Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en el trigésimo domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C, correspondiente al domingo 23 de octubre de 2022. La lectura es tomada del Evangelio según San Lucas 18, 9-14.
“El que se humilla, será ensalzado”
¿Cómo se siente uno siendo perdonado?
Te cuento esta historia de ‘El niño que se sintió perdonado’
<Aquel día Luisito había roto jugando un jarrón en su casa. Su mamá le amenazó:
- “Ya verás cuando venga papá, cómo se va a poner”.
Al llegar su padre, fue a esconderse rápidamente debajo de la cama de sus padres. Su mamá lo había visto, y, cuando entró el papá en casa, lo llevó a su cuarto, y le dijo al niño:
- “Luisito, sal de debajo de la cama, que ya llegó tu papá y vio el jarro roto”.
Este respondió: – “Papá, ¿me va a regañar?” Este respondió:
- “No, te voy a dar un besito”. Entonces el niño salió de prisa de debajo de la cama, y corrió a los brazos de su papá. Se había sentido perdonado, salvado y querido>.
El hijo pródigo también se sintió salvado. Y hoy el publicano.
¿Qué pasó con el publicano?
Jesús nos quiere contar y explicar la parábola del Fariseo y el Publicano.
“Dos hombres subieron al templo a orar: el uno fariseo, el otro publicano” (v. 10b).
¿Quiénes eran los fariseos?
El movimiento fariseo, compuesto por laicos varones, tenía mucha importancia en tiempos de Jesús. Se calcula que contaba con más de 6 mil miembros entre ricos y pobres.
Pero reducían la santidad a cumplir un número exagerado de actos piadosos. Habían establecido en la Ley 613 preceptos. De ellos, 248 mandamientos eran positivos y 365 eran prohibiciones. Sus comunidades eran cerradas, como sectas. Muchos de ellos se consideraban los buenos, los salvados, los predilectos de Dios. Y habían construido una pared para mantener fuera a los pecadores.
Los fariseos se ven a sí mismos como un baluarte en contra de las presiones del paganismo, que amenazan la fe judía. Ellos verdaderamente tratan de guardar la Torá en un mundo donde el poder romano y sus vecinos samaritanos tientan a la gente.
Los fariseos son los que proveen el apoyo económico necesario para mantener las instituciones religiosas. Para entrar a formar parte del grupo de los fariseos se seleccionaba mucho a los candidatos y había un período de formación de uno o dos años.
¿Quién es Dios para los fariseos?
Lo que importa es la idea que uno tiene de Dios. Eso influye en cómo nos miramos a nosotros mismos y a los demás. Y la gente se comporta como el Dios en el que cree.
Los fariseos creían en un Dios discriminatorio, que ama a los buenos y odia a los malos. Así que los fariseos aprendieron rápidamente a amar solamente a los buenos como ellos mismos, y a despreciar a los malos y pecadores, como los recaudadores de impuestos.
Para ellos, Dios es en definitiva un contable excelente: calcula los méritos de cada uno y le paga exactamente según ellos. O como un vendedor de alimentos: pesa en la balanza, y te los da según el dinero que le des.
¿Quiénes eran los publicanos?
Los publicanos, por otro lado, eran los recaudadores de impuestos para los romanos, que habían ocupado Palestina. Pero aprovechaban para robar también lo que podían a los propios judíos. Así que eran considerados como pecadores públicos.
Los fariseos los consideraban además ‘impuros’ por estar manipulando moneda no judía.
¿Quién es Dios para los publicanos? Por lo menos algunos confiaban que serían salvados, no por los méritos propios, sino por la misericordia de Dios. Creían que en Dios lo más importante es su misericordia. Es como el padre del hijo pródigo o como el papá de Luisito.
¿Cómo se diferencian el fariseo y el publicano al orar?
El fariseo se pone de pie solo, distanciándose de los demás. En su oración no pide nada. Su oración es narcisista. Sólo se fija en lo bueno que es él. Sólo habla de sí y ora desde el Yo. Y lo hace de esta forma:
“Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Ayuno dos veces a la semana” (y el judío común sólo estaba obligado a ayunar una vez al año). “Doy diezmos de todo lo que poseo” (hasta de las hortalizas de su huerta. El judío común sólo debía pagar diezmos por los grandes terrenos de ganadería y cultivo (v. 12)). El fariseo cumple con mucho más de lo que exige la Torá.
Por su parte el publicano se cree demasiado malo. Ha traicionado a Dios y ha vendido la vida eterna al demonio a cambio de riquezas terrenales. Y su oración es simple y directa.
Es curioso que el publicano no ofrece devolver dinero mal logrado, como hará Zaqueo (19:8), ni cambiará su forma de ser para hacerse respetable. El publicano no tiene ningún logro personal con el que negociar con Dios. No puede reclamar ninguna virtud ni ningún mérito. Su única virtud es la humildad, que le permite pedir y esperar merced. Esta Parábola nos enseña a orar con humildad. (Meditación de ‘Las Dos Banderas’ de S. Ignacio).
Y estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. (Ver 1ª Lectura).
¿Cuál es el dictamen final de Jesús?
“Les digo que el publicano descendió a su casa justificado, y no el engreído fariseo” (v. 14a). La palabra ‘justificado’ significa más que ser simplemente perdonado; también incluye el poder tener una nueva relación con Dios.
En la palabra ‘justificado’ no se trata de una justicia ganada, sino de un don de Dios. El publicano no merece estar en presencia de Dios, pero Dios le trata como merecedor.
Jesús aquí toma la ofensiva, estrechando la mano de los pecadores para redimirles y traerles al rebaño.
<Un día Federico el Grande, Rey de Prusia, visitó una cárcel, y habló con cada uno de los reclusos. Ellos le contaron historias sin fin de inocencia, de malentendidos y de explotación.
Por fin el rey llegó a la celda de un convicto que permanecía callado.
- “Bien”, dijo el rey. “Supongo que tú eres también una víctima inocente”.
- “No, señor, no lo soy. Soy culpable y merezco esta condena”.
Y el rey, volviéndose al carcelero, le dijo: – “Suelte a este preso. Mándelo fuera, que va a contaminar a toda esa gente tan buena e inocente de la cárcel”.>
********
José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)