«En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia». Papa Francisco, Fratelli Tutti – 225, octubre 2020.
Llegamos a la carta Nro. 100 en un tiempo en el que también nuestra Comisión celebra 50 años de servicio a la comunidad y frente a terroríficas imágenes del país, como la masacre carcelaria, el micro y macro tráfico de sustancias ilícitas, el sicariato, sin dejar de lado la corrupción, la desnutrición infantil, la migración…, y con temor nos preguntamos: ¿está el Ecuador social y éticamente quebrado?
Vivimos en medio de muchas realidades atravesadas por fuerzas disociadoras que amenazan los cimientos de nuestro país, incrementando los problemas endémicos y agudizando otros relativamente nuevos. Además, prima el individualismo que rompe toda idea de unidad y cooperación, que se manifiesta en escándalos de todo tipo. Situaciones que nos abruman junto con la viveza criolla, el caciquismo, el palanqueo, el abuso de poder, el egoísmo, la injusticia, el narcotráfico, la pobreza, el desempleo, la violencia y un largo etcétera.
La salida de la crisis es complicada, compleja, desafiante… y el desánimo, la frustración y el quemeimportismo están presentes. Sin embargo, aún hay personas con esperanza, que siguen luchando solidariamente, trabajando por la justicia, obrando con decencia, combatiendo la corrupción y la impunidad, negándose a ser parte de un «sistema oprobioso» que se ha olvidado del ser humano y la casa común.
La tarea es construir la paz desde la justicia, puesto que el «fruto de la justicia es la paz» (Sant, 3-18). Resulta estéril decir que vivimos en paz, si hay injusticia, corrupción, impunidad, personas vulnerables sin hogar o con hambre y sed de alimento y de justicia… La utopía humana y cristiana de la paz y la justicia son motores que mueven y articulan propuestas encaminadas a su búsqueda con solidaridad y respeto, enfocadas con equidad y ecuanimidad, con soberanía y dignidad, a sabiendas de que con solo la conciliación de voluntades, la coherencia, la búsqueda sincera de consensos abiertos, el actuar contra corriente y el esperar contra toda desesperanza, entre otras actitudes, construirán la paz en el diario vivir y convivir.
La justicia no se logra de inmediato ni por decreto, sino creando condiciones humanas, sociales, económicas, ambientales, culturales… que aseguren un proceso de inclusión, unidad y compromiso solidario, capaces de promover una paz duradera y sostenible. La justicia va más allá del simple deseo, pensamiento o eslogan; es un compromiso de vida cotidiana, de políticas coherentes puestas en acción con humildad, solidaridad, resiliencia, voluntad de encuentro generoso, desprendimiento y renuncia de fanatismos y posiciones extremas.
En estos 50 años, la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, ha trabajado en esta línea y muchas personas han dejado su aporte y huella en este sentido. Sus miembros, en cada momento, han sido presencia activa, para que la Comisión desarrolle su trabajo enmarcado en la coyuntura que ha enrumbado a nuestro país desde 1971.
El discernimiento ha sido un camino que le ha permitido amalgamar visiones, a veces hasta divergentes, que en medio del debate y de posiciones políticas disímiles, ha logrado plasmar propuestas inspiradas en el Evangelio para «anunciar y denunciar», con una palabra firme, los valores del Reino de Dios.
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Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe