Rosa Bertha Achuy Aguilar*.- La vida cotidiana en el área rural enfrenta desde siempre desafíos para lograr su desarrollo. Entre ellas podemos mencionar: la dispersión demográfica, el escaso acceso a vías y medios de transporte y de comunicación adecuadas, y el limitado acceso a servicios que ayuden a la mejora de su bienestar como son los servicios de salud y educación.
Este aislamiento territorial cobra mayor importancia en estos territorios donde discurren no solo procesos productivos, sino también intercambios culturales, relaciones sociales, organizaciones políticas de bases, creación de mercados e intervenciones de políticas públicas entre agentes que, por lo general, están excluidos de procesos de desarrollo -no solo a nivel nacional sino incluso en sus regiones- y que buscan espacios donde expresarse y desarrollarse.
Como un resultado de este aislamiento territorial, las personas (principalmente quienes están en edad de trabajar) migran en búsqueda de mejores oportunidades de desarrollo y crecimiento personal, lo que profundiza la separación del núcleo familiar, la pérdida de potenciales líderes que apoyen el fortalecimiento de su identidad cultural y de organizaciones de base, la pérdida de fuerza laboral en la zona rural y la disminución de la participación de actores rurales dentro de las cadenas de valor. En consecuencia, hay una pérdida de recurso humano y resquebrajamiento del tejido social importante para el logro de transformaciones hacia el desarrollo rural.
Como país no podemos estar ajenos a estas limitaciones, puesto que en esos espacios existe una rica fuente de recursos humanos, físicos, culturales y sociales, cuyo adecuado engranaje a la economía nacional puede generar un desarrollo sostenible como país.
Si bien en el transcurrir de los años ha habido políticas que han buscado el desarrollo en el área rural, como ciudadana de a pie, al transitar por zonas alejadas en la sierra, observo que aún hay mucho por hacer para vincular el sector rural al urbano, para que el sector rural se aproxime al nivel de oportunidades de crecimiento existente en las ciudades. Se requiere estrategias no centralistas sino participativas hacia un desarrollo óptimo y sostenible a nivel nacional.
Sin embargo, para hacer más eficiente el rol participativo en el sector rural se requiere complementar el conocimiento existente en los pueblos con una formación ciudadana donde la persona se reconozca libre, con reconocimiento de su ciudadanía, y una visión local y nacional que ayude a clarificar y a desarrollar sus capacidades en la búsqueda de mejores mercados en un contexto globalizado.
Así, la educación toma un rol importante dentro de la formación de capital humano, ante la complejidad de la problemática existente en las zonas rurales, realizar estrategias educativas en estas zonas encara un mayor desafío, puesto que se debe tomar en cuenta una realidad poco conocida en un Estado que aún se encuentra en proceso de descentralización.
Estas estrategias deben conocer las necesidades y las potencialidades existentes sin dejar de lado los siguientes ejes trasversales: (1) que ayude a formar personas que reconozcan, exijan sus derechos y responsabilidades en zonas con insuficiente presencia del Estado; (2) que ayude a la población a organizarse a fin de incrementar su presencia en las cadenas de valor, a tecnificarse y a ser capaz de articularse de manera más competitiva en los mercados; (3) que aporte en la gestión del conocimiento, pues vivimos en un mundo globalizado donde el desconocimiento de herramientas tecnológicas es una potencial situación de exclusión en la sociedad actual, donde la información se actualiza de manera permanente y, ante la amplia cantidad de información, se hace necesaria la participación conjunta de las personas, de manera que ayude a canalizar de manera adecuada la información y el conocimiento, no solo dentro de su zona sino también de manera articulada con otras redes productivas, con el Estado y otros actores privados.
Si buscamos como país un desarrollo inclusivo, equitativo y sostenible requerimos fortalecer políticas de crecimiento con rostro humano y solidario, que promuevan cadenas productivas dinámicas en un marco de justicia y equidad, una economía que no solo busque potencializar los factores físicos y tecnológicos, sino que priorice el capital humano como factor importante en el fortalecimiento de cadenas de valor y del tejido social, importantes para un desarrollo sostenible y armónico.
* Ministerio de Educación del Perú
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