Alirio Cáceres Aguirre*.- La pandemia por el coronavirus ha rasgado «el velo del templo» y ha puesto al descubierto otras pandemias que amenazan la vida. Con ellas convivíamos, pero eran imperceptibles. O tal vez simplemente las ignorábamos en una actitud indiferente e indolente.
Esta cuarentena, que ha convertido el tiempo de Cuaresma y de Pascua en un Adviento, nos pone en frente la pandemia del hambre, la inequidad, la soledad, la corrupción, la contaminación, la ineficacia y el horror del sin sentido.
El hambre que empuja a zonas de contagio de millones de seres humanos que, presionados por la miseria y el afán laboral, prefieren arriesgarse a morir con los pulmones cerrados y la boca abierta, que con la boca abierta y el estómago vacío. Son también mayoritarios los sectores que están desprovistos de un sistema de salud eficiente, o como en el caso de la Amazonía, están expuestos al COVID19 sin una infraestructura mínima que garantice el servicio médico oportuno.
Es que la brecha de inequidad y de injusticia en nuestros países es escandalosa. Una élite concentra los bienes que Dios ha creado para todos. El llamado «estallido social» va brotando como un grito desgarrador desde estos rostros en los que Cristo clama. Los que experimentan la muerte prematura por el virus. Los aterrados por el hambre. Los excluidos de los servicios públicos. Los que no puede quedarse en casa, porque no tienen casa. Los que no pueden lavarse las manos, porque no tienen agua segura.
Pese a preciosas iniciativas de atención primaria en la emergencia sanitaria y humanitaria, aún son insuficientes las respuestas estructurales pues, sencillamente, nuestra civilización se nutre de las energías de quienes diariamente ofrendan sus labores al culto del dinero. Allí son sacrificados en una orgía de sudores para sostener un estilo de vida y una noción de desarrollo que nos tiene al borde del abismo. El pequeño virus ha puesto en evidencia al gigante paradigma tecno económico que el Papa Francisco denuncia en el capítulo 3 de Laudato si´. La pandemia desnudó la cultura del descarte, cinco años después de ser descrita en las páginas de la encíclica. Y también anticipó el antídoto, pues no hay otro camino que una cultura del cuidado.
Cuidar es sanar, es curar, e implica salirse a la vera del camino para hacerse cargo, cargar y encargarse del agonizante hasta garantizar su recuperación, cueste lo que cueste. La pandemia puso en el espejo a los ancianos, migrantes, indígenas, pero también liberó a la hermana Madre Tierra, como la llamó San Francisco de Asís, en un jubileo justo pero incompleto, pues para Dios, Comunidad Preciosa de Amor Infinito, importan tanto los peces como los pescadores, el reciclaje como los recicladores, las mascotas como sus cuidadores. Es el Dios de la Ecología Integral, el del hogar común de su familia creada, el que quiere que este Planeta Azul sea nuestra morada.
La pandemia, paradójicamente, nos estropea los pulmones, pero ha hecho que el aire sea más limpio, ante la reducción de contaminación. Lo que comenzó en la remota China ya está a la vuelta de la esquina. Somos una red de relación. Un todo interconectado. Hoy por el virus, pero siempre por el amor.
Justamente la búsqueda de Dios como tabla de salvavidas en medio de la tempestad, también está quitando la máscara a los falsos horizontes de realización. No nos salvan los goles de los multimillonarios deportistas sino el trabajo silencioso de muchos campesinos, obreros, transportadores, comerciantes, panaderos, aseadores. Somos interdependientes. El COVID19 trajo consigo el abrazo de la hermana muerte sin distinciones sociales. Nunca más antes, tuvo sentido la vida sino en los umbrales del sepulcro.
Mas siendo comunitarios y colectivos, el viacrucis de la agonía se debe afrontar en solitario y los responsos al difunto solo tienen como eco, los susurros del silencio. Pandemia de soledades como una cena con cada uno en su pantalla. Total contraste con aquella última cena, mojada por las caricias respetuosas de Aquel que mostró el Camino, la Verdad y la Vida en un gesto de esclavo y en la soberanía del amor sin medida.
El coronavirus fue destapando las cartas del pecado estructural de la humanidad y desde sus sombras, indicando el valor de la luz del Evangelio. Crucificados están los servidores: enfermeras, médicas, religiosas, sacerdotes, más expuestos a la muerte por ser presencia del Dios del amor, ofrenda su vida en su intento de salvaguardar la vida.
Pero en el recorrido de los retos para el liderazgo católico en el continente, hay un virus que amerita investigar una vacuna aún más avanzada. Se trata de la pandemia de la corrupción, mencionada en cada una de las sesiones de trabajo y en los círculos de estudio. Parecería obvio que la fe cristiana otorgara credenciales a la ética para retornar a los cargos públicos y las conciencias electorales. Pero también están ausentes. Están aislados. El descrédito de los partidos, la polarización ideológica, y la incapacidad directiva, se suma a la quiebra del estado y la esclavizante relación con las potencias nacionales y los anónimos mandatos de las transnacionales.
Es clarísimo que sin una restauración moral no será posible una sana gestión gubernamental. Todo el ideario de la Patria Grande, el sueño de unidad de los pueblos en aras a un progreso integral, desarrollo humano sostenible y sustentable, reconciliado con los biomas y ecosistemas, se fundamenta en la capacidad de conectar manos, mente y corazón, lo técnico y lo ético, lo ético y lo estético.
En la Doctrina Social de la Iglesia hay muestras del antídoto a la pandemia del egoísmo y la negligencia para seguir leyendo lo humano desde las radicalidades de dos modelos obsoletos, que han sido fácil presa de ese monstruo con pies de barro que es el narcotráfico.
Lo hemos tenido frente a nuestros ojos por décadas, pero se ha vuelto invisible en su disfraz de resignación cotidiana. Es sencillo hacer el recorrido de estragos que causa en la tierra, el agua, en nuestras selvas y en los surcos de nuestros campesinos. El ambiente es una de las primeras víctimas de los cultivos de uso ilícito.
Tal «multinacional» es la más rentable en América Latina y el Caribe. Ha logrado crear redes internacionales y transfronterizas mucho antes que REPAM, REMAM o REICOSUR. El crimen organizado conoce mejor nuestra geografía que los más experimentados guías.
El daño del narcotráfico no es sólo financiero y económico, sino factor que nutre la corrupción de la dirigencia política. Con crudo realismo no falta el niño que diga que el «rey está desnudo» como en aquel cuento del traje invisible y se afirme que estamos en una curva exponencial de narco estados, narco políticos, narco empresarios, pues querámoslo o no, por el circuito monetario ya tenemos el contagio. Acaso nos toca ser complacientes y condescendientes pues las reglas de la economía del mercado en países utilizados como despensa de «commodities» nos ponen en estado de indefensión. ¿Será posible sanear la economía y encontrar un gel para limpiar las manos contagiadas por la tentación de la ganancia fácil?
No tendría que ser la rentabilidad financiera, el único criterio, pero en la realidad real, eso es lo que impera. Y aún más, hay un daño cultural enorme, en la mentalidad de los y las jóvenes que, seducidos por la codicia, se conectan en la espiral de violencia y vanidad que sostiene entramado de la sociedad.
Lamentablemente tenemos muchas series de cine y tv que dan cuenta a la historia de la guerra de carteles y la estrafalaria suntuosidad de quien inyecta dinero mal habido a su vacío existencial y ego pervertido. Ni hablar del efecto en los consumidores. Esta no es una cadena de favores, sino una secuencia de horrores.
El narcotráfico es una cultura, una postura ante la vida, que se va metiendo, se va adaptando a la forma de las relaciones en cada territorio y configura una estética de las excentricidades y despilfarros. Es un camaleón que se esconde tras los artistas de moda, los poderes territoriales, la administración de la justicia. ¿Cómo evangelizar este monstruoso virus?
Sabemos que el Señor es el Mesías del cosmos, que así estemos a punto de naufragar, si él va a nuestro lado, nada debemos temer. Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia. Es el Dios de las sorpresas. El que saca vida de la muerte. El que convierte la ignominia de la cruz en un árbol de vida en abundancia.
Sabemos que Jesús está llorando conmovido ante la tumba de su amiga, la «Casa Grande». Muy probablemente el hedor sea espantoso. Se han corrompido hasta nuestras conciencias. Y ya ha pasado mucho tiempo. Pero la misma voz que calmó la tempestad en medio de las aguas, resuena para liberarnos de mortajas y hacernos caminar. No hay duda que lo hará. América Latina y el Caribe retornará a la vida. La tumba vacía como signo, Las calles vacías como señal. Otra vez volverá la fiesta a la casa de Lázaro, Marta y María. Nuestras Iglesias domésticas, santuarios de la vida, entorno protector de la ecología humana serán semilla de Iglesia en salida, pobre y para los pobres, que cuida y transforma la casa común.
Y cada uno de nosotros seremos Cristo. Su rostro se multiplicará. Nos reconocerán al partir y compartir el pan. Al ser instrumentos de paz. E incluso la estrategia del camaléon será eclesial, pues la misericordia adoptará las formas de cada cultura y los colores de la ternura.
En la película colombiana «La estrategia del caracol» (muy recomendada) la sagacidad es la que vence. El Evangelio mimetizado en todas las actividades humanas, será la sazón de un nuevo sabor, de un nuevo saber, de un nuevo sentido.
El rescate de la comprensión orgánica de la Iglesia como Cuerpo de Cristo, la conciencia de ser parte de ese glorioso cuerpo, permeará la diversidad de vocaciones. Los monasterios y las calles, los conventos y los auditorios, los seminarios y las oficinas de gobierno, los templos y los foros públicos, todo estará interconectado por el Espíritu que renueva la faz de la tierra y renueva nuestros corazones.
Pero en esa omnipresencia de Dios, refulgirá el colorido de los laicos, capaces de subvertir la nefasta alianza entre tecnología y economía, y bajar del pedestal a la falsa divinidad monetaria. «El Espíritu de Dios nunca deja de animar y sostener a su pueblo»
Se que parece una distante utopía erradicar el narcotráfico de nuestra cultura. Tal vez llegue más pronto la cura contra el COVID. Pero, Lázaro estaba muerto y hedía. Dios es experto es convertir en posible lo imposible. Tan solo si cada uno decidiese convertirse en ofrenda viva, en pan de amor para los demás. Si el altar del templo hoy solitario se trasladase a cada cuerpo para ser habitación del Espíritu Santo. Alguien tendría que decir «No, al narcotráfico. Basta ya. Ya no más». Y otro más allá decir «Ya no soy yo quien vive, es Cristo que vive en mí» y negar más oportunidades a la corrupción. Tal vez maten el cuerpo. El Evangelio dice que no hay que temerles. Pero otro se levantará en México «Yo soy de Cristo» y otro más en Colombia dirá «Yo soy Cristo». Y así en las selvas peruanas y los Andes ecuatorianos, en Bolivia, en Venezuela, en Brasil, en Argentina, y el colorido camaléon se vestirá con nuestras banderas.
Alguien tiene que decir el primer «No». Tal vez eso implique el martirio. Pero la vida verdadera no acaba ahí.
Sueño entonces que quienes terminamos este Seminario asumamos el liderazgo del colibrí. Corazón grande, incansables alas, una misión clara. Hay incendios en la selva y en las almas. Gotita a gotita es posible lograr un rocío que caiga como bendición. No de uno sino de muchos aleteando con el mensaje divino. La frase «Hago lo que puedo, lo mejor que puedo» (de Cristina Gaztelu, joven española que murió en olor de santidad) resume la mística que sostiene el ritmo, aun desde nuestras fragilidades.
Iglesia que se encarna, se incultura como un camaleón, para transformar las relaciones vitales con el poder del Evangelio. Líderes católicos que aletean con la pasión de la misericordia que suscitar conversión en cada flor del jardín del mundo. Dos formas distintas de expresar que necesitamos personas incólumes éticamente, profundas espiritualmente, capaces de incidir en políticas públicas, generar procesos de gobernanza, diseñar y ejecutar programas de gobierno, asumir roles decisores en las tres ramas del sistema democrático, poniendo como centro de atención y promoción al ser humano en sus complejas relaciones con el entorno. Líderes que dejen escuela y establezcan lazos comunitarios. Líderes que testimonien con humildad su disposición de servicio, siempre buscando el bien común. Líderes sensibles al clamor de los sufrientes. Líderes con tapabocas de prudencia, guantes de transparencia y gel anticorrupción. Líderes de la coherencia. Líderes de la convivencia. Una academia de líderes que establezca redes para aprender haciendo, para ser instrumentos de Dios Creador en la gestación de hombre nuevo y la mujer nueva en cielos nuevos y tierra nueva en donde more la justicia (2 Pe 3, 13).
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* Diácono permanente, casado, padre de familia. Ingeniero químico ecoambientalista y teólogo. Referente de ecología integral de Cáritas de América Latina y el Caribe. Directivo del Movimiento Católico Mundial por el Clima. Hace parte de varias redes ecoteológicas. @DiaconoOikos | oikos19@gmail.com
NOTA 1:
No tengo la edad cronológica (40) para participar en la campaña de video de la Academia de Liderazgo Católico, pero me siento joven en el deseo de anunciar el Reino de Dios con los talentos que El mismo me dio. Por eso quiero hacer este homenaje a cada uno de mis hermanos y hermanas de este I Seminario Internacional de Liderazgo Católico, a través de este breve mensaje en clave de «arteología»:
«El liderazgo del colibrí»: https://www.youtube.com/watch?v=-Cd1daRfEkc
NOTA 2:
http://liderescatolicos.net/seminario/
Agradezco a los organizadores del Seminario y a los evaluadores de los ensayos, por haber destacado este escrito entre los trabajos de casi 900 participantes de América Latina y el Caribe, muchas de ellas, líderes políticos, funcionarios públicos, obispos, presbíteros, dirigentes de organizaciones eclesiales, universitarias, sociales… Ha sido una gran sorpresa, un inmenso honor y una gran responsabilidad. Por eso lo comparto con algunos ajustes y con muchas esperanzas de suscitar una reflexión sobre las pandemias de nuestra «Casa grande», como la ha llamado la teóloga, misionera y docente Ariana Díaz Acuña, asistente del Observatorio Laudato si´ en la Universidad Católica de Costa Rica.
www.vivelaudatosi.org
Participé en el Seminario como representante del Movimiento Católico Mundial por el Clima (MCMC). Quería contribuir «laudatosificando» la reflexión sobre el liderazgo católico. No siempre se logra todo lo que se quiere, pero tampoco se pierde nada de lo que se hace. El capítulo 5 de Laudato si´ sigue siendo la «cenicienta» de la encíclica. Tal vez este Año Laudato Si´ permita sacarlo de la sombra y ponerlo a la luz de las agendas públicas locales, nacionales e internacionales.
http://www.humandevelopment.va/content/dam/sviluppoumano/documenti/Lauda…‘%20Anniversary%20Year%202020-2021%20-%20Spanish.pdf
NOTA 3:
Quienes no conozcan esta obra de arte, vale la pena que dediquen un tiempo para ver la película «La Estrategia del Caracol» https://www.youtube.com/watch?v=veMRxWiv6mw Es una muestra de la cultura bogotana y su ingenio. Data de los año 90. Que la puedan ver en la REPAM (Red Eclesial Panamazónica); REMAM (Red Eclesial Ecológica Mesoamericana); REICOSUR (Red de Ecología Integral del Cono Sur) y en cada cuenca de nuestra casa común. Frente a las pandemias, necesitamos similares estrategias…