Frei Betto*.- Tú eres mi Señor y mi Dios. Pienso en Ti todas las horas todos los días, al despertar y al comer, al trabajar y al divertirme, y tu existencia llena mis sueños por la noche.
Al despertar mi primer pensamiento se dirige a Ti. A lo largo del día me dejo guiar por tu luz. Ella refulge en todo cuanto me rodea, desde las ropas con que me visto a los complementos que ponen encanto en mi vida.
Con tu presencia siento que mis pies pisan en tierra firme. Y tu ausencia me entristece porque me arroja en los brazos del desamparo. Señor, líbrame de la pobreza y condúceme por los caminos de la prosperidad.
Eres mi alegría y mi consuelo, pues en Ti deposito toda mi confianza. ¿Qué sería de mí sin tu compañía? ¿cómo podría vivir sin tu apoyo? ¡Tú eres mi salvación!
Te conservo como a las niñas de mis ojos. A cada hora confío en tu bendición para mi vida y me aseguro de que soy digno de tus abundantes dones. Ellos me hacen sentir amado y bendecido, a salvo de los infortunios y de los males que tanto afligen a quienes no gozan de tu protección.
En Ti pongo mi seguridad. Gracias a Ti camino por sendas enlosadas de oro. Tu divina luz resplandece en mi casa y en mi trabajo. Tu mano me cubre y por eso todos me tratan con respeto y reverencia.
Tu milagroso poder aplaca sufrimientos y diluye las dificultades. En la aflicción y en la carencia recurro a Ti, pues de Ti emana la fuerza que desata todos los nudos y derriba todas las barreras. Ante Ti me pongo de rodillas e inclino mi cabeza. ¡Soy siervo y esclavo tuyo! Haz en mí lo que sea tu voluntad.
Por Ti soy capaz de correr peligros, de infringir las leyes humanas y de soportar la mala fama. Tu atracción y tu fascinación me son irresistibles. Tú me conduces y me agasajas, y yo te amo por encima de todas las personas y de todas las cosas.
Si te apartas de mí desfallezco, invadido por un sentimiento de orfandad. Cuando te distancias de mí se me abre el piso bajo los pies, me recubre la vergüenza y mi corazón se siente corroído por la envidia de aquellos que nunca se encuentran excluidos de tu amparo.
Tú eres mi guía, y de Ti proceden mi salud y mi felicidad. Cuando te aproximas, mi alma se alegra. Cuando te apartas, me abate la desolación. No soy nada sin tu presencia inefable. En ella encuentro mi valor y la razón de vivir.
Me sedujiste y yo me dejé seducir. Aunque muchos te acusen de causar males y provocar división donde había unidad, jamás levantaré mi voz contra Ti. ¡Tú eres mi pastor! ¡nada me faltará!
Es a Ti a quien más anhelo, y por Ti se mueven mi voluntad y mi inteligencia. Sea que llueva o haga sol, a Ti es a quien busco. Tú eres el espíritu que me anima. En todo lo que hago o planeo suspiro por tu divina compañía.
No soportaría vivir sin tus bendiciones y la inmensa plenitud que deriva de tus dádivas. Ellas se transparentan en todos los bienes que me adornan y me dignifican ante los ojos de los demás.
Pero si te apartas de mí, a nadie le importaría yo nada, ni me extenderían las manos. Sería botado como escoria del mundo. Todos evitarán cruzarse en mi camino, y quienes por ventura lo hicieran torcerían el rostro para otro lado.
Pero cuando regreses a mi vida, todos me rendirán homenaje y darán honores. No a mí sino a tu poderosa manifestación, capaz de abrir puertas y corazones, y de suscitar, en aquellos que te adoran, deseos infinitos.
No hay fronteras ni obstáculos para tu poder. Tú eres capaz de cambiar los pasos y el carácter de los hombres, y de convertir naciones enteras a tus designios.
Mi Señor y mi Dios, he aquí tu sagrado nombre, aclamado y glorificado por toda la Tierra.
El Dinero.
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Frei Betto es escritor, autor de «Un Dios muy humano», entre otros libros.
www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.