Facebook   Twitter   Instagram   Youtube   Flicker

SIGNIS ALC

25 enero 2022

No hay comentarios

Casa Novedades Artículos

El papa Francisco les escribe a los esposos

El papa Francisco les escribe a los esposos

Y anima a los novios a creer en el matrimonio

 

José Antonio Varela Vidal*

 

En el marco del Año “Familia Amoris Laetitia”, que desde el 19 de marzo de 2021 la Iglesia viene celebrando por los cinco años de publicación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, el papa Francisco ha escrito esta vez una “Carta a los Matrimonios”.

 

Con un lenguaje cercano, fraterno y con la atención puesta en el presente y el futuro de la sociedad, el santo padre escogió el 26 de diciembre último, fiesta de la Sagrada Familia, para estampar su firma en un documento que tiene las características de una exhortación, pero a la vez emerge como una “hoja de ruta”, que nos recuerda las salidas que él mismo ha venido dando para fortalecer la vida familiar.

 

Unido a esto, reitera sus recomendaciones para tomar ciertos atajos y desvíos, para no encontrarse -una y otra vez-, con crisis familiares que traen tanto dolor, indiferencia y pérdidas.

 

En suma, estamos ante un documento urgente, donde el papa ha querido involucrar a todos, como protagonistas en la tarea de protección y promoción de la familia. Esto es, desde los hijos, los novios, los esposos y padres, los abuelos e incluso los pastores con su comunidad eclesial.

 

Familias victoriosas

 

Con palabras dichas a corazón abierto, Francisco ha confiado a las familias, con cuánto “afecto y cercanía” les ha tenido presente en sus oraciones durante la pandemia, fenómeno “que ha probado duramente a todos, especialmente a los más vulnerables”.

 

El contexto particular lo ha comparado a la experiencia del llamado de Dios a Abrahán “a salir de su patria y de la casa de su padre hacia una tierra desconocida que Él mismo le mostrará (cf. Gn. 12,1)”. En tal sentido, también los creyentes -dice la Carta-, “hemos vivido más que nunca la incertidumbre, la soledad, la pérdida de seres queridos y nos hemos visto impulsados a salir de nuestras seguridades (..) para atender no solo al bien de la propia familia, sino además al de la sociedad”.

 

Ante esta realidad “desconocida”, es la relación con Dios la que “nos moldea, nos acompaña y nos moviliza como personas” y nos hace “salir de nuestra tierra personal, con la fe cristiana de que no estamos solos”, sino que Dios “está en nosotros, con nosotros y entre nosotros”, ya sea en la familia, en el barrio, en el lugar de trabajo o estudio e incluso en la ciudad que habitamos.

 

La relación con Abrahán la amplía el papa, al hacer ver que cada uno de los esposos también “sale de su tierra” cuando responde al amor conyugal “y decide entregarse al otro sin reservas”. Ya desde el noviazgo se debe salir de la propia tierra, porque esta etapa “supone transitar juntos el camino que conduce al matrimonio”.

 

Aunque para algunos esto último sea lo más duro y difícil del matrimonio, e incluso motivo de evasión, el santo padre hace ver que las situaciones diversas de la vida, como es el transcurrir de los días, la llegada de los hijos, el trabajo o las enfermedades “son circunstancias en las que el compromiso que adquirieron el uno con el otro hace que cada uno tenga que abandonar las propias inercias, certidumbres, zonas de confort y salir hacia la tierra que Dios les promete”.

 

A esto es lo que llama: “ser dos en Cristo, dos en uno”. E invita a asumir el matrimonio como “una única vida, un “nosotros” en la comunión del amor con Jesús, vivo y presente en cada momento de su existencia”. Por lo que les asegura a los esposos que no están solos, sino que Dios los acompaña con un amor incondicional.

 

Un legado para los hijos

 

En estos tiempos, en que la preocupación de algunos padres se centra en qué tipo de herencia material le van a dejar a sus hijos cuando fallezcan, sin preocuparse en el legado que deben darles en vida, el papa les recuerda que sus hijos —y especialmente los jóvenes— “los observan con atención y buscan en ustedes el testimonio de un amor fuerte y confiable”.

 

El mayor legado que les pueden brindar los padres a sus hijos, tal como señala la Carta pontificia, es saciarlos con el ejemplo, dado que estos viven “sedientos de amor, de reconocimiento, de estima y de confianza”. Por eso, en vez de una herencia que se acabará, los padres deberían procurar dejarles un legado espiritual y solidario, con virtudes y valores “para dar a sus hijos el gozo de descubrirse hijos de Dios (..) (con) pequeños gestos que son más elocuentes que las palabras, (porque) educar es ante todo acompañar los procesos de crecimiento, es estar presentes de muchas maneras, de tal modo que los hijos puedan contar con sus padres en todo momento”.

 

Porque así como una herencia sin legado, podría utilizarse hasta para hacer el mal, el mayor legado -así no se le deje herencia a los hijos-, sería dejar una huella en ellos. Lo pide el papa Francisco en el documento, que los padres “a partir de una autoridad ganada día tras día”, les brinden a sus hijos “una seguridad que los ayude a experimentar la confianza en ustedes, en la belleza de sus vidas, en la certeza de no estar nunca solos, pase lo que pase”.

 

La Iglesia les necesita

 

Con una urgente necesidad “de transformar la sociedad con su presencia en el mundo del trabajo y hacer que se tengan en cuenta las necesidades de las familias”, el papa invita a los matrimonios a “primerear” al interior de la comunidad parroquial y diocesana junto a sus pastores, para que, por medio de “sus iniciativas y su creatividad, (busquen) la complementariedad de los carismas y vocaciones como expresión de la comunión eclesial”, ayudando a los más débiles y llevando la presencia de Cristo.

 

También compromete a los esposos a participar en la pastoral familiar, dado que en el matrimonio se expande la «cultura del encuentro». Y desde allí, “tender puentes entre las generaciones para la transmisión de los valores que conforman la humanidad (…) para expresar en los desafíos actuales los valores que nos constituyen como pueblo en nuestras sociedades y en la Iglesia”.

 

Así como es la Iglesia, el papa la compara con la vocación al matrimonio, ya que este “es una llamada a conducir un barco incierto —pero seguro por la realidad del sacramento— en un mar a veces agitado”. Pero les recuerda que Jesús “se preocupa por ustedes, permanece con ustedes en todo momento en el vaivén de la barca agitada por el mar”.

 

Y es muy oportuno al recordar aquel pasaje del Evangelio, cuando en medio de las dificultades, los discípulos ven que Jesús se acerca en medio de la tormenta y lo reciben en la barca. Por eso invita a los esposos: “así también ustedes, cuando la tormenta arrecia, dejen subir a Jesús en su barca, porque cuando subió «donde estaban ellos, […] cesó el viento» (Mc. 6,51)”

 

Es así que la mirada debe estar fija en Jesús, de tal modo que se podrá “encontrar la paz, superar los conflictos y hallar soluciones a muchos de sus problemas”. Estos no van a desaparecer, dice Francisco, pero “podrán verlos desde otra perspectiva (con) la certeza de que de ese modo la fuerza de Cristo se manifiesta en su debilidad (cf. 2 Co. 12,9)”.

 

Nuevas oportunidades

 

Hacia el final de la Carta, el santo padre aprovecha para reflexionar sobre las “dificultades y oportunidades que han tenido las familias en este tiempo de pandemia. Algo que destaca es que “aumentó el tiempo de estar juntos, y esto ha sido una oportunidad única para cultivar el diálogo en familia”. Aunque advierte que esto requiere un “especial ejercicio de paciencia (dado que) no es fácil estar juntos toda la jornada cuando en la misma casa se tiene que trabajar, estudiar, recrearse y descansar”.

 

Sin embargo, sugiere que “el cansancio no les gane, que la fuerza del amor los anime para mirar más al otro —al cónyuge, a los hijos— que a la propia fatiga” e invita a releer en familia el himno paulino de la caridad (cf. 1 Co. 13,1-13).

 

Esto ayudará -continúa- al hecho de que estar juntos, “no será una penitencia sino un refugio en medio de las tormentas (y) que el hogar sea un lugar de acogida y de comprensión”. Y barniza su carta con esas sugerencias que han acompañado su pontificado: decir siempre “permiso, gracias, perdón” y “nunca terminar el día en familia sin hacer las paces”.

 

A esto ha añadido nuevas formas de vivir el Año Familia Amoris Latitiae: “No se avergüencen de arrodillarse juntos ante Jesús en la Eucaristía para encontrar momentos de paz y una mirada mutua hecha de ternura y bondad. O de tomar la mano del otro, cuando esté un poco enojado, para arrancarle una sonrisa cómplice”.

 

Y a las parejas (algunas de las cuales se quedan dormidos con la televisión o la laptop encendida), les recuerda cómo podría acabar mejor su día: “Hacer quizás una breve oración, recitada en voz alta juntos, antes de dormirse por la noche, con Jesús presente entre ustedes”.

 

Perdón y ruptura

 

Sabemos que la pandemia ha traído mucho dolor. Y no solo por las muertes, sino también por la enfermedad y otros dolores, como han sido las rupturas matrimoniales.

 

Esto lo sabe bien el papa y reconoce que debido a la pandemia, algunos matrimonios se han visto forzados a la convivencia durante la cuarentena, lo que ha sido especialmente difícil. “Los problemas que ya existían se agravaron, generando conflictos que muchas veces se han vuelto casi insoportables”, recordando a la vez que “muchos han vivido incluso la ruptura de un matrimonio que venía sobrellevando una crisis que no se supo o no se pudo superar”.

 

Por ello advierte que, debido a que “la ruptura de una relación conyugal genera mucho sufrimiento debido a la decepción de tantas ilusiones”, entre ellas el sufrimiento de los hijos porque sus padres ya no están juntos, les recomienda “buscar ayuda para que los conflictos puedan superarse de alguna manera y no causen aún más dolor entre ustedes y a sus hijos”.

 

Pero ante todo, les recuerda “que el perdón sana toda herida”, por lo que hay que tener la conciencia de que Cristo “habita” en el matrimonio “y espera que le abran sus corazones para sostenerlos con el poder de su amor, como a los discípulos en la barca” y con la conciencia de que solo con Él, “pueden de veras construir la «casa sobre roca» (Mt. 7,24)”.

 

Los novios y los abuelos

 

En medio de la situación de pandemia, que llena de incertezas a los jóvenes, especialmente en lo laboral, Francisco invita a los novios “a no desanimarse, a tener la “valentía creativa” que tuvo san José”.

 

Y, cuando se trate de afrontar el camino del matrimonio, aun teniendo pocos medios, “confíen siempre en la Providencia (a la vez) que no duden en apoyarse en sus propias familias y en sus amistades, en la comunidad eclesial, en la parroquia, para vivir la vida conyugal y familiar”.

 

Reconocidos ya antes como “memoria viviente de la humanidad”, el santo padre quiere consolar a aquellos abuelos que, por el tiempo de aislamiento, no pudieron ver y gozar de sus nietos, habiendo padecido algunos de profundos cuadros de soledad. Y recuerda que la familia no puede prescindir de los abuelos, dado que “esta memoria puede ayudar a construir un mundo más humano, más acogedor”, tal como lo dijo en la I Jornada de los Abuelos y los Mayores de julio de 2021.

 

Finalmente, vale anotar los desafíos del papa para mantener el gozo del seguimiento al Señor: “No dejen que un semblante triste transforme sus rostros. Su cónyuge necesita de su sonrisa. Sus hijos necesitan de sus miradas que los alienten. Los pastores y las otras familias necesitan de su presencia y alegría”.

 

Y que no se nos ahogue el infaltable: ¡Cariño, te amo!, con abrazo incluido.

 

* Periodista peruano, colaborador de SIGNIS ALC