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Indignados por la injusta y horrenda desgracia

¿Cómo hemos llegado hasta este extremo? La corrupción se expande por los circuitos de la degradación ética y de la impunidad; nace del abuso del poder, crece con la complicidad de los poderosos y da frutos de muerte para los pobres y de enriquecimiento ilícito para los corruptos.

El combate a la corrupción es posible desde la ética de honradez y solidaridad, sin concesiones de ninguna clase, ni contubernios de ningún estilo.

La doble escena contrastada, la risa cínica de asambleístas, jueces, alcaldes, abogados y empresarios corruptos apoderándose de carnés de discapacidad para importar carros de lujo o para obtener exoneraciones o rebajas en el pago de impuestos, y, al frente, el llanto angustiado de la madre, de personas con discapacidad, privadas del carné y de los beneficios establecidos por la Ley. Esta situación ha exacerbado la conciencia popular y ha colmado de indignación a la ciudadanía.

La corrupción ha evolucionado y perfeccionado sus métodos de pillería. Ahora estamos frente a un nuevo tipo de corrupción. Una corrupción integral que contamina y colma todas las funciones del Estado, intoxica todo tipo negocios, funciona como redes organizadas o alianzas público-privadas. Es estructural, esta por todos lados y en todas partes. Se asienta en una racionalidad cínica, en la detestable viveza criolla, en la ruptura entre el conocimiento y la voluntad, entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal. Los corruptos actúan con conocimiento de causa, planifican al detalle sus fechorías, y, cuando son descubiertos, niegan la participación, se hacen los inocentes, se victimizan, pierden la memoria, persiguen y acusan a los denunciantes.
En el gobierno actual y como herencia del que lo precedió, se ha llegado a formas extremas e impensadas de negociados, en medio de la pandemia, con los fondos de la salud, la seguridad social, la atención prioritaria a los necesitados, a los que tienen discapacidad… Quienes se llevaron, sin remordimiento, los escasos fondos para mejorar la salud y salvar la vida de la gente.

En esta perspectiva, como Comisión Justicia y Paz:

Respaldamos la voz firme de Mons. Bertram Wick, Obispo de Santo Domingo de los Tsáchilas, por su indignación y vergüenza por la destrucción de la patria y patrocinamos su exigencia: Asambleístas, jueces, funcionarios que se han apropiado dolosamente de los carnés de discapacidad, ¡renuncien!, no nos representan. Se juntan las voces de diez obispos ecuatorianos que, en carta abierta al presidente Moreno, le dicen: «pedimos que se solicite la renuncia a todos los funcionarios que han demostrado ser corruptos e ineficaces, así como a su responsable, esto es, al señor Ministro, titular de la cartera de salud».

Rechazamos este mal que destruye brutalmente el tejido de la sociedad y la moral de la República.

Expresamos nuestra desconfianza en los organismos de control y en la justicia, pues, hasta el momento, han sido incapaces de cumplir el deber de castigar ejemplarmente a los corruptos y de recuperar los dineros públicos.

Nos comprometemos a convertir la indignación en vigilancia ciudadana.

Llamamos a que, en las elecciones próximas, no entreguemos un solo voto a los candidatos corruptos, así no tengan sentencia en firme, pues esa es la trampa para seguir en el manejo del poder. · #ComuniquemosEsperanza

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Carta No. 36 (12 de julio 2020) de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz

Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe