Por: Silvia Cáceres.- A poco más de una semana de la visita del Papa Francisco al Perú y con las emociones más reposadas, toca reflexionar sobre el mensaje que nos ha dejado y ver de qué manera nos compromete como país. Su presencia en tierra peruana -más allá de toda la alegría y efervescencia que ha causado- ha tenido un carácter profético, pues ha hecho visibles problemáticas que, si bien siempre han sido de suma importancia para el desarrollo de la vida democrática de nuestro país, la mayoría de veces no se les ha dado el tratamiento debido y justo. Una de ellas es la situación que afrontan las comunidades de la Amazonía.
En su discurso en Puerto Maldonado, después de escuchar atentamente a los dirigentes amazónicos, Francisco denunciaba cómo es que hoy en día, éstas sufren la constante amenaza de sus territorios a causa del neo-extractivismo y los grandes intereses económicos ávidos de explotar los recursos que se encuentran en ellos.
Ya en su encíclica Laudato Si’, señalaba que la raíz del problema es que el actual modelo de desarrollo no tiene como centro la vida de las personas sino las ganancias de una producción y consumo ilimitados; por ello, en Puerto Maldonado, instaba a romper con aquellos esquemas mentales que llevan a pensar la Amazonía como «una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta sus habitantes». En un Perú muchas veces indiferente y lleno de prejuicios hacia estos otros, sus palabras resuenan con honda radicalidad pues conducen a aquello que es central y prioritario: el reconocimiento de la dignidad de estas personas y sus derechos.
El 2003, en su informe final, la Comisión de la Verdad y Reconciliación exhortaba al Estado y a la sociedad civil a realizar reformas institucionales y un cambio de aquellas mentalidades que llevan a la exclusión de los otros, teniendo como premisa el hecho de que somos un país pluricultural y multilingüe. Ello, como única vía para lograr una reconciliación nacional donde se reconozca a plenitud la ciudadanía de todos.
En sintonía con esto y frente a las injusticias y abusos que han sufrido los pueblos originarios a lo largo de la historia, Francisco señala que es indispensable y además una cuestión de justicia reconocer a los indígenas de la Amazonía como ciudadanos, siendo el diálogo «el mejor camino para transformar las históricas relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación».
Reconocer su ciudadanía implica, entonces, escucharles, generar espacios institucionales en los que ellos sean «principales interlocutores a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten sus espacios»; valorarlos como sujetos, «asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que les son propias.» Lejos de ser un «obstáculo» para un auténtico desarrollo, con su cultura, cosmovisión y sabiduría ancestral, aportan a la construcción de la sociedad; es más, su irrupción es signo del fracaso del modelo de desarrollo imperante, «con sus vidas son un grito a la conciencia de un estilo de vida que no logra dimensionar los costes del mismo».
La invitación al diálogo y al reconocimiento del otro es urgente. Debemos aprender a respetar y estimar nuestras diferencias, a asumirnos como un país pluricultural y multilingüe. Nuestra historia nos ha mostrado que cuando no se tiene la voluntad de dialogar ni escuchar al pueblo, los desenlaces son dolorosos y nefastos, basta recordar lo sucedido el año 2009 en Bagua. Reconocer nuestra pluriculturalidad, sin duda, es un desafío y una tarea para el Estado, pero también para todas y todos los peruanos. Que estas palabras y gestos de Francisco sean pues de gran alcance y se traduzcan en un compromiso sólido a nivel de Estado y de la sociedad civil.
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Iniciativa VATICANO II
Compartido por Diario La República, Perú