Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en el segundo domingo de Adviento, ciclo A, correspondiente al domingo 4 de diciembre de 2022. La lectura es tomada del Evangelio según San Mateo 3, 1-12.
“Preparen el camino del Señor”
¿Es importante arrepentirse?
Fíjate en esta historia:
<Érase una mujer que fue expulsada del cielo. Al salir le dijeron que sería admitida de nuevo, si traía el regalo más querido por Dios.
Trajo gotas de sangre de un patriota que murió en la batalla. Trajo el dinero que una pobre viuda había dado a los pobres. Trajo la Biblia de un famoso predicador. Trajo el polvo de los zapatos de un famoso misionero. Trajo muchas reliquias de santos.
Ninguno de esos regalos era el que más le agradaba a Dios.
Un día vio a un niño que jugaba en una fuente. Un hombre a caballo se apeó para apagar su sed y, al ver al niño, recordó la inocencia y la alegría de su infancia. Miró al agua y vio el reflejo de su cara arrugada y endurecida, y toda su vida sucia y malvada pasó por su mente. Lágrimas de arrepentimiento llenaron sus ojos y regaron sus mejillas.
La mujer cogió una de esas lágrimas, la llevó al cielo y fue recibida con gran alegría por los ángeles y por Dios.> (Félix Jiménez, escolapio)
He aquí otra historia más corta:
<Érase un padre cuyo hijo estaba en la cárcel y a quien visitaba todas las semanas durante los últimos seis años. El hijo se negaba a recibirlo. Pero un día, siempre hay un día, el hijo le abrió todas las puertas, incluida la de su corazón. Este fue el mejor regalo de toda su vida.>
Fue otro hijo pródigo, que llenó de felicidad el corazón de su padre.
Dios también espera ese milagro de muchos de sus hijos.
Esto es lo que predicaba Juan el Bautista a los judíos: “Arrepiéntanse. Reformen sus vidas«.
No ha habido un profeta en Israel por cuatrocientos años, y la gente está ansiosa de escuchar a un profeta.
¿Cómo se presenta Juan el Bautista?
No ha habido un profeta en Israel por cuatrocientos años, y la gente está ansiosa de escuchar a un profeta.
“Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura”.
Iba vestido igual que Elías (2 Reyes 1:8). Los judíos esperaban que Elías regresara antes de la venida del Mesías (Malaquías 4:5), y la vestidura de Juan le identifica como el que cumple esa profecía.
La vestidura y dieta de Juan indican que él se ha adaptado a la vida del desierto. Su modesto estilo de vida también sirve de una protesta viviente contra todo egoísmo y desenfreno, frivolidad, descuido, y la falsa seguridad con la que mucha gente se apresura hacia su perdición.
Juan se presenta como un profeta.
¿Cómo era el bautismo de Juan y qué bautismo nuevo promete?
La gente que venía a escucharlo, confesaba sus pecados y Juan los hundía en las aguas del Jordán. Era un símbolo de limpieza y de renacimiento, de empezar de nuevo: del agua nace la vida. Estaban convencidos de que así preparaban la llegada del Mesías.
Pero Juan les anuncia el nuevo bautismo que traerá el Mesías:
“Yo les bautizo con agua para que Vds. se conviertan; pero el que viene detrás de mi puede más que yo, y no merezco llevarle las sandalias. Él les bautizará con Espíritu Santo y fuego”.
Jesús bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. El Espíritu Santo llegará en Pentecostés (Hechos 2:38), y vendrá con fuego refinador, que destruye las impurezas y deja solo lo puro.
Muchos fariseos y saduceos se presentan también para ser bautizados.
Y Juan los llama «raza de víboras«, hipócritas. No han mostrado ‘frutos dignos de arrepentimiento’… De nada les sirven los ayunos… “Lo único que vale es la justicia y las obras del amor. Arrepiéntanse de sus pecados”.
¿Y qué responden aquellos fariseos y saduceos?
Siempre encuentran explicaciones a su manera de vivir, siempre encuentran una justificación de sus pecados.
Por ejemplo, ellos dicen: «Tenemos a Abrahán por padre». Y se quedaban tan tranquilos.
Juan les avisa que su conexión con Abraham no les salvará.
Ya la segur está puesta á la raíz de los árboles” (v. 10).
A la hora de arrepentirnos, ¿conviene saber cuál es el pecado peor?
“Homo homini lupus” (“el hombre es un lobo para el hombre»), escribió el comediógrafo latino Tito Macio Plauto (254 a. C. – 184 a. C.).
Y todos repetimos: “El pez grande se come al chico”
En la sociedad hay dos tipos de personas: los opresores y los oprimidos. La línea divisoria puede ser el género, la etnia, la raza, la clase social…
Un grupo aparece como el lobo y el otro como el cordero.
¿Y cómo sería en este contexto el ‘reino de los cielos’, prometido por Juan y traído por Jesús?
Precisamente la Primera Lectura de hoy, de Isaías, nos presenta una escena idílica:
“El lobo habitará con el cordero, el puma se acostará junto al cabrito, el ternero comerá al lado del león y un niño chiquito los cuidará. La vaca y el oso pastarán en compañía y sus crías reposarán juntas, pues el león también comerá pasto, igual que el buey.
El niño de pecho jugará sobre el nido de la víbora, y en la cueva de la culebra el pequeñuelo meterá su mano”. (Is 11, 1-10).
El reino de los cielos, al que nos invita Isaías, Juan el Bautista y Jesús, es que todos podemos estar bien sin necesidad de que haya vencedores y vencidos.
Para estar bien, no se requiere eliminar a los demás.
El texto de Isaías podría terminar así: “Y todos desde entonces vivieron felices”, mientras oramos: “Venga a nosotros tu Reino”, este Reino descrito por Isaías.
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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)