“… vivir el encuentro político como un encuentro fraterno, especialmente con aquellos que están menos de acuerdo con nosotros. La política es también reflexión, es decir, formulación de un proyecto común… la política es acción, y no un mero espacio «de debate e intercambio». Por lo tanto, es necesario que los mismos conduzcan a un “compromiso concreto”. La política es ‘la forma más elevada de caridad’” (Papa Francisco, mayo 2022).
La Democracia pretende que las decisiones políticas se tomen en beneficio de las mayorías que eligen a sus mandatarios. Sin embargo, en Ecuador como también en otros países, gobiernos inclusive elegidos legalmente, concentran el poder en un pequeño grupo social que favorece sus propios intereses, en perjuicio de la mayoría de la población. Y esto se da en gobiernos de derechas como de izquierdas.
Los grandes sectores e intereses sociales deben ser representados por los partidos políticos, que con distintas visiones sobre la realidad aplican las políticas y acciones necesarias para lograr el país propuesto en su plan de gobierno. Partidos que conscientes de las necesidades populares y con soluciones eficaces y factibles para esos problemas, deben proponer candidatos coherentes, sin rabo de paja y con la capacidad necesaria para el cargo.
La Democracia permite que la opinión del pueblo se oiga en los estamentos de poder, razón por la cual se requiere de partidos políticos sólidos, coherentes, transparentes y representativos. Ecuador, como otros países de América Latina, va perdiendo el sentido de la Democracia, expresado, entre otras manifestaciones, en la degradación de sus partidos políticos: la gran mayoría son inestables, dependientes de un caudillo, huérfanos de una militancia activa, sin formulaciones ideológicas claras y consistentes, carentes de representatividad y legitimidad y muy dispersos, que buscan alcanzar alguna dignidad eleccionaria para desde ahí gestionar sus propios intereses y ambiciones.
Las crisis económicas, la exclusión social y la corrupción, generadas y alimentadas por los partidos y movimientos políticos, los han desprestigiado inmensamente. El pueblo ha dejado de creer y confiar en su acción. Hoy son estructuras atomizadas, caudillistas, poco representativas, frecuentemente sumergidas en corrupción, que a menudo arriendan o compran candidaturas en tiempos electorales. La Democracia ha dejado de funcionar y la política ha perdido prestigio y representatividad. La práctica política ha sido desplazada por una enfermiza politiquería.
Para las próximas elecciones seccionales (febrero 2023) se cuentan por cientos, y las candidaturas por miles, con frecuencia poco calificadas y menos reconocidas por su coherencia cívica y de servicio a la sociedad.
Cuando son elegidos, representan fracciones mínimas del electorado, debido a la gran dispersión electoral existente, por lo que tienen una débil legitimidad.
Una de las mayores amenazas a la supervivencia del Estado y de las instituciones públicas es una Democracia vacía de ciudadanía, evidenciada en un sistema decadente y carente de representatividad, que implementa mecanismos clientelares proclives a la corrupción y que frustra las legítimas demandas populares. La inestabilidad política, la inseguridad y el malestar ciudadano son una mera fachada que esconde un vacío social.
La responsabilidad política y el empoderamiento poblacional en la gestión de su destino es condición histórica para la supervivencia institucional y el logro del bien común.
El restablecimiento de un sistema ético sólido y representativo de los partidos es una necesidad histórica e ineludible por lo que, aunque su construcción puede tomar tiempo, deberíamos mancomunadamente y como resultante de un pacto social, reformular la Ley de Partidos Políticos y el Código de la Democracia. Decir basta a una farsa derivada de una malsana politiquería que sacrifica al quehacer político. La auténtica política propende el bien común y dignifica a sus actores, creando las condiciones para el desarrollo integral de los pueblos.
Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe.
carta No. 144– 7 de agosto 2022