Ciudad del Vaticano.- La esperanza cristiana fue el tema de la catequesis que ofreció el papa Francisco en la primera Audiencia General del nuevo año, el miércoles 4 de enero, y en ella enfatizó en que «para hablar de esperanza a quien está desesperado, es necesario compartir su desesperación», y «para secar una lágrima del rostro de quien sufre, es necesario unir al suyo, nuestro llanto». Si no puedo decir palabras así, con el llanto, con el dolor, dijo Francisco, «mejor el silencio; la caricia, el gesto y nada de palabras». dijo.
El Pontífice meditó a partir de la lectura del profeta Jeremías, que habla de Raquel, esposa de Jacob y madre de José y Benjamín, quien llora por sus hijos que – en un cierto sentido – han muerto yendo en el exilio: «El profeta Jeremías habla de Raquel que llora en Ramá porque sus hijos, que han salido para el destierro, ya no están. Raquel representa el dolor de tantas madres que también hoy lloran la pérdida de un hijo o de un ser querido y no encuentran consuelo. Ante el dolor de los demás debemos mostrar una gran delicadeza, y compartir su sufrimiento y su llanto si queremos que nuestras palabras puedan dar un poco de esperanza».
En la catequesis en italiano el Papa profundizó en este punto, al subrayar que Raquel «no quiere» ser consolada, y que dicho rechazo es manifiestación de la profundidad del dolor y de la amargura de su llanto: «ante la tragedia de la pérdida de los hijos, -dijo – la madre no puede aceptar gestos o palabras de consuelo, que son siempre inadecuados, y nunca son capaces de menguar el dolor de una herida que no puede y no quiere ser sanada».
Un rechazo, el de Raquel, que nos enseña cuánta delicadeza se nos pide ante el dolor de los demás, pues, «para hablar de esperanza a quien está desesperado, es necesario compartir su desesperación», y «para secar una lágrima del rostro de quien sufre, es necesario unir al suyo, nuestro llanto». Si no puedo decir palabras así, con el llanto, con el dolor, dijo Francisco, «mejor el silencio; la caricia, el gesto y nada de palabras».
Prosiguiendo con la lectura, el Santo Padre habló de la respuesta de Dios al llanto de Raquel y la aplicación que de este texto realiza posteriormente el evangelista Mateo al referirse a la matanza de los niños en Belén: «Dios responde al llanto de Raquel con una promesa: el pueblo volverá del exilio y vivirá libre en la fe. Las lágrimas de Raquel han engendrado la esperanza. El evangelio de Mateo retoma este texto de Jeremías y lo aplica a la matanza de los niños en Belén, por parte de Herodes. El Hijo de Dios ha entrado en el dolor de los hombres y lo ha compartido hasta el final. En la cruz, Jesús nos entrega a su madre, convirtiéndola en madre del pueblo creyente. Allí, la muerte es vencida y se cumple de modo pleno la profecía de Jeremías. Las lágrimas de María, como las de Raquel, han engendrado la esperanza y una nueva vida».
Para ayudarnos a no olvidar que Jesús, ha entrado en el dolor de los hombres en la Cruz, el Papa ofreció un ejemplo nacido de su propia experiencia: «Cuando alguien se dirige a mí y me hace una pregunta difícil, por ejemplo: ‘Me diga padre: ¿Por qué sufren los niños?’, de verdad, yo no sé qué cosa responder. Solamente digo: ‘Mira el Crucifijo: Dios nos ha dado a su Hijo, Él ha sufrido, y tal vez ahí encontrarás una respuesta. No hay otras respuestas. Solamente mirando el amor de Dios que da en su Hijo que ofrece su vida por nosotros, se puede indicar el camino de la consolación'».
La catequesis en español concluyó con la invitación del pontífice a que pidamos a la Virgen que nos ayude a tener siempre viva nuestra esperanza en medio del dolor, y que con nuestra delicadeza y ternura sepamos ser instrumentos de la presencia y cercanía de Dios para el que sufre.
(Griselda Mutual – Radio Vaticano)