Mensaje del papa Francisco por la Jornada Mundial del Enfermo
José Antonio Varela Vidal*
Todos los enfermos sufren. Para nadie es fácil asumir una grave enfermedad y cargar la cruz que eso exige. Tampoco están preparados a quedarse, como María, al pie de esa cruz hasta el final.
El enfermo no solo padece su mal y sufre por ello. También le angustia el dolor y la incertidumbre que genera en sus familiares, amigos y compañeros de trabajo. Le duele que lloren por él, que puedan quedar desamparados los que más quiere e incluso, le angustia la carga económica que traen los gastos de la enfermedad.
Sin embargo, estos momentos no debe pasarlos el enfermo en soledad, menos aún en abandono o como una víctima de la indiferencia de sus seres queridos, de la Iglesia ni del Estado.
Esto lo vemos con claridad en el mensaje del papa Francisco por la 29ª Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra cada año el 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes y la cual cuenta siempre con unas palabras de consuelo de los sumos pontífices.
En este año, el tema es «Uno solo es su maestro y todos ustedes son hermanos (Mt. 23,8). La relación de confianza, fundamento del cuidado del enfermo», en el cual Francisco recuerda la importancia de apoyar a quienes sufren una enfermedad «con el bálsamo de la cercanía», respetando su dignidad como hijos de Dios y evitando caer en el «mal de la hipocresía». El santo padre también tiene presente en su mensaje a «quienes padecen en todo el mundo los efectos de la pandemia del coronavirus», particularmente «a los más pobres y marginados».
Vulnerables ante la pandemia
Referiéndose a esto, explica que la experiencia de la enfermedad «hace que sintamos nuestra propia vulnerabilidad (y) experimentamos de modo evidente nuestra dependencia de Dios».
El mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo 2021 toma muy en cuenta los tiempos actuales marcados por la pandemia, por lo que el santo padre advierte que esta enfermedad ha dejado en evidencia las carencias del sistema de salud: «Los ancianos, los más débiles y vulnerables no siempre tienen garantizado el acceso a los tratamientos, y no siempre es de manera equitativa».
El papa indica con claridad cómo esta crisis sanitaria ha permitido que muchos voluntarios, personal sanitario y religioso «han decidido mirar esos rostros, haciéndose cargo de las heridas de los pacientes, que sentían prójimos por el hecho de pertenecer a la misma familia humana».
Y queda en evidencia que toda cercanía humana, «es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo a quien sufre en la enfermedad».
Por eso, recuerda también que los cristianos “vivimos la projimidad como expresión del amor de Jesucristo, el buen Samaritano, que con compasión se ha hecho cercano a todo ser humano, herido por el pecado. Estamos llamados a ser misericordiosos como el Padre y a amar, en particular, a los hermanos enfermos, débiles y que sufren (cf. Jn 13,34-35)”
Cuidado y solidaridad
Otro punto que no deja sin atender, es la importancia de la solidaridad fraterna, que se manifiesta en servir, que significa “cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo”.
Finalmente, Francisco enfatiza que el mandamiento del amor enseñado por Jesús a sus discípulos, se plenifica mediante la relación con los enfermos: «Una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada por el amor fraterno”.
El llamado es a que el enfermo no se quede solo, y menos aún excluido ni abandonado. Sino ponerse siempre de lado de los que sufren.
* Periodista peruano, colaborador de SIGNIS ALC
Artículo publicado originalmente en Correo Mariano (Lima) – febrero 2021