Sofía Montañez Castro* (EVARED) – La encíclica «Dios es Amor» inicia diciendo que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello un orientación decisiva». Esta es una afirmación que debería profundizarse más hondamente especialmente en estos tiempos de exitismo, apariencias, soledades y desorientaciones porque tal vez lo que a nosotros los creyentes nos está faltando es una profunda experiencia de Dios.
Para muchos cristianos la relación con Dios se limita al cumplimiento de preceptos y normas, mandatos, que llevan a creer falsamente que Dios está conmigo porque me porto bien, voy a misa, rezo, hago ayuno y penitencia. La persona establece una relación con Dios desde una lógica de méritos, recompensa, retribución o en el peor de los casos llena de escrúpulos, culpabilizaciones y hasta comportamientos de doble moral. Es por esto que la ley por la ley se agota en sí misma y no puede ser fuente de vida plena.
Es en este sentido que se entiende que la sola Escritura no basta. Pero ¿en sí misma no es la Revelación de Dios? Sí, pero es necesario que el corazón se abra, los sentidos se dispongan y los afectos se ordenen para poder acoger la Palabra y, de este modo, hacerla estilo de vida a partir de encontrar el propósito del Señor a la propia existencia.
Todo esto implica optar por un camino espiritual que permita reconocer una relación con Dios desde la incondicionalidad de su Amor y que reciba como respuesta la gratitud en el deseo de aprender a querer a Jesús como Él lo hace conmigo, con la pasión del amor que todo lo da, que todo lo entrega.
Las personas que hoy se encuentran perdidas, desilusionadas, apagadas, heridas necesitan sentirse abrazadas y sostenidas por un Dios compasivo que les devuelva la confianza en su propia humanidad y les conceda esperanza de futuro. En cambio, no necesitan de sermones y doctrina que suena a refrito, con discursos idealizados y fuera de contexto que no se conectan con la vida cotidiana y sus desafíos. No se trata de reforzar en los creyentes unas ideas de resignación que limitan la propia libertad o son simplistas en la medida que se cree que Dios actúa por fuera de nosotros y, por ello, resta capacidad de gestión y creatividad propia para salir adelante.
Es necesario que cada uno y una logre ganar destrezas en reconocer lo que Dios le está comunicando por medio de su Hijo e identificar qué resonancias tiene eso en mí, encontrar la Alegría del Evangelio. Por ello, es importante un encuentro personal con Dios que nos ayude a darle un nuevo horizonte a nuestra vida cotidiana, que nos ayude a mirar nuestras vivencias desde su mirada de Amor.
Dispongámonos para transitar nuevos caminos hacia Dios para que en Él tengamos Vida.
* Psicóloga. Comunidad de Vida Cristiana (CVX)
Artículo, compartido por «La perifieria es el centro», diario La República,19-02-16