Por Juan Ansión*.- «Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo». Estas palabras pronunciadas en Madre de Dios por el papa Francisco marcan la profundización de una manera de entender el acercamiento ecuménico hacia las culturas y espiritualidades ancestrales de nuestro continente. Dios se revela también en las espiritualidades de los pueblos indígenas. En ellas descubrimos nuevas facetas de su rostro. Esa es la manera de entender la inculturación, no como incrustación en las culturas de discursos acabados, sino como escucha y mirada atentas a antiguas sabidurías de pueblos que comparten con nosotros su experiencia de Dios y de los cuales tenemos mucho que aprender.
Son espiritualidades fundadas en una relación profundamente respetuosa por el bosque, por los ríos, por la tierra, por todos los seres vivos. Espiritualidades que no separan el recogimiento ante lo sagrado de las acciones concretas en la lucha por la protección del ambiente y por el propio desarrollo. La visita del papa al Perú ha sido una visita, en primer lugar, a los pueblos que obran, en su manera de ser, a favor del desarrollo del bosque, hoy más que nunca amenazado. Es una manera concreta de continuar con la proclama de Francisco, en su encíclica Laudato si’, en defensa del ambiente, dando así inicio a los preparativos del sínodo de los obispos sobre la Amazonía.
De ese modo, Francisco nos recuerda algunas tareas pendientes. Una de ellas es la importancia de asumir como país la incorporación plena de la Amazonía en toda su diversidad y complejidad, como espacio social y territorial del que mucho se debe aprender.
Una segunda es la conversión de nuestra diversidad en ventaja, en lugar de mantenerla como fuente de discriminación y fragmentación social. Para ello, hacen falta políticas serias de desarrollo intercultural. Falta mucho en ese campo, aunque existan importantes avances, desde los niveles locales y regionales hasta las políticas del gobierno central. Y en la conciencia ciudadana el tema ha ido ganando terreno, aunque de manea aún insuficiente.
Los espacios regionales también son importantes para seguir avanzando. Un buen ejemplo es el Seminario Regional, llevado a cabo en junio en Chiclayo, sobre «Gestión de la Interculturalidad en Lambayeque: Retos y Desafíos». Fue el producto del trabajo del Comité Impulsor de la Interculturalidad de Lambayeque que agrupa a 34 organizaciones, tanto públicas como de la sociedad civil. Participaron todos los organismos estatales, tanto regionales como nacionales, involucrados en la compleja realidad de generar auténticas políticas interculturales. Igualmente estuvieron presentes organizaciones pertinentes de la sociedad civil. En medio del pesimismo nacional generado por el inicio de la difusión de los audios que demuestran la corrupción en el poder judicial, levantó los ánimos el constatar que es posible unir esfuerzos para construir las condiciones de una convivencia enriquecedora entre peruanos de todos los orígenes. Como muestra, un botón: la presentación en un video de una clase de quechua impartida por una niña a sus compañeras y a su profesora (y sí, en Chiclayo, hay poblaciones quechuahablantes).
En una reunión diferente, la lección de vida nos la dio Yésica Patiachi, profesora Harakmbut de Educación Intercultural Bilingüe, quien fue una de las representantes indígenas que se dirigió al papa Francisco en Madre de Dios. Nos habló del dolor ante la tala de árboles, de una naturaleza que puede vivir sin los humanos mientras nosotros no podemos vivir sin ella. Y nos instó a mirar lo bueno que tienen los pueblos, en medio de otras cosas no tan buenas, y a repensar el desarrollo desde una visión étnica comunitaria menos individual. A la Iglesia le pidió también escuchar y respetar los procesos de los pueblos.
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* Investigador del Instituto de Desarrollo Humano de América Latina – PUCP