Frei Betto*.- La oposición intraeclesial al papa Francisco es cada vez más enconada. El cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación del Culto Divino, responsable de la vida litúrgica de la Iglesia Católica, atacó abiertamente el año pasado el rito de la misa adoptado por el Concilio Vaticano II.
En carta enviada a un encuentro litúrgico que defiende la restauración de la misa tridentina (rezada en latín y con el celebrante de espaldas a los fieles), el prefecto del Culto Divino criticó el ritual vigente de la misa: «No podemos cerrar los ojos a los desastres, las devastaciones y las guerras que han causado los promotores modernos de una liturgia viva al remodelar la liturgia de la Iglesia de acuerdo con sus ideas.»
El cardenal africano no se da cuenta de que las tradiciones oriundas del Concilio de Trento (1545-1563) también representaron en su época innovaciones en la liturgia católica, muchas de las cuales se apartaban de los ritos iniciales de la Iglesia.
De modo nada sutil, el cardenal Sarah ataca al papa Francisco al expresar en la carta que «muchos creen y declaran en alto y a toda voz que el Concilio Vaticano II produjo una real primavera en la Iglesia (…). En realidad, un número cada vez mayor de líderes eclesiales consideran que esa ‘primavera’ es un rechazo, una renuncia a su herencia milenaria». Según él, existe una «tendencia sacrílega» en la Iglesia después de Vaticano II. El empleo de la expresión «primavera» no fue casual. Ha sido utilizada para definir el clima en la Iglesia después de la elección de Francisco.
El actual pontífice es amado por muchos, pero no por todos, principalmente los conservadores, que actúan a fin de debilitar la autoridad papal. El hecho más mediático ocurrió en Roma, en febrero último, cuando en calles próximas al Vaticano aparecieron carteles apócrifos con críticas a Francisco.
En los carteles aparecía una foto del papa con expresión seria, y textos referentes a actitudes que ha tenido en relación con quienes se oponen a su modo de dirigir la Iglesia: «Francisco, destituyó a jefes de congregaciones, relevó a sacerdotes, decapitó la Orden de Malta, la de los Franciscanos de la Inmaculada e ignoró a cardenales. ¿Dónde está su misericordia?», decía el texto, cubierto horas después por la prefectura de Roma con la inscripción «publicidad ilegal».
En esa misma época, algunos cardenales de Roma recibieron una versión apócrifa de L’Osservatore Romano, el periódico del Vaticano. En la primera plana aparecía una lista de preguntas al papa hechas por cardenales conservadores, y la respuesta era siempre sic et non (sí y no).
Francisco incomoda. Electo en marzo de 2013, tras una serie escándalos que afectaron la imagen de la Iglesia e indujeron al papa Benedicto XVI a renunciar, el nuevo papa adoptó medidas drásticas como realizar una auditoría de las finanzas vaticanas, sancionar a los corruptos de la Curia Romana y a los pedófilos, producir una apertura en lo relativo a las cuestiones de género y sexualidad, criticar el capitalismo, etc. A los tradicionalistas supuestamente puritanos les resulta inaceptable que el papa admita que los divorciados que se vuelven a casar puedan recibir los sacramentos, y los homosexuales ser acogidos en el seno de la Iglesia.
«El papa es el vicario de Cristo en la Tierra, pero no es Cristo. Puede errar, pecar y hasta ser corregido. No concuerdo con su modo de gobernar. La Iglesia está hoy inmersa en la confusión y la desorientación: los fieles necesitan certezas, pero no logran encontrarlas. Corremos el riesgo de una escisión», afirma Roberto de Mattei, presidente de la Fundación Lepanto, que aboga por «la defensa de los principios y las instituciones de la civilización cristiana».
Se sospecha que los seguidores de de Mattei fueron quienes divulgaron los carteles ofensivos sobre Francisco. Él se defiende: «No sé quiénes son los autores [de los carteles], pero no fuimos nosotros. En Roma se percibe un clima de miedo típico de los regímenes totalitarios. Estamos en presencia de una monarquía absoluta que emplea la colaboración de cardenales y obispos, pero les da poca autonomía. Al papa le encanta nombrar comisionados especiales para muchos asuntos y así poder siempre ser él quien decide al final», declaró de Mattei.
El historiador Massimo Faggioli, profesor de Teología de Villanova University (EE. UU.), opina que es posible identificar tres tipos de oposición al papa: teológica, institucional y política. «La teológica parte de algunos sectores de la Iglesia que creen que el papa es demasiado moderno en cuestiones como el matrimonio y la familia. Es una oposición pequeña, que procede de forma respetuosa», afirma el profesor.
En esa trinchera se destacan cuatro cardenales ultraconservadores: Walter Brandmüller y Joachim Meisner, de Alemania; Carlo Cafarra, de Italia; y Raymond Burke, de los Estados Unidos. En septiembre de 2016 solicitaron, en una carta abierta, que el papa corrigiera «errores doctrinarios» de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia (Alegría del Amor), una guía para la vida en familia que predica la aceptación por parte de la Iglesia de comportamientos propios de la sociedad contemporánea.
En la oposición institucional se encuentran quienes insisten en mantener el status quo. «Algunos cardenales tienen miedo a perder privilegios o a un cambio en los mecanismos para el nombramiento de los obispos», dice Faggioli.
El historiador considera que la mayor oposición a Francisco tiene que ver con sus actitudes políticas: «El papa habla sobre vivir juntos, construir puentes en vez de muros. Son cuestiones ‘inconvenientes’ para la política global actual, pues contrastan con las ideas de la derecha francesa, italiana y norteamericana. Se las tiene por una amenaza. El papa puede lidiar con las dos primeras oposiciones, pero la política es la más difícil», afirma.
La reacción contra el papa no se concentra solo en Italia y Europa. El periodista italiano Nello Scavo, autor del libro Los enemigos de Francisco, dice que hay grupos en los Estados Unidos empeñados en debilitar el liderazgo papal: «Hay grupos financieros, fabricantes de armas y multinacionales que quieren que el papa pierda poder. Su retórica es muy anti-establishment. Ha afirmado que nuestra economía mata, condenó el capitalismo y se ha hecho oír sobre cuestiones ecológicas», dice Scavo citando críticas a Francisco realizadas por el centro de estudios conservador American Enterprise Institute (AEI).
El AEI cuenta entre sus dirigentes con varios antiguos integrantes del gobierno de George W. Bush, entre ellos el exvicepresidente Dick Cheney. «Cheney forma parte de AEI, fue miembro del consejo de Lockheed Martin, el principal fabricante de sistemas de defensa del mundo, y uno de los principales financiadores de AEI es Halliburton», afirma el periodista, refiriéndose a la multinacional de servicios para la exploración de petróleo.
Matteo Ciofi, periodista de la emisora católica canadiense Salt and Light, dice que la oposición teológica es, en realidad, la que menos debe preocupar al papa. «No es posible que un cardenal africano y uno europeo tengan la misma visión sobre la familia. Forma parte de las diferencias culturales, es normal que haya críticas. El problema dentro de la Iglesia se concentra en quienes no quieren perder sus privilegios», dice.
Al papa Francisco se aplica lo que le dice a María el viejo Simeón refiriéndose a Jesús: «[este es] señal que será contradicha» (Lucas 2, 34).
Frei Betto es autor, entre otros libros, de Um homem chamado Jesus (Rocco).