Milán González (*).- En octubre del 2018 se realizará un nuevo Sínodo de los Obispos en Roma cuyo tema será «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional». En el documento preparatorio del mismo, una pregunta es clave y aparece desde el inicio: «cómo acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y también pedir a los mismos jóvenes que ayuden a identificar las modalidades más eficaces de hoy para anunciar la Buena Noticia».
Este nuevo Sínodo va en sintonía con el Sínodo anterior sobre la familia (Amoris Laetitia, 2016) y también enlaza los deseos y propuestas de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del año 2013. En este último documento ya se señala que «Los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas» (n° 105), pero sí son «jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado» (n° 106).
En este contexto y teniendo en cuenta las características particulares y las necesidades puntuales de las juventudes en nuestro país; se debe desarrollar un proceso de consulta y profundización donde la voz de cada joven debe ser recogida y reconocida. Porque desde la fe, se puede dar nuevas luces, desplegar propuestas integradoras y promover dinámicas y compromisos con la sociedad, los más necesitados y con la misma Iglesia. Estos son ingredientes de una Iglesia en salida. Recientemente el papa Francisco dijo en una de sus homilías matutinas en la Capilla de Santa Marta: «Que el Señor nos de la gracia a todos nosotros de vivir una Iglesia así: de pie y en salida, a la escucha de las inquietudes de la gente y siempre con alegría.»
Entonces, centrándonos en los jóvenes y las jóvenes, la escucha de sus inquietudes, sus sueños y sus necesidades son cuestiones vitales. El acompañamiento es aquel espacio de escucha que puede ayudar a crecer (madurar) y ser auténticos (ser libres). Dentro de este espacio, el proceso del discernimiento es muy importante porque a la luz de la fe, cada joven podrá transformar su vida y tomar mejores decisiones. En la misma homilía del papa Francisco, nos invita y nos dice «Ve y escucha»; dos palabras sencillas pero de una gran dinámica espiritual y humana.
Para los adultos y los no tan jóvenes ¿Cómo nos acercamos a los jóvenes? ¿Realmente los escuchamos o solamente hemos aprendido a dar consejos y buenas ideas? Las respuestas van a cambiar de tiempo en tiempo, pero debemos mantener un mismo espíritu de escucha, disponibilidad y acogida.
Desde la perspectiva de un o una joven, una de las preguntas más importantes en este proceso es la siguiente: ¿cómo puedo saber lo que Dios quiere de mí? Cuando esta pregunta se va desarrollando y se va respondiendo, aparecen otras preguntas claves en el proceso de maduración personal y de fe. Preguntas que llevan a la disponibilidad y al servicio: ¿cómo, dónde, cuándo, por qué, para qué…?
Aquí podemos señalar tres recomendaciones para los jóvenes que les ayudará en este proceso y camino. Primero, ir paso a paso y sin precipitaciones. Segundo, conversar (dejarse acompañar) por alguien que pueda realmente ayudar. Tercero, asumir un estilo o modo de oración que lleve al discernimiento (desde los cotidiano para comenzar).
Sobre el discernimiento, cada joven puede plantearse las siguientes preguntas: ¿cómo percibir y seguir los llamados de Dios que actúa en medio de nosotros? ¿cómo salir al encuentro de los más necesitados, que son rostros de Dios próximo y sufriente? Las respuestas concretas que cada joven dará nacerán desde sus deseos más auténticos, desde su propia persona donde Dios habita. Dios no fuerza la naturaleza humana y no hace lo que ésta no logra realizar. Por eso, es necesario integrar palabra y vida, libertad y vivencia de valores humanos y cristianos.
Este proceso de discernimiento se realiza en varias dimensiones: en la vida intelectual, afectiva, familiar, social, moral y espiritual de las personas. Las elecciones que cada joven hace en el presente condicionan ciertamente las elecciones futuras. Por ello, el discernimiento vocacional necesita de los valores de cada persona.
Pero, siempre van a existir dificultades y problemas, ya que, por más valores que existan, éstos van a estar siempre en tensión. El mismo documentos preparatorio del Sínodo del 2018 dice que «La capacidad de elegir de los jóvenes se ve obstaculizada por las dificultades relacionadas con la condición de precariedad: la dificultad para encontrar trabajo o su dramática falta; los obstáculos en la construcción de una autonomía económica; la imposibilidad de estabilizar la propia trayectoria profesional. Para las mujeres jóvenes estos obstáculos son normalmente aún más difíciles de superar».
Frente a este panorama, la tarea del acompañamiento es clave. Sea desde una pastoral, desde una institución educativa o desde la misma familia; el llamado es aprender a escuchar, crecer en confianza y disponernos a salir al encuentro de los demás. Dar estos pasos es el inicio de una gran aventura que siga los pasos de Jesús.
Finalmente, dos preguntas: ¿estamos realmente preparados para acompañar? ¿nos dejamos acompañar?
(*) Profesor y agente pastoral
Iniciativa Eclesial 50° VAT II
Compartido por Diario La República, Perú