Ciudad del Vaticano.- «Jesús los llama a servir a los hermanos como Él y con Él» les expresó el Papa Francisco a los cinco nuevos cardenales de la Iglesia Católica creados en el Consistorio Ordinario Público que presidió en la tarde de este miércoles 28 de junio. «Jesús camina delante de ustedes y les pide que lo sigan con decisión en su camino», les recordó el Pontífice.
Retomando la imagen del pasaje del Evangelio de Marcos que describe la escena de Jesús con sus discípulos mientras iban de camino a Jerusalén, el Obispo de Roma hizo hincapié en la importancia de seguir a Jesús, «sin distraerse por intereses que no son coherentes con la voluntad de Jesús, que es la voluntad del Padre». Jesús – afirmó el Papa – «no los ha llamado para que se conviertan en ‘príncipes’ en la Iglesia, para que se ‘sienten a su derecha o a su izquierda’. Los llama a servir como Él y con Él.
El Santo Padre puntualizó que la realidad es otra: la realidad es la cruz, es el pecado del cual Jesús ha venido a liberar al mundo. «La realidad son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo, – afirmó – es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos»; la realidad es la «de los campos de prófugos», «la del descarte sistemático», incluidas las personas. Esto – subrayó Francisco – es lo que Jesús ve mientras camina a Jerusalén.
Siguiendo a Jesús, aseguró después el Papa a los nuevos cardenales, «también ustedes caminan delante del pueblo de Dios, teniendo la mirada fija en la Cruz».
Que el Espíritu Santo, pidió finalmente el Obispo de Roma, «reduzca toda distancia entre nuestro corazón y el corazón de Cristo, para que toda nuestra vida sea un servicio a Dios y a los hermanos». (MCM-RV)
Texto y audio completo de la homilía del Papa Francisco
«Jesús caminaba delante de ellos». Esta es la imagen que nos ofrece el Evangelio que hemos escuchado (Mc 10,32-45), y que hace de escenario también para el acto que estamos realizando: un Consistorio para la creación de nuevos Cardenales.
Jesús camina con decisión hacia Jerusalén. Sabe bien lo que allí le aguarda y ha hablado ya de ello muchas veces a sus discípulos. Pero entre el corazón de Jesús y el corazón de los discípulos hay una distancia, que sólo el Espíritu Santo podrá colmar. Jesús lo sabe; por esto tiene paciencia con ellos, habla con sinceridad y sobre todo les precede, camina delante de ellos.
A lo largo del camino, los discípulos están distraídos por intereses que no son coherentes con la «dirección» de Jesús, con su voluntad, que es una con la voluntad del Padre. Así como —hemos escuchado— los dos hermanos Santiago y Juan piensan en lo hermoso que sería sentarse uno a la derecha y el otro a la izquierda del rey de Israel (cf. v. 37). No miran la realidad. Creen que ven pero no ven, que saben pero no saben, que entienden mejor que los otros pero no entienden…
La realidad en cambio es otra muy distinta, es la que Jesús tiene presente y la que guía sus pasos. La realidad es la cruz, es el pecado del mundo que él ha venido a tomar consigo y arrancar de la tierra de los hombres y de las mujeres. La realidad son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos; la realidad es la de los campos de prófugos que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio; la realidad es el descarte sistemático de todo lo que ya no sirve, incluidas las personas.
Esto es lo que Jesús ve mientras camina hacia Jerusalén. Durante su vida pública, Él ha manifestado la ternura del Padre, sanando a todos los que estaban bajo el poder del maligno (cf. Hch 10,38). Ahora sabe que ha llegado el momento de ir a lo más profundo, de arrancar la raíz del mal y por esto camina decididamente hacia la cruz.
También nosotros, hermanos y hermanos, estamos en camino con Jesús en esta vía. De modo particular me dirijo a ustedes, queridos nuevos cardenales. Jesús «camina delante de ustedes» y les pide que lo sigan con decisión en su camino. Los llama a mirar la realidad, a no distraerse por otros intereses, por otras perspectivas. Él no los ha llamado para que se conviertan en «príncipes» en la Iglesia, para que se «sienten a su derecha o a su izquierda». Los llama a servir como Él y con Él. A servir al Padre y a los hermanos. Los llama a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus consecuencias en la humanidad de hoy. Siguiéndolo, también ustedes caminan delante del pueblo santo de Dios, teniendo fija la mirada en la Cruz y en la Resurrección del Señor.
Y así, a través de la intercesión de la Virgen María, invocamos con fe el Espíritu Santo, para que reduzca toda distancia entre nuestro corazón y el corazón de Cristo, y toda nuestra vida sea un servicio a Dios y a los hermanos.
Fuente: Radio Vaticano