los alumnos, los profesores y los variados sectores de la nación que reflejan las demandas más urgentes de la gente. Buscar respuestas a estas preguntas: ¿cómo se relaciona la universidad con los sindicatos, con las cooperativas, con los movimientos sociales, con los nuevos emprendedores? ¿cómo se prepara para las reformas económicas y sociales?
Tanto en el mundo capitalista como en el socialista las universidades pasaron del humanismo regado con agua bendita al racionalismo cientificista abrazado al mito positivista de la neutralidad científica. Ahora bien, la brújula de la ciencia es la ética, como ya demostró Aristóteles. Y la ética es el abanico de valores que incorporamos para hacer más digno y feliz nuestro breve período de vida a bordo de esta nave llamada Planeta Tierra.
He aquí la cuestión central de un proyecto estratégico pedagógico verdaderamente revolucionario, capaz de detener las graves contradicciones de la razón instrumental que, en nombre de acelerados avances científicos y tecnológicos, sigue provocando devastación ambiental, hasta el punto de que la naturaleza en nuestro planeta perdió su capacidad de autorregeneración, a no ser que se dé una intervención humana.
En tiempos de una posmodernidad amenazada de tener como paradigma, no la religión del período medieval, ni la razón de la era moderna, sino el mercado, la mercantilización de todos los aspectos de la vida humana y de la naturaleza, tan bien denunciada por el papa Francisco en su encíclica socioambiental Loado si. Sobre el cuidado de la casa común, la universidad es interpelada por una cuestión ontológica: ¿cómo lidiar con la experiencia subjetiva del mundo de sus profesores y alumnos?
La experiencia subjetiva del mundo de cada ser humano es una cuestión que nunca la ciencia podrá plantear. Ni siquiera el lenguaje es capaz de traducirla, a pesar de que haya formas de expresión que intentan aprender el alfabeto de los ángeles, como la filosofía, la religión y el arte. En una fase de transición civilizatoria, como la actual, necesitamos una nueva ontología ecosocialista.
Aquí se inserta el desafío ideológico en el proyecto estratégico pedagógico de la universidad. Los profesionales que ella forma ¿tienen una experiencia subjetiva del mundo centrada en valores ajenos a la universidad? ¿esos valores están basados en la solidaridad, en el altruismo, en la cooperación, o en la ambición egocéntrica, en el individualismo, en la competitividad?
Ese humanismo debería ser la estrella-guía de nuestras universidades, capaz de orientar todas nuestras investigaciones científicas, los inventos tecnológicos, la formación de profesionales y de hombres y mujeres involucrados en la política y en la administración pública.
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* Frei Betto es escritor, autor de «La obra del artista. Una visión holística del Universo», entre otros libros.
Traducción de J.L.Burguet
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