Ciudad del Vaticano.- En su homilía en la Misa matutina en la Casa Santa Marta, de este lunes 26 de noviembre, el Papa Francisco exhortó a preguntarnos cómo podemos ser más generosos con los pobres, incluso con «las pequeñas cosas». Así también advirtió que el enemigo de la generosidad es el consumismo, gastando más de lo que necesitamos.
Para el Pontífice, la generosidad ensancha el corazón y conduce a la magnanimidad. El Pontífice observa que muchas veces en el Evangelio Jesús hace el contraste entre ricos y pobres, basta pensar en el rico Epulón y Lázaro o en el joven rico. Un contraste que hace que el Señor diga: «Es muy difícil para un rico entrar en el reino de los cielos». Alguien puede etiquetar a Cristo como «comunista», señala Francisco, «pero el Señor, cuando dijo estas cosas, sabía que detrás de las riquezas siempre estaba el mal espíritu: el señor del mundo». Por eso dijo una vez: «No se puede servir a dos señores: servir a Dios y servir a las riquezas».
La generosidad nace de la confianza en Dios
En el Evangelio de hoy (Lc 21,1-4), también hay un contraste entre los ricos «que entregaban sus ofrendas al tesoro» y una viuda pobre que entregaba dos monedas. Estos ricos son diferentes del rico Epulón: «no son malos», subraya el Papa. «Parece ser gente buena que va al templo y da la oferta.» Es, por lo tanto, un contraste diferente. El Señor quiere decirnos algo más cuando dice que la viuda tiró más que nadie porque dio «todo lo que tenía para vivir». «La viuda, el huérfano y el emigrante, el extranjero, eran los más pobres de la vida de Israel» – recuerda – hasta el punto de que, cuando querían hablar de los más pobres, se les remitía a ellos. Esta mujer «dio lo poco que tenía para vivir» porque confiaba en Dios, era una mujer de las bienaventuranzas, era muy generosa: «da todo porque el Señor es más que todo. El mensaje de este pasaje del Evangelio – evidencia el Papa – es una invitación a la generosidad».
Preocuparse por hacer el bien
Ante las estadísticas de la pobreza en el mundo, a los niños que mueren de hambre, a los que no tienen que comer, a los que no tienen medicinas, a tanta pobreza – que se oye todos los días en las noticias y en los periódicos – es una buena actitud preguntarse: «Pero, ¿cómo puedo resolver esto? Nace de la preocupación de hacer el bien. Y cuando una persona que tiene un poco de dinero, se pregunta si lo poco hace sirve, el Papa le responde que si sirve, «como las dos monedas de la viuda».
«Una llamada a la generosidad. Y la generosidad es algo cotidiano, es algo en lo que debemos pensar: ¿cómo puedo ser más generoso, con los pobres, con los necesitados…. cómo puedo ayudar más? «Pero usted sabe, Padre, que estamos a punto de llegar a fin de mes» – «¿Pero te sobra algunas monedas? Piensa, puedes ser generoso con ellas…». Piensa. Las pequeñas cosas: hagamos un viaje a nuestras habitaciones, por ejemplo, un viaje a nuestro guardarropa. ¿Cuántos pares de zapatos tengo? Uno, dos, tres, cuatro, quince, veinte… cada uno lo puede decir. Un poco demasiado…. Conocí a un monseñor que tenía 40… Pero, si tienes tantos zapatos, da la mitad. ¿Cuántas prendas que no uso o uso una vez al año? Es una manera de ser generosos, de dar lo que tenemos, de compartir».
La enfermedad del consumismo
El Papa cuenta además, que conoció a una mujer que, cuando iba al supermercado a comprar, siempre compraba para los pobres el diez por ciento de lo que gastaba: daba el «diezmo» a los pobres, subraya de nuevo Francisco.
«Nosotros podemos hacer milagros con generosidad. La generosidad de las cosas pequeñas, pocas cosas. Tal vez no hacemos esto porque no nos viene a la mente. El mensaje del Evangelio nos hace pensar: ¿cómo puedo ser más generoso? Un poco más, no tanto… «Es verdad, Padre, es así, pero… no sé por qué, pero siempre hay miedo…». Pero, hay otra enfermedad, que es la enfermedad contra la generosidad, hoy: la enfermedad del consumismo. Siempre comprar cosas, tener…»
Y consiste en comprar, siempre cosas. El Papa Francisco recuerda que cuando vivía en Buenos Aires «cada fin de semana había un programa de turismo de compras»: se llenaba el avión el viernes por la noche y se iba a un país a unas diez horas de vuelo y todo el sábado y parte del domingo se iba a comprar a los supermercados. Y luego de regresó.
«Una gran enfermedad, [esto] del consumismo, ¡hoy! No digo que todos hagamos esto, no. Pero el consumismo, gastar más de lo necesario, la falta de austeridad en la vida: es enemigo de la generosidad. Y la generosidad material – pensar en los pobres, «Yo puedo dar esto para que coman, para que se vistan» –, estas cosas tienen otra consecuencia: ensancha el corazón y te lleva a la magnanimidad».
La generosidad lleva a la magnanimidad
Se trata, por tanto, de tener un corazón magnánimo por donde todos entran. «Los ricos que dieron el dinero eran buenos; la anciana era santa», señala el Papa que, en conclusión, nos exhorta a seguir el camino de la generosidad, empezando por «una inspección en casa», es decir, pensando en «lo que no me es útil a mí, lo que será útil a otro, por un poco de austeridad». Debemos rezar al Señor «para que nos libere» de ese mal tan peligroso que es el consumismo, que nos hace esclavos, una dependencia del gasto: «es una enfermedad psiquiátrica». «Pidamos – exhorta – por esta gracia del Señor: la generosidad, que ensancha nuestros corazones y nos lleva a la magnanimidad».
Fuente: Vatican News