«El mundo no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. No se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo convencido de hombres y mujeres que busquen la verdad más allá de las ideologías y de las opiniones diferentes» (Papa Francisco, Jornada Mundial de la Paz, 2020).
Vivimos una crisis social, política, económica, familiar, educativa, laboral… en las raíces del problema encontramos una crisis ética y de valores de proporciones inimaginables. Ahora lo importante es que unidos y renunciando a nuestros intereses particulares, concertemos en la solución, para salir de la casi catastrófica situación que padecemos.
Al ser una problemática global, no podemos esperar que sea una persona la que solucione la crisis, ni siquiera un grupo; algunos se atreven a pensar que el gobierno de turno o el presidente electo, sea el que está obligado a semejante tarea… La solución la conseguiremos entre todos actuando juntos, pero queda la duda: ¿Cómo será posible esta unión si uno de los indicadores de la crisis es la desunión?
Ha llegado la hora del encuentro, de una concertación ciudadana total. El gobierno desde las diversas funciones del Estado debe ser el principal facilitador, para eso fue elegido. Un Acuerdo Nacional, en el que todos tenemos una palabra que dar y la decisión que tomar.
La primera condición para un acuerdo nacional es el Diálogo: no de anuncios o propuesto a manera de zancadilla, como en ocasiones pasadas, sino como una auténtica invitación a conversar entre diferentes para analizar posibles soluciones a la crisis. Solo un diálogo honesto, abierto, sincero, respetuoso, libre de agendas ocultas y agresiones encubiertas, que buscan de manera imperceptible descalificar y anular sistemáticamente al otro, permitirá que cada interlocutor proponga alternativas acordes a su propia manera de pensar y entender la problemática. Solamente un análisis franco, directo, sin tapujos, de todas las propuestas presentadas llevará a escoger las más eficientes, viables, eficaces y menos costosas, sobre todo para los más vulnerables. El diálogo, entonces, no será entre ganadores y perdedores, sino entre personas con ideologías propias, pero con afán patriótico, sincero, abierto… enfocado al bien y al progreso de la Patria.
Un diálogo con planteamientos contrapuestos requiere de negociaciones, de la búsqueda racional e inteligente de coincidencias, distinguiendo causas y efectos. Negociaciones indispensables en la vida democrática: transparentes, frontales y directas, con base en la realidad nacional y propuestas ideológicas fundamentadas y sustentadas, y no sujetas a prebendas y beneficios personales ni de grupo o partido. Por tanto, los diálogos nacionales deben ser escuelas de pensamiento, de análisis, de transmisión ideológica y de fortalecimiento democrático.
El papa Francisco llama específicamente a un diálogo que sea constructivo, para evitar vivir entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta. Venciendo estas taras nacionales alcanzaremos, por el bien de todos, un diálogo político que abra las puertas a un encuentro social que solucione problemas y se mantenga al margen de mezquindades y oportunismos fétidos. En Ecuador debemos ««…asumir la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio» (Papa Francisco, Sobre la fraternidad humana, Abu Dabi, 4 febrero 2019).
Emprendamos una marcha renovada de encuentro, diálogo, confrontación, mediación, negociación y acuerdos, para reconstruir el país y abrir nuevos surcos de prosperidad para todos.
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Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe