Comentario dialogado al Evangelio que se proclama el 16° Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C, correspondiente al domingo 17 de julio 2016. La lectura es tomada del Evangelio según San Lucas 10, 38-42
«María escuchaba la palabra de Jesús»
En la casa de Marta y María surge un problema familiar. ¿Qué nos enseña Jesús al intentar arreglarlo?
Efectivamente, Marta acusa a María de no hacer nada, de no ayudar en el trabajo de atender a los huéspedes. Marta era la que trabajaba, y María se quedaba sentada con los demás a los pies de Jesús, fijándose en todo lo que decía aquel famoso ‘Maestro’, tan querido por las multitudes. Y Jesús dictamina con un deje de recriminación:
– «Marta, Marta… María ha escogido la mejor parte»,
Aquí tenemos a dos hermanas, Marta y María. Las dos muy interesadas en el Señor, las dos deseosas de agradar al Señor.
Pero cada una trata de agradar al Señor de una forma distinta: Marta elige el camino del servicio o trabajar para el Señor. María toma el camino de la relación personal, estar con el Señor y conocerlo profundamente.
Marta y María – en Betania (Jn. 11:1-2; 12:1-3) – representan respectivamente el trabajo y la oración, la lucha y la contemplación, la tierra y el cielo, el trabajo en la fábrica y el descanso en la iglesia, los hombres y Dios.
Marta le dice a Jesús lo que le debe decir a María, y María sólo escucha lo que Jesús dice.
Jesús critica a Marta por su preocupación y distracción (por su ‘hacer’), y apoya a María por querer escuchar su Palabra (por su «ser»).
Jesús contrasta las «muchas cosas» de Marta, con la «una sola cosa» de María.
Es menos importante hacer o conseguir el pan. Porque «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra, que sale de la boca de Dios» (ver Dt. 8:3).
Trabajar para el Señor es formidable. Pero conocerlo es lo primero y esencial. Y en ese conocerlo y amarlo, encontraremos el aliento y la fuerza para trabajar por el pan nuestro y el pan de nuestros hermanos.
¿Por qué es más importante el papel de María?
Es como en el matrimonio. Es importante trabajar y traer dinero a casa; pero es más importante traer amor y cariño a la familia. Esto me recuerda esta bella historia:
<Érase una vez un padre de familia que intentaba leer el periódico después de un largo día de trabajo.
A cada instante era importunado por sus hijos. Uno le pedía dinero para ir a comprarse un helado. Otro se le acercaba llorando: se había hecho daño en el pie y quería que un beso lo curara. El mayor le pedía que le ayudara a resolver un problema de matemáticas.
Finalmente la más pequeña entró corriendo en la sala en busca del buen padre. Éste le preguntó cansado: «¿y tú que quieres?» La pequeña le contestó:
– «Papá, yo no quiero nada. Sólo quiero que me tomes en tus brazos».> (Félix Jiménez, escolapio).
El evangelio de hoy nos recuerda que todo es importante, pero lo más importante es Jesús, conocerlo, escucharle, caer en sus brazos, descansar y encontrar su paz.
«Sólo una cosa es necesaria»: vivir plenamente una relación personal con Jesucristo que nos envía ahí afuera a amar y transformar nuestro mundo.
«María escogió la mejor parte». Ya habrá tiempo suficiente para la acción.
Pero, si todos hacemos el papel de María, ¿quién trabajará?
No se trata de elegir entre Marta y María. El verdadero discípulo necesita ser a la vez Marta y María. Sólo que la amistad con el Señor, estar con Él y escuchar su palabra (en la Biblia), debe preceder al trabajo que hacemos por el Señor.
El evangelio de hoy nos invita a todos los cristianos, primero a ser como María, que estaba sentada con devoción a los pies del Señor, escuchando su Palabra, como una discípula; y después ser también como Marta, que se lanza con energía a servir al Señor. «Ser discípulos y misioneros.» (‘Aparecida’ del CELAM). «Contemplativos en la acción».
El discípulo debe estar con el Maestro y aprender de Él; de otra manera el afán del discípulo puede crear más problemas que soluciones. Solamente así estaremos seguros de que nuestra actividad hará avanzar las actividades del Señor. Solamente así podemos esperar que el Señor bendiga nuestro trabajo.
Hace falta, primero, estar con Él para conocerlo, para alimentarse de sus pensamientos y palabras, y después seguirlo, servirlo en los más necesitados y proclamar su mensaje de amor con palabras y obras.
¿Cuánto tiempo debo dar a estar con el Señor? ¿Y cuánto tiempo dedicaré a hacer el trabajo del Señor?
Te cuento esta historia:
<Dos sacerdotes amigos fueron enviados como párrocos a dos pueblos vecinos. Los dos hicieron un gran trabajo: en pocos años bautizaron a muchos y construyeron en cada pueblo su iglesia, una escuela y un centro de salud. Pero en un pueblo se llenaba la iglesia, y en el otro no.
El párroco de la iglesia vacía se preguntaba a sí mismo y a los demás el por qué de la diferencia. Por fin una mujer se lo aclaró:
– «Padre, usted hizo mucho por nosotros: dio ropa a nuestros hijos, y construyó nuestro pueblo. Pero faltó una cosa: usted no nos llevó a conocer y amar a Jesús, como nuestro Señor y Salvador de cada uno».>
Hay que conocer y seguir las prioridades de Jesús, también en el apostolado.
¿Cuál sería un programa concreto para estar con el Señor?
Muchos van a la Misa diaria: allí escuchan la Palabra del Señor, y están con Él.
Otros además tienen una Hora Santa o un tiempo tranquilo para leer la Biblia, especialmente los evangelios y las Cartas de los Apóstoles, y hacer oración.
Otros hacen también lectura orante en comunidad.
La oración es como el aire que respiramos. Sin oración no se puede vivir la vida cristiana con madurez y responsabilidad.
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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)