“La discusión pública, si verdaderamente da espacio a todos y no manipula ni esconde información, es un permanente estímulo que permite alcanzar más adecuadamente la verdad, o al menos expresarla mejor, impide que los diversos sectores se instalen cómodos y autosuficientes en su modo de ver las cosas y en sus intereses limitados. Pensemos que «las diferencias son creativas, crean tensión y en la resolución de una tensión está el progreso de la humanidad” Papa Francisco (Fratelli Tutti 203).
Vivimos un momento sociopolítico histórico. Después de la firma del “Acta de Paz” entre las Organizaciones Indígenas y el Gobierno Nacional, que devolvió tranquilidad temporal al país, se establecieron mesas temáticas para dialogar y llegar a acuerdos alrededor de los diez temas propuestos por los indígenas para el país y que fueron aceptados por el gobierno del presidente Lasso.
Durante el paro, desde diferentes sectores se demandó con fuerza la necesidad de un diálogo vivo, dinámico, sincero, oportuno, transparente y efectivo, como manifestamos en cartas anteriores (Nos. 139 y 140), con varias recomendaciones para que en las negociaciones se siga una metodología que dé los resultados esperados en los 90 días acordados para resolver los temas planteados.
El proceso para un diálogo auténtico que se aplica desde hace muchos años en los ámbitos comunitarios, organizativos y eclesiales es el: “ver, juzgar y actuar”. Que también podemos entenderlo como: escuchar, entender y decidir.
Una escucha atenta y activa exige voluntad, clara intención, apertura y disposición de las partes para “atender y enterarse”. La verdadera escucha da la oportunidad de conocer las situaciones o problemas reales, los informes o referencias, la interpretación sobre las causas y efectos, los sufrimientos y las preocupaciones de los otros. Escuchar permite conocer nuevas perspectivas, diferentes puntos de vista, ciertas posturas o intereses del distinto, visualizar la disposición de las partes para buscar el bien común. Escuchar alivia y libera de tensiones y de prejuicios, y lleva a una comprensión global y ecuánime.
Después de escuchar hay que entender, a través de fundamentar y discernir sobre lo expuesto por cada parte, argumentado con razones y datos concretos, los pros y los contras de cada situación dialogada, las experiencias exitosas del pasado, el aquí y ahora y las proyecciones para el futuro, que permitirán vislumbrar de manera conjunta objetivos comunes, propuestas viables, soluciones reales, acciones concretas y políticas a ejecutarse. Hay que buscar la verdad, distinguir lo justo de lo injusto, lo esencial de lo secundario, para lo cual se requieren espacios de reflexión serios, de estudios profundos y verificables sobre los planteamientos hechos, para lo que es preciso la participación de asesores entendidos y/o técnicos expertos.
Analizados y consensuados los diferentes aspectos de los asuntos propuestos, llega el tiempo de decidir: este momento debe ser fruto de la participación y corresponsabilidad de quienes buscan y quieren alcanzar los propósitos comunes, metas o acuerdos orientados al mejoramiento de las condiciones de vida de los más pobres y vulnerables, y alcanzar el bien común para todos.
Las decisiones deben tomarse valorando y justipreciando la factibilidad, la oportunidad, el costo social, político, económico y la efectividad de las políticas, resoluciones y acciones que se proponen llevar adelante. Las decisiones están ligadas también a un juicio ético por lo cual se requiere honestidad intelectual, creatividad, valentía, coherencia y hasta audacia.
En esta hora de definiciones para el futuro de la convivencia pacífica, la toma de decisiones en favor de los sectores marginados y olvidados es trascendental por lo que debe estar acompañada, desde todos los sectores, con una mirada de solidaridad, optimismo, esperanza, evitando la crítica destructiva, la confrontación e interferencia gratuita, la difusión de noticias falsas o atentatorias al diálogo. Nos jugamos un momento histórico y trascendente para el futuro del país. Que este diálogo que busca escuchar, entender y decidir, nos permita descubrir y aceptar que todos somos ecuatorianos y que merecemos una vida justa y en paz.
Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe.
carta No. 141– 17 de julio 2022