“Jesús les dijo: antes bien, sea el hablar de ustedes: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’; porque lo que es más de esto, procede del mal” (Mateo 5, 37).
“La credibilidad nace de la confianza, y la confianza nace del servicio sincero y cotidiano” Papa Francisco, enero 2019
La palabra está viva, crea acción, es comunicación que transmite conocimientos o errores, confianzas o desconfianzas… cobran sentido en la mente para después convertirse en pensamientos y obras, son tan poderosas que a través de ellas podemos construir o destruir. La palabra es presencia, fuerza, movimiento… de ahí la importancia que tiene en la vida personal, familiar, grupal, social, política, económica, cultural, religiosa… es trascendente y vital. Todo pasa por las palabras.
Con frecuencia las declaraciones de las autoridades parecen realizadas sin un mínimo de conocimiento, análisis o reflexión.
Así entendemos las expresiones del Presidente de la República, cuando anuncia la destitución de dos generales de la Policía y el derrocamiento del ‘Castillo de Greyskull’ en la Escuela de Formación de Oficiales. Ninguno se ejecutó ni parece que pueden ser cumplidas. También ha dado muchas declaraciones fallidas, relacionados a varios temas y situaciones, que han minado su credibilidad y han perdido valor y fuerza por su incumplimiento. La duda en la palabra y acción presidencial es notoria.
Lo mismo ocurre con las declaraciones, afirmaciones y acciones de la Asamblea Nacional, el Poder Judicial, la Fiscalía General del Estado, el Consejo de Participación Ciudadana, la Corte Constitucional, la Contraloría General del Estado y el Consejo Nacional Electoral, instituciones que han hecho lo posible e imposible por devaluar la palabra y ganarse la desconfianza ciudadana.
Mientras esto ocurre, los muertos en las cárceles siguen incrementándose, la violencia en las calles y plazas hace que la población se siente desprotegida. No se pueden generalizar estas afirmaciones, pues hay funcionarios y autoridades que cumplen a cabalidad sus tareas, pero la impresión difundida, es que todas las instituciones están desprestigiadas.
Esta situación delicada y compleja supone un hecho gravísimo que mina algunas de las bases sobre las que se deben construir los consensos básicos y fundamentales para el funcionamiento del Estado y de la sociedad en su conjunto. La confianza de la ciudadanía en instituciones y autoridades genera seguridad y esperanza en el futuro, caso contrario, hay el riesgo de que cunda el pánico en la población y sienta que el país se hunde como un barco en una tormenta.
Es necesario que la sociedad recupere la credibilidad y la confianza en sí misma y las instituciones. Los gobernantes deben asumir el valor y la seriedad de la palabra dada.
Se deben cumplir las propuestas y las promesas, para desterrar las palabras de mentiras y engaños, pronunciadas para salir del paso, cuando se produce una crisis y demanda soluciones, esperando que trascurra el tiempo y que aquello que se dijo se pierda en las sombras del olvido.
Las autoridades deben tener la valentía de explicar claramente los motivos y razones del incumplimiento de planes y proyectos, y de otros ofrecimientos, asumiendo su responsabilidad, en vez de guardar un silencio culpable o recurrir a subterfugios como el de echar la culpa a otros.
Recuperar el valor de la palabra, de la confianza y del prestigio de las instituciones también es deber y derecho nuestro, a través de una activa y permanente participación ciudadana, que además de estar en la Constitución, es nuestra obligación ética, entendida como una “tarea de los individuos, los pueblos y las organizaciones, que pretenden con él alcanzar su plenitud o, lo que es idéntico, su felicidad”.
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Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | CON LOS OJOS FIJOS EN ÉL en la realidad y en la fe
Carta No. 153 – 9 octubre 2022