Ciudad del Vaticano.- En el tradicional encuentro con la Curia romana, con ocasión de las festividades navideñas, el papa Francisco destacó las transformaciones que tienen lugar en las instituciones del Vaticano, al tiempo de reiterar la necesidad y los objetivos de los nuevos dicasterios. Cambiamos, dice el Papa, para vencer la rigidez y el miedo y para proclamar mejor el Evangelio a un mundo descristianizado.
En el mundo que cambia, la Curia romana no cambia solo por cambiar, «para seguir las tendencias». Desarrollo y crecimiento, la Iglesia los vive desde la perspectiva de Dios y, después de todo, la historia de la Biblia es todo «un camino marcado por comienzos y reinicios». Es por eso que incluso uno de los nuevos santos, el cardenal Newman, cuando hablaba de «cambio» en realidad significaba «conversión», señala.
Desafío e inercia
Antes de llegar en su discurso a uno de sus temas preferidos, Francisco prepara a la audiencia desplegada en la Sala Clementina para los saludos navideños – todos sus principales colaboradores de la Curia romana – a sintonizarse sobre una convicción que subyace y acompaña desde el comienzo de su magisterio, es decir, que la época actual «no es simplemente una época de cambios, sino un cambio de época»; agregando que «la actitud sana» es la de «dejarse interrogar por los desafíos del tiempo presente», con discernimiento y coraje, en vez de dejarse seducir por la cómoda inercia del dejar todo como está:
A menudo sucede que se vive el cambio limitándose a ponerse un vestido nuevo, y luego quedarse en realidad como se estaba antes. Recuerdo la expresión enigmática que leemos en una famosa novela italiana: «Si queremos que todo permanezca como está, todo debe cambiar» (en Il Gattopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa).
Entre novedad y memoria
La articulada premisa se refiere al tema de la reforma de la Curia romana que, según el Papa, «nunca tuvo la presunción de hacer como si nada hubiera existido antes», sino que al contrario apunta a «valorar lo que de bueno se hizo en la compleja historia de la Curia».
Es un deber valorizar su historia para construir un futuro que tenga bases sólidas, que tenga raíces y por tanto pueda ser fructífero. Apelar a la memoria no significa anclarse en la auto-conservación, sino recordar la vida y la vitalidad de un camino en continuo desarrollo. La memoria no es estática, es dinámica. Por su naturaleza implica movimiento.
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A este punto, Francisco repasa lo que él define como «algunas novedades de la organización curial, como el nacimiento a fines de 2017 de la Tercera Sección de la Secretaría de Estado (Sección para el Personal diplomático de la Santa Sede), junto con otros cambios realizados, recuerda, en las «relaciones entre la Curia romana y las Iglesias particulares» y en la «estructura de algunos Dicasterios, en particular en el de las Iglesias orientales y otros para el diálogo ecuménico y por el diálogo interreligioso, en particular con el judaísmo». Pero fue sobre todo la constatación, ya evidente en la época de Juan Pablo II como en la de Benedicto XVI – de un mundo no más consciente del Evangelio como en el pasado, que exige -explica Francisco-, una profunda reestructuración de los dicasterios históricos o sugerir el nacimiento de nuevos.
Refiriéndose a la Congregación para la Doctrina de la Fe y a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el Papa observa que cuando «se instituyeron, era una época en la que era más simple distinguir entre dos lados bastante definidos: un mundo cristiano de una parte y un mundo aún por evangelizar, por el otro».
Ahora esta situación ya no existe. Las poblaciones que aún no han recibido la proclamación del Evangelio no viven únicamente en continentes no occidentales, sino que viven en todas partes, especialmente en las enormes concentraciones urbanas que requieren un cuidado pastoral específico. En las grandes ciudades necesitamos otros «mapas», otros paradigmas, que nos ayuden a reposicionar nuestras formas de pensar y nuestras actitudes: ¡ya no estamos en la cristiandad, no más!
Evangelio y cultura digital
Por esta razón, el impulso para una proclamación renovada del Evangelio fue el impulso para la remodelación de las instituciones del Vaticano. Todo -costumbres, estilos, horarios, lenguaje, el Papa lo había aclarado con la Evangelii gaudium- debe ser «un canal adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la auto-conservación». Esta necesidad se satisface con el nacimiento del Dicasterio para la Comunicación, una entidad que une nueve cuerpos de los medios de comunicación del Vaticano, previamente distintos entre sí. No es una mera «agrupación coordinada», especifica, sino una forma de «armonizar» para «producir una mejor oferta de servicios» en una «cultura ampliamente digitalizada».
La nueva cultura, marcada por los factores de convergencia y multimedialidad, necesita una respuesta adecuada de parte de la Sede Apostólica en el área de la comunicación. Hoy, en comparación con los servicios diversificados, prevalece la forma multimedia, y esto también marca la manera de concebirlos, pensarlos e implementarlos. Todo esto implica, junto con el cambio cultural, una conversión institucional y personal para pasar de un trabajo a compartimentos estancos -que en el mejor de los casos tenían cierta coordinación- a un trabajo intrínsecamente conectado, en sinergia.
Fuente: Vatican News