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SIGNIS ALC

04 junio 2021

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Evangelio Dominical: Corpus Christi

Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en el décimo domingo del Tiempo Ordinario B, en la solemnidad de Corpus Christi, correspondiente al domingo 6 de junio 2021. La lectura es tomada del Evangelio según San Marcos 14, 12-16. 22-26.

 

«Tomen, esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos.»

 

Hoy el Evangelio toca un punto central en la Iglesia Católica: la Eucaristía. ¿Cuándo ocurrió lo que cuenta el evangelio de hoy?

 

En la última Pascua judía, que celebró Jesús con sus discípulos. Y dentro de aquella Pascua, en la Última Cena.

 

Acercándose a Jerusalén envió a dos discípulos por delante para conseguir la casa de algún amigo y preparar la cena.

 

¿Qué tipo de fiesta era la Pascua judía?

 

La Pascua como tal fue, en sus orígenes, una fiesta de pastores, en la que se comía cordero; y se unió a la Fiesta de los Ázimos, una fiesta de agricultores, en la que se comía el pan de la nueva cosecha.

 

La noche de la liberación de los israelitas en Egipto fue en Pascua: debían comer cordero, con cuya sangre pintarían las puertas de sus casas, para que el Ángel que exterminó a los primogénitos de los egipcios no entrara en ellas.

 

Como era también la Fiesta de los Ázimos aquella noche los israelitas debían también comer pan ázimo, sin levadura, pues no tenían tiempo para que la levadura fermentara, ya que en la mañanita debían salir de Egipto, liberados por fin de aquella terrible esclavitud, camino de la Tierra Prometida.

 

<Esto fue lo que Israel conmemoró durante siglos hasta los tiempos de Jesús. La Pascua era la fiesta de la independencia nacional. Una celebración patriótica y religiosa.

 

El centro de la fiesta de Pascua era la cena. Y el plato principal era el cordero comido con pan ázimo.

 

Lo primero que tuvieron que hacer los discípulos, después de tener la casa, fue conseguir el cordero y el pan.

 

¿Cómo conseguían los discípulos de Jesús el Cordero?

 

El cordero se compraba generalmente en los atrios del Templo de Jerusalén, y se sacrificaba allí mismo. Los sacerdotes, descalzos, con las vestiduras propias del culto, degollaban ante el altar, uno tras otro, los corderos que los israelitas varones llevaban hasta el atrio. Después de que la sangre hubiera corrido sobre el altar, como sacrificio agradable a Dios, devolvían las víctimas a sus dueños, que las llevaban a su casa o a hornos colectivos que había en las calles para asarlos.

 

El cordero era aderezado con hierbas amargas: achicoria, berros y cardos. La amargura era un recuerdo simbólico del dolor y lágrimas del pueblo cuando fue esclavo en Egipto.

 

¿Qué significa ‘Pascua’?

 

Pascua, en hebreo «pésaj», significa «paso». Aludía a que Yavé (con su Ángel Exterminador) pasó por Egipto en la noche de la liberación del pueblo. Pasó de largo por las casas de los hebreos señaladas con sangre, y castigó a los egipcios entrando y matando a sus primogénitos. Y el pueblo liberado pudo así pasar por las aguas del Mar Rojo hacia una nueva tierra.

 

¿Cómo se transmitía esta tradición y estas costumbres?

 

Al principio de la cena el más joven preguntaba al mayor el significado simbólico de las oraciones, del cordero, de los panes. Y éste lo explicaba.

 

Las palabras de Jesús en la cena, dando al pan y al vino el sentido de ser su cuerpo y su sangre, hay que encuadrarlas en esta costumbre de siglos.

 

Quien presidía la mesa, generalmente el padre de familia bendecía, partía el pan y daba un trozo a cada comensal. Lo mismo hacía con el vino. Se usaba una copa común, que pasaba de mano en mano durante la comida y de la que todos bebían.

 

Eso hizo Jesús aquella noche de la Eucaristía. Y Jesús explicaba también que en aquella Pascua el Cordero inmolado sería Él mismo.

 

¿Cómo explicar ahora que Jesús es el cordero sin mancha (cf. 1Pe 1,19ss), inmolado por nosotros (cf. 1Co 5,7)?

 

Te contaré la historia de “El castigo paterno”

 

<Érase un muchacho que siempre llegaba tarde a casa cuando salía de la escuela. Los consejos y reprimendas no surtían ningún efecto. Finalmente, un día, su padre le llamó al orden y le dijo:

 

– «La próxima vez que llegues tarde, cenarás pan y agua. ¿Está claro?»

 

El hijo lo entendió perfectamente. Pero pocos días después el muchacho llegó a casa más tarde que nunca. Sus padres no le dijeron nada. Cuando se sentaron a cenar vio que los platos de sus padres estaban llenos y en el suyo había sólo un trocito de pan y un vaso de agua. Miró al pan y luego al agua. El padre esperó un rato para que el hijo interiorizara el castigo. Luego el padre cambió su plato por el del hijo, y se pusieron a cenar.

 

Años más tarde, ese mismo muchacho recordaba aquel episodio de su vida:

 

– «De mi padre aprendí aquella noche cómo es Dios «.> (Félix Jiménez, escolapio).

 

Jesús, cada día nos quita el plato vacío y nos pone delante un plato rebosante de Él mismo, de amor y perdón, y nos dice: «Tomen y coman, esto es mi cuerpo

 

Dios no es un padre severo que castiga. Él se ofrece a sí mismo para que tengamos vida. Este cáliz (v. 25) significa la muerte de su Hijo (cf. Marcos 10, 38ss; 14,36). Pero el vino es también bebida de alegría, bebida de las bodas. Dios preparará un banquete de vinos generosos, refinados (cf. Isaías 25,6), cuando su casa esté llena de todos sus hijos.

 

Así debemos hacer también nosotros. Somos el plato lleno con el amor y el perdón de Dios, que Jesucristo quiere poner en frente de hermanos nuestros que nunca verán otro plato.

 

¿Y qué nos pide Jesús a cambio?

 

Muchos cristianos corren el riesgo de encerrarse en sus devociones: su rosario, sus novenas, sus cofradías, su grupo…y no enterarse de que hay un alimento gratis y más importante que todas las devociones: el Cuerpo de Cristo.

 

«Si no comen mi carne y no beben mi sangre, no tienen vida eterna».

 

Otros se la pasan recluidos en sus casas y en sus negocios, y nunca vienen a este magnífico comedor y no se enteran de que Jesús nos dejó un alimento gratis para vivir unidos a Él y a los hermanos.

 

Las lecturas de hoy

 

Evangelio según San Marcos 14, 12-16. 22-26.

 

<El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: – «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? El envió a dos discípulos, diciéndoles: –Vayan a la ciudad, encontrarán un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo, y en la casa en que entre, díganle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?». Le enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena.»

 

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: –»Tomen, esto es mi cuerpo». Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les dijo: –»Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.» Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos.>

 

Primera lectura. Lectura del Libro del Exodo 24, 3-8

 

<En aquellos días Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: –»Haremos todo lo que dice el Señor». Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos y vacas, como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después tomo el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: –»Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos».

 

Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: –»Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»>

 

– Segunda lectura. Lectura de la carta a los Hebreos 9, 11-15:

 

<Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos. Su templo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado.

 

No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa; cuanto más la sangre de Cristo que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por eso Él es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.>

 

(José Martínez de Toda, S.J.)