Más tarde que temprano, pero la justicia llega, Rutilio Grande s.j. seria elevado a los altares, El Arzobispo de San Salvador, Mons. José Luis Escobar, anunció en la reunión del clero salvadoreño del 4 de Marzo que iba a comenzar la investigación sobre la vida del jesuita mártir, para iniciar su causa de beatificación.
«Hay que abrir un proceso diocesano, ese no está abierto todavía, pero dijo (el Arzobispo) que ya había encargado a un sacerdote para que fuera buscando material y poder abrir el proceso diocesano, para el caso de beatificación de Rutilio Grande como mártir», aseguró el Sacerdote Jesuita, José María Tojeira, director de Pastoral, la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en El Salvador.
El Padre Tojeira agregó «Nosotros tenemos que dar mucha información de él, estaríamos muy dispuestos a brindarla. Sería para nosotros un honor que el Arzobispo haya fijado sus ojos el Rutilio Grande y quiera iniciar el proceso de beatificación. Nosotros estábamos convencidos de que era un mártir, y estábamos esperando beatificar a Monseñor Romero para introducir la causa de beatificación de Rutilio, pero el Arzobispo se ha adelantado»
El Padre Tilo y su obra…
Corría el año 1978, estando en la casa de mi abuela, ella limpiaba su viejo cofre de madera donde guardaba sus pertenecías más amadas, en eso se le cayó un paquetico envuelto en una tela blanca donde mantenía guardado el viejo velo negro, con el cual antes las mujeres asistían a misa, su rosario de toda la vida y una estampa de Jesucristo bañado en sangre recién bajado de la cruz, me acuerdo que atrás de la estampa alcance a leer: «…en memoria del Padre Tilo»
Mi abuela la recogía y sus negros ojos, como la noche, se llenaron de lágrimas, y recuerdo que le dijo, no recuerdo con quien hablaba; «como un hijo digno de Jesús murió ensangrentado por sus semejantes…».
Rutilio Grande García S.J. Nació en el El Paisnal, en Aguilares departamento de San Salvador, El Salvador, el 5 de julio de 1928 y fue asesinado en el mismo Paisnal, el 12 de marzo de 1977, fue un sacerdote jesuita salvadoreño.
Asesinado en 1977, junto con otros dos salvadoreños, hecho que impulsó a Monseñor Óscar Arnulfo Romero, de quien fue amigo y confesor, a insistir que el gobierno investigara la acción y al no cumplir esa insistencia, a cambiar su posición sobre el papel de la iglesia y del individuo en la política.
El Padre Grande nació en El Paisnal, El Salvador, y fue el hijo último de Salvador Grande y de Cristina García, quien murió cuando el Padre Tilo tenía cuatro años; lo cual hizo que pasara al cuidado de su abuela, quien, en palabras de Rutilio, fue una mujer religiosa y a quien el mismo atribuyó la responsabilidad de su espíritu y vocación.
En su juventud fue reclutado al sacerdocio por el Arzobispo Luis Chávez y González, ingresando al seminario a mediados de enero de 1941. Fue formador en el seminario de San José de la Montaña de San Salvador. En 1967 comenzó su amistad con Mons. Oscar Romero, sacerdote diocesano. Mantuvieron esta amistad a través de los años, y en junio de 1970 Grande sirvió como maestro de ceremonias en la ordenación de Romero como obispo auxiliar de San Salvador.
El 24 de septiembre de 1972, el padre Grande se convirtió en párroco de Aguilares, el mismo lugar donde había pasado su niñez y juventud. Allí fue uno de los jesuitas responsables de establecer las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) y de formar a los líderes, llamados «Delegados de la Palabra».
La valentía del pastor…
Este movimiento «Delegados de la Palabra» de organización campesina encontró oposición entre los terratenientes, que lo veían como una amenaza a su poder, y también entre sacerdotes conservadores quienes temían que la iglesia católica llegara a ser controlada por «fuerzas políticas izquierdistas.»
El Padre Grande también desafió valientemente al gobierno dictador, por su respuesta a acciones que le parecieron destinadas para perseguir a los sacerdotes salvadoreños hasta silenciarlos. El sacerdote colombiano Mario Bernal Londoño, que servía en El Salvador, había sido secuestrado el 28 de enero de 1977 frente al templo de Apopa cerca de San Salvador «supuestamente por elementos guerrilleros» junto con un miembro de la parroquia, que pudo salir con vida.
Posteriormente el padre Bernal fue expulsado del país por el gobierno. El 13 de febrero de 1977, Grande predicó un sermón que llegó a ser llamado: «El sermón de Apopa», denunciando la expulsión del padre Bernal por el gobierno (denuncia que la misma OEA indicó que pudiera haber provocado su asesinato):
Fragmento de ese discurso:
«Queridos hermanos y amigos, me doy perfecta cuenta que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán cruzar las fronteras. Sólo nos llegarán las cubiertas, ya que todas las páginas son subversivas, contra el pecado, se entiende. De manera que si Jesús cruza la frontera cerca de Chalatenango, no lo dejarán entrar. Le acusarían al Hombre-Dios… de agitador, de forastero judío, que confunde al pueblo con ideas exóticas y foráneas, ideas contra la democracia, esto es, contra las minorías. Ideas contra Dios, porque es un clan de Caínes. Hermanos, no hay duda que lo volverían a crucificar. Y lo han proclamado.»
El cobarde asesinato del Padre Tilo
El 12 de marzo de 1977, el padre Grande, acompañado por Manuel Solórzano, de 72 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 16, manejaba un Volkswagen Safari blanco, otorgado por el arzobispado sobre la carretera que comunica el Municipio de Aguilares con el Municipio de El Paisnal, ya que partía de aquella parroquia para celebrar la misa vespertina de la novena de San José, cuando los tres quedaron emboscados y murieron ametrallados por Escuadrones de la Muerte de la extinta Guardia Nacional, el cuerpo del padre Grande presente 18 orificios de bala.
A juzgar por el examen practicado sobre su cadáver por un médico con larga experiencia forense, los disparos se hicieron desde el frente, un lado y desde atrás con un arma marca Mantzer, usada exclusivamente por la policía.
Las balas blindadas de 9 mm. atravesaron por la derecha el maxilar y el cuello del Padre Rutilio, rompiéndole la caja encefálica y atravesándole la cabeza. Varios disparos le cosieron la región lumbar. Otros se introdujeron en los glúteos izquierdo y derecho, rompiéndole la pelvis y el ilíaco.
Por fin, una última bala le atravesó el pie izquierdo. A juicio del médico fueron muchos disparos, todos ellos mortales, excepto el del pie, hechos por tiradores expertos desde una distancia de 15 ó 18 metros.
Al recibir los impactos se ve que el Padre Rutilio perdió el dominio del vehículo, pues éste se encontró con los cadáveres sangrantes volcado sobre el lado derecho con el motor todavía encendido y las ruedas dando vueltas. Los niños lograron escapar.
La Reacción heroica de Mons. Romero
Al saber de los asesinatos, Monseñor Óscar Romero fue al templo donde reposaban los tres cuerpos y celebró la misa. En la mañana del día siguiente, después de reunirse con los sacerdotes y consejeros, Romero anunció que no asistiría a ninguna ocasión gubernamental ni a ninguna junta con el presidente, siendo ambas actividades tradicionales del puesto, hasta que la muerte se investigara.
Ya que nunca se condujo ninguna investigación nacional, resultó que Mons. Romero no asistió a ninguna ceremonia de estado, en absoluto, durante sus tres años como arzobispo.
El domingo siguiente, para protestar por los asesinatos de Grande y sus compañeros, el recién instalado Monseñor Romero canceló las misas en toda la arquidiócesis, para sustituirlas por una sola misa en la catedral de San Salvador. Oficiales de la iglesia criticaron la decisión, pero más de 150 sacerdotes concelebraron la misa y más de 100.000 personas acudieron a la catedral para escuchar el discurso de Romero, quien pidió el fin de la violencia.
«Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos…» Alí Primera.
Por Carlos Figueroa