Enrique Vega Dávila*.- En más de una ocasión he tenido discusiones con una serie de amigos mediante Facebook. En medio de estas siempre se mencionaban expresiones como «lobby gay», «proabortistas» o «ideología de género». En esta última suelen resumir las anteriores.
Lo primero que debo afirmar es que esta «ideología» no se trata de una confesión en particular. Es una suerte de espacio ecuménico –lo que en otro lugar he llamado «ecumenismo de Herodes y Pilatos» que se hacen amigos luego de condenar a Jesús- e, incluso, interreligioso. Además, debemos considerar el empleo de la categoría «ideología».
Ciertamente, el uso habitual –empleado por los neoconservadores- es descalificativo, expresando una concepción no científica, cerrada e incluso falsa; también existe otra forma de comprenderla, relacionada con un conjunto de ideas sistematizadas que expresan una cosmovisión. Clifford Geertz, en su artículo titulado «La ideología como sistema cultural», criticará una serie de características que retomaré en las siguientes líneas para comprender lo que llamo «ideología pro-vida».
Una nota particular de la ideología es la llamada «selectividad secundaria»; es decir, el interés particular -casi insano- con un tema, dejando de lado otros que son vitales. En otras palabras, esta «ideología pro-vida» es un fariseísmo actual que disfraza en su rectitud una «moral del embudo», donde las políticas sociales relacionadas a corrupción, estirilizaciones forzadas, derrame petrolero, lavado de activos, favorecimiento ilícito a transnacionales, pedofilia y otras situaciones más, pasan por lo ancho de éste; pero todo lo relacionado a la moral sexual es pasado por lo angosto.
Se horrorizan por el matrimonio gay pero se hacen de la vista gorda cuando se vende el país a otras naciones. Se escandalizan por el aborto haciendo marchas pero no hacen lo mismo contra la impune pedofilia. Lo he dicho más de una vez, yo no estoy a favor del aborto, pero no soy yo quien decide.
Otra posición clásica de un sistema ideológico basado en el interés se resume en la frase «quien no está conmigo está contra mí». Quienes han desarrollado esa perspectiva ideológica son capaces de iniciar una «guerra santa» con atribuciones religiosas (incluso sin mencionarlas) contra quienes no representan sus altos ideales, muchos de ellos fruto de prejuicios e intolerancia a los avances científicos, especialmente los que no coinciden con su cosmovisión. De aquí provendrían todos los calificativos empleados como insulto en el debate público.
Es como una suerte de satisfacción moral el hacer ver a los demás como malos, pecadores, inicuos, antimineros, terroristas, etc., etc., etc. Esta expresión de la ideología pro-vida se canaliza en mesianismos narcisistas que, al ir perdiendo espacios públicos, terminan por heroizarse mediante la victimización.
En medio de esa pronta descalificación se encuentra la imposición de una agenda «antiestado laico» que seguiría favoreciendo ciertas formas religiosas con sus respectivas cosmovisión y antropología. Entre ellos y ellas afirman que están de acuerdo con un «estado laico pero no laicista», otro modo de generar temor en algunas personas ya que esa expresión llega a emplearse para alertar contra la posible persecución a creyentes y al impedimento del ejercicio de la libertad religiosa.
Las frases repetitivas como consignas se asocian a esta característica -también a las otras, aunque de modo diferente- para fijar ideas descontextualizadas, tomadas de la Escritura o del Magisterio, ahora difundidas con memes y, por otra parte, discursos basados en giros apocalípticos donde se declara la posible instalación de Sodoma y Gomorra de llegar al poder alguien que piense diferente.
En definitiva, no estamos hablando de meros creyentes sino de verdaderos apocalípticos (Umberto Eco: «Apocalípticos e Integrados») que no pretenden entablar puentes de diálogo, por lo que debemos estar alerta; primero, quienes tenemos algún rol formador, de modo que evidenciemos estos procesos y características; pero es extensivo también a quienes forman parte del pueblo de Dios, quienes deben mantenerse alerta ya que muchos de estos discursos provienen no de atenciones pastorales, sino de miopías políticas. Creer en Jesús y su proyecto del Reino debe seguir recordándonos que el amor gratuito es lo primero y que este se expresa en formación en libertad, en responsabilidad y, por sobre todo, en verdadero respeto a la diversidad.
* Teólogo
Compartido por Diario La República, Perú