Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en el Segundo Domingo de Navidad, ciclo C, correspondiente al domingo 2 de enero de 2022. La lectura está tomada del Evangelio según San Juan 1, 1-18.
“Y la Palabra se hizo carne”
¿Cómo fue el comienzo de todo?
Nadie lo sabe, pues ningún hombre ni mujer estaba allí. Pero Dios ciertamente estaba allí al principio de todo: antes de las estrellas, de la materia, de la vida, del ‘Big Bang’. Dios nos da algunos datos preciosos para quienes no estuvimos allá.
Los puso en dos versiones, que tienen el respaldo y la garantía de Dios. Una está al comienzo de la Biblia: en el Génesis. La otra está al comienzo del evangelio de S. Juan. Las dos comienzan con la misma frase: “En el principio”. Y siguen así:
− Ambos (Génesis y este Prólogo de Juan) son relatos de la creación a través del Verbo de Dios.
− Ambos hablan de la oscuridad, pero también de la luz, que llega a darse por medio del Verbo de Dios, para penetrar y derrotar a las tinieblas.
− Ambos hablan de vida. En el Génesis la palabra de Dios da vida al hombre; en el Prólogo de Juan, el Verbo de Dios le da vida eterna a la humanidad.
Juan pone al Verbo al comienzo de todo – antes del tiempo – antes de la creación del mundo. El Verbo no es parte de la creación – no fue creado – pues estaba con Dios antes de la creación. – ‘Verbo’ y ‘Palabra’ en griego se dicen Logos. Es una palabra común en los grandes filósofos griegos. Ellos creen que el mundo es sumamente volátil, pero se encuentra bajo el poder del Logos, del Verbo. Y Juan les dice a los griegos: “Jesús es el Logos venido a la tierra. Jesús es la mente de Dios en forma humana”.
Los judíos también usaban la palabra logos (“Verbo”) y Sofía (Sabiduría), precisamente porque por respeto y miedo preferían no usar el nombre de ‘Dios’.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.”
¿Fue bien aceptado el Verbo por los hombres?
Dios dio a los hombres desde el principio junto con la vida la libertad.
“En el Verbo estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.
El primer paso de la creación a través del Verbo fue la luz para traer orden al caos y a las tinieblas de nuestras vidas, porque la luz es más fuerte que las tinieblas: una pequeña luz puede dispersar hasta la más grande oscuridad – una vela pequeña puede eliminar la oscuridad de una gran habitación. Pero la luz y las tinieblas están en oposición; y la oscuridad no puede comprender… a los que caminan en la luz (Juan 12:35)”.
Dios envió a Juan para dar testimonio de la luz (vv. 7-8), para que todos creyesen en el Verbo. Pero él no era la luz. “El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, pero el mundo no le conoció (v. 10). La luz vino donde podría iluminar el entendimiento humano. “A los suyos vino, y los suyos no le recibieron” (v. 11).
Mucho del mundo de hoy todavía se encuentra en rebelión – todavía prefiere las tinieblas a la luz, porque sus obras son malas (3:19-20).
“Mas a todos los que creen en Él, les dio poder para ser hechos hijos de Dios” (v. 12), para pertenecer a la familia de Dios como hijos – adoptados en su familia, pero plenos herederos – autorizados para recibir todos los derechos y privilegios de familia.
“Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”. Es irrelevante ser descendiente de Abrahán según el orden natural. Lo importante es el reproducir la fe de Abrahán. Es lo único que importa ante Dios.
Jesús dirá más tarde: “El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios… el que no naciere de agua y del Espíritu” (3:3, 5).
¿Qué es lo más importante en el Prólogo de Juan?
La parte central del Prólogo es lo que sigue: “Y el Verbo se hizo carne” (sarx ) (v. 14a). Esta declaración sonaba alarmante, fea y vulgar para muchos filósofos griegos, que pensaban que toda materia es mala, de forma que Dios no podía convertirse en carne (sarx).
Pero el Verbo haciéndose carne es la culminación de la revelación de Dios-Amor. Y así como antes habló por medio de los profetas, ahora habla a través de su Hijo.
“Y habitó y estableció su hábitat entre nosotros” (v. 14b), a pesar de que entre el mundo de Dios y el nuestro existe un gran abismo (Lucas 16:26). Pero Dios, por amor, une estos dos mundos poniéndose a si mismo como puente entre ambos.
<«La Palabra de Dios se ha hecho carne». Dios no es mudo. No ha permanecido callado, encerrado para siempre en su Misterio. Dios se nos ha querido comunicar. Ha querido hablarnos, decirnos su amor, explicarnos su proyecto. Jesús es sencillamente el Proyecto de Dios hecho carne.
Dios no se nos ha comunicado por medio de conceptos y doctrinas sublimes que sólo pueden entender los doctos. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.
Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontrarnos con él, no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercarnos a Jesús. Para conocerlo, no hay que estudiar teología, sino sintonizar con Jesús, comulgar con él.> (Pagola). Muchas familias se reúnen en torno a una mesa el día de Navidad. Hagamos que la niñita pregunte:
-Abuelo, ¿por qué nos hemos reunido? ¿Qué celebramos?
Y alguien tiene que contar a los hijos la historia de Jesús.
Un año más el Niño Jesús viene a nuestro mundo y a nuestras vidas ajetreadas y disipadas, para que vivamos su vida nueva del Amor.
El evangelio de hoy nos permite ahondar en el misterio encerrado en Jesús.
“Y de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia” o más gracia por encima de la gracia, con la misma constancia y generosidad del mar, que nos envía sus olas sin interrupción.
¿Alguien ha visto a Dios?
“A Dios nadie lo vio jamás” (v. 18a). Pero ahora, por Jesús, podemos ver a Dios con más claridad. ‘Ver’ incluye y va más allá de un mero entendimiento de los sentidos; como hijos de Dios, podemos descubrir la benevolencia y seguridad divinas.
Sólo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Sólo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. <Cómo cambia todo cuando uno capta por fin que Jesús es el rostro humano de Dios. Todo se hace más simple y más claro. Ahora sabemos cómo nos mira Dios cuando sufrimos, cómo nos busca cuando nos perdemos, cómo nos entiende y perdona cuando lo negamos. En él se nos revela «la gracia y la verdad» de Dios.> (Pagola).
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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)