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08 abril 2022

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Evangelio Dominical: Domingo de Ramos

Evangelio Dominical: Domingo de Ramos

Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en la solemnidad del Domingo de Ramos, ciclo C, correspondiente al domingo 10 de abril de 2022.  La lectura es tomada del Evangelio según San Lucas 22, 7.14-23, 56.

 

“Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu”

 

Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).

 

Hoy es Domingo de Ramos. La Lectura principal de la Misa de hoy cuenta toda la Pasión del Señor, tal como la escribió el evangelista Lucas. Escuchémosla.

 

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 22, 7. 14-23, 56

 

NARRADOR/A Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles, y les dijo:

 

JESÚS «Yo tenía gran deseo de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer. Porque, se lo digo, ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios.»

 

NARRADOR/A Jesús tomó una copa, dio gracias y les dijo:

 

JESÚS «Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del jugo de la uva hasta que llegue el Reino de Dios.»

 

NARRADOR/A Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo:

 

JESÚS «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía.»

 

NARRADOR/A Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo:

 

JESÚS «Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes. Sepan que la mano del que me traiciona está aquí conmigo sobre la mesa. El Hijo del Hombre se va por el camino trazado desde antes. Pero ¡pobre del hombre que lo entrega!»

 

NARRADOR/A Entonces empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos iba a hacer tal cosa. Luego comenzaron a discutir sobre quién de ellos era el más importante. Jesús les dijo:

 

JESÚS «Los reyes de las naciones las gobiernan como dueños, y los mismos que las oprimen se hacen llamar bienhechores. Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el más importante entre ustedes debe portarse como si fuera el último, y el que manda, como si fuera el que sirve. Porque ¿quién es más importante: el que está a la mesa o el que está sirviendo? El que está sentado, por supuesto. Y sin embargo yo estoy entre ustedes como el que sirve. Ustedes son los que han permanecido conmigo, compartiendo mis pruebas. Por eso les doy autoridad como mi Padre me la dio a mí haciéndome rey. Ustedes comerán y beberán a mi mesa en mi Reino, y se sentarán en tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. ¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como trigo que se limpia; pero yo he rogado por ti para que tu fe no se venga abajo. Y tú, cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a tus hermanos.»

 

NARRADOR/A Pedro dijo:

 

LOCUTOR/A «Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la prisión y a la muerte.»

 

NARRADOR/A Pero Jesús le respondió:

 

JESÚS “Yo lo digo, Pedro, que antes de que cante hoy el gallo, habrás negado tres veces que me conoces.»

 

NARRADOR/A Jesús también les dijo:

 

JESÚS «Cuando les envié sin cartera ni equipaje ni calzado, ¿les faltó algo?»

 

NARRADOR/A Ellos contestaron:

 

LOCUTOR/A «Nada.»

 

NARRADOR/A Y Jesús agregó:

 

JESÚS «Pues ahora, el que tenga cartera, que la tome, y lo mismo el equipaje. Y el que no tenga espada, que venda el manto para comprarse una. Pues les aseguro que tiene que cumplirse en mi persona lo que dice la Escritura: Ha sido contado entre los delincuentes. Ahora bien, todo lo que se refiere a mí está llegando a su fin.»

 

NARRADOR/A Ellos le dijeron:

 

LOCUTOR/A «Mira, Señor, aquí hay dos espadas.»

 

NARRADOR/A El les respondió:

 

JESÚS «¡Basta ya!»

 

NARRADOR/A Después Jesús salió y se fue, como era su costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron también sus discípulos. Llegados al lugar, les dijo:

 

JESÚS «Oren para que no caigan en tentación.»

 

NARRADOR/A Después se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y doblando las rodillas oraba con estas palabras:

 

JESÚS «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

 

NARRADOR/A Entonces se le apareció un ángel del cielo para animarlo. Entró en agonía y oraba con mayor insistencia. Su sudor se convirtió en gotas de sangre que caían hasta el suelo.

 

Después de orar, se levantó y fue hacia donde estaban los discípulos. Pero los halló dormidos, abatidos por la tristeza. Les dijo:

 

JESÚS «¿Ustedes duermen? Levántense y oren para que no caigan en tentación.»

 

NARRADOR/A Todavía estaba hablando cuando llegó un grupo encabezado por Judas, uno de los Doce. Como se acercaba a Jesús para darle un beso, Jesús le dijo:

 

JESÚS «Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?»

 

NARRADOR/A Los que estaban con Jesús vieron lo que iba a pasar y le preguntaron:

 

LOCUTOR/A «Maestro, sacamos la espada?»

 

NARRADOR/A Y uno de ellos hirió al servidor del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha. Pero Jesús le dijo:

 

JESÚS «¡Basta ya!»

 

NARRADOR/A Y tocando la oreja del hombre, lo sanó. Jesús se dirigió después a los que habían venido a tomarlo preso, a los jefes de los sacerdotes, de la policía del Templo y de los judíos y les dijo:

 

JESÚS «Tal vez buscan a un ladrón, y por eso han venido a detenerme con espadas y palos. ¿Por qué no me detuvieron cuando día tras día estaba entre ustedes en el Templo? Pero ahora reinan las tinieblas, y es la hora de ustedes.»

 

NARRADOR/A Entonces lo apresaron y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote, donde entraron; Pedro los seguía a distancia. Prendieron un fuego en medio del patio y luego se sentaron alrededor; Pedro también se acercó y se sentó entre ellos. Como estaba ahí sentado en la claridad del fuego, una muchachita de la casa lo vio y, después de mirarlo, dijo:

 

LOCUTOR/A «Este también estaba con él».

 

NARRADOR/A Pero él lo negó diciendo:

 

PEDRO «Mujer, yo no lo conozco.»

 

NARRADOR/A Momentos después otro exclamó al verlo:

 

LOCUTOR/A  «Tú también eres uno de ellos.»

 

NARRADOR/A Pero Pedro respondió:

 

PEDRO «No, hombre, no lo soy.»

 

NARRADOR/A Como una hora más tarde, otro afirmaba:

 

LOCUTOR/A «Seguramente éste estaba con él, pues además es galileo.»

 

NARRADOR/A De nuevo Pedro lo negó diciendo:

 

PEDRO «Amigo, no sé de qué hablas.»

 

NARRADOR/A Todavía estaba hablando cuando un gallo cantó. El Señor se volvió y fijó la mirada en Pedro. Y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho:

 

JESÚS «Antes de que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.»

 

NARRADOR/A Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Los hombres que custodiaban a Jesús empezaron a burlarse de él y a darle golpes. Le cubrieron la cara, y después le preguntaban:

 

SOLDADO¿Adivina quién te pegó?

 

NARRADOR/A Y proferían toda clase de insultos contra él. Cuando amaneció, se reunieron los jefes de los judíos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, y mandaron traer a Jesús ante su Consejo. Le interrogaron:

 

LOCUTOR/A «¿Eres tú el Cristo? Respóndenos».

 

NARRADOR/A Jesús respondió:

 

JESÚS «Si se lo digo, ustedes no me creerán, y si les hago alguna pregunta, ustedes no me contestarán. Desde ahora, sin embargo, el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha del Dios Poderoso.»

 

NARRADOR/A Todos dijeron:

 

LOCUTOR/A «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»

 

NARRADOR/A Jesús contestó:

 

JESÚS «Dicen bien, yo soy.»

 

NARRADOR/A Ellos dijeron:

 

LOCUTOR/A ¿Para qué buscar otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.»

 

NARRADOR/A Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato. Comenzaron a acusarle diciendo:

 

LOCUTOR/A «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey.»

 

NARRADOR/A Pilato le preguntó:

 

LOCUTOR/A «¿Eres tú el Rey de los judíos?»

 

NARRADOR/A El le respondió:

 

JESÚS «Sí, tú lo dices.»

 

NARRADOR/A Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:

 

LOCUTOR/A «Ningún delito encuentro en este hombre.»

 

NARRADOR/A Pero ellos insistían diciendo:

 

LOCUTOR/A «Solivianta al pueblo, enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí.»

NARRADOR/A Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo. Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén. Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar alguna señal que él hiciera. Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia. Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato. Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados. Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo y les dijo:

 

LOCUTOR/A «Ustedes me han traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de ustedes y no he hallado en este hombre falta alguna. Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. Así que le castigaré y le soltaré.»

NARRADOR/A Toda la muchedumbre se puso a gritar a una:

 

LOCUTOR/A «¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!»

NARRADOR/A Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús, pero ellos seguían gritando: LOCUTOR/A «¡Crucifícale, crucifícale!»

 

NARRADOR/A Por tercera vez les dijo:

 

LOCUTOR/A «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré.»

 

NARRADOR/A Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. Pilato sentenció que se cumpliera su demanda. Soltó, pues, al que habían pedido, el que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su voluntad. Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús. Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo:

 

JESÚS «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caigan sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cúbrannos! Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?»

NARRADOR/A Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él. Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:

 

JESÚS «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.»

 

NARRADOR/A Se repartieron sus vestidos, echando a suertes. Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo:

 

LOCUTOR/A «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.»

 

NARRADOR/A También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían:

 

LOCUTOR/A «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»

 

NARRADOR/A Había encima de él una inscripción:

 

LOCUTOR/A «Este es el Rey de los judíos.»

 

NARRADOR/A Uno de los malhechores colgados le insultaba:

 

LOCUTOR/A «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!»

 

NARRADOR/A Pero el otro le respondió diciendo:

 

LOCUTOR/A «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.»

 

NARRADOR/A Y decía:

 

JESÚS «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.»

 

NARRADOR/A Jesús le dijo:

 

JESÚS «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»

 

NARRADOR/A Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo:

 

JESÚS «Padre, en tus manos pongo mi espíritu»

 

NARRADOR/A Y, dicho esto, expiró. Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo:

 

LOCUTOR/A «Ciertamente este hombre era justo.»

 

NARRADOR/A Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho. Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea. Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía. Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado. Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo. Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.

 

Despedida

 

Hasta aquí la Pasión de Jesús según S. Lucas. Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Allí se bendecirán hoy los Ramos, y se entregarán gratis a todos. Los pueden llevar a su casa y ponerlos en algún sitio destacado, para que se vean y protejan la casa, en primer lugar recordándonos la entrega fiel de Jesús hasta la muerte: así de inmenso es el amor del Padre, que nos ha amado tanto hasta entregarnos a su único Hijo.

 

FIN

 

Advertencias al Equipo de Locutores:

 

Conviene que haya un Moderador, que salude al principio, despida y haga las preguntas. Ellas son respondidas por los otros participantes en el programa.

 

El programa puede durar unos 15 minutos. Conviene que se reúnan antes para orar juntos, seleccionar y discutir.

 

Es importante tener mucho cuidado en no simplemente “leer” el Guión, como si fuera un cuestionario, sino que lo asuma como una guía de conversación. En radio se nota en seguida cuándo uno está leyendo, y cuándo conversa. Por ejemplo, en la conversación solemos mover las manos, sobre todo si estamos contando algo importante; el que simplemente lee, no mueve las manos.

 

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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)