Jose Antonio Varela Vidal*- Días atrás reflexionaba con una persona muy mariana, acerca de la edad que tendría la Virgen María al momento de vivir la experiencia de la muerte y resurrección de su hijo Jesús. Si ella lo concibió a los 15 o 16 años y le sumamos la edad de Cristo que fue de 33, tendría menos de 50 años cuando vivió Pentecostés.
Después de esa mención en el cenáculo, no se supo más de María de Nazaret en el Nuevo Testamento. No fue sino hasta 1950 cuando el magisterio de la Iglesia —a través del Papa Pío XII—, nos puntualizó no su edad, sino su final terrenal. Esto fue posible, mediante el dogma de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo.
Otra parte de la conversación giró en que esta elevación debió haber sido muy pronto, pues Dios no tendría por qué postergar la coronación que le tenía reservada, como reina y madre de toda la creación que la invoca.
Rayos de luz
Por ello es natural que las Letanías Marianas hayan ido brotando desde la antigüedad, a modo de súplica, rogativa o alabanza, que no son otra cosa que los títulos y reconocimientos con que la Iglesia naciente fue reconociendo la grandeza y predilección de Dios por su madre.
Han transcurrido poco más de dos mil años y la Iglesia sigue añadiendo nuevos títulos y su gratitud a la Virgen María. En esta oportunidad, lo hace a través del Papa Francisco, quien, mediante la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los sacramentos, ha pedido al mundo entero que se añadan tres nuevas letanías para destacar aún más las características misericordiosas y consoladoras de su máxima patrona.
Fue así que mediante una carta firmada por el prefecto de dicho dicasterio vaticano, el Cardenal Robert Sarah, cuyos destinatarios fueron los presidentes de las conferencias episcopales del mundo entero, se establece la incorporación de las fórmulas «Madre de la Misericordia», «Madre de la Esperanza» y «Alivio de los Migrantes».
Según el mismo documento, fechado el 20 de junio último, la primera invocación se colocará después de «Madre de la Iglesia», la segunda después de «Madre de la Divina Gracia» y la tercera después de «Refugio de los pecadores».
Características marianas
Si bien la Iglesia contaba ya con 52 letanías, el pontificado actual ha querido plasmar en nuevas súplicas, lo que ha sido el eje del magisterio del Papa Francisco en estos siete años.
La primera, Madre de la misericordia, refleja las enseñanzas del Santo Padre desde el inicio, esto es, de que «Dios nunca se cansa de perdonar, sino que somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón». Por ello, tiende ese puente hacia el perdón divino que es la Virgen, quien como madre solícita movió por primera vez el corazón de su hijo, al interceder por los novios en las Bodas de Caná.
En el caso de la segunda, Madre de la esperanza, el papa Bergoglio confía a María todas la grandes tareas y proyectos que ha emprendido, algunos de las cuales requieren de una férrea confianza de que esperar, es creer en las promesas de Dios.
Allí están sus insistentes llamados a una cultura del encuentro, a la vivencia de un Evangelio de la alegría, a la protección del medio ambiente y hasta la misma reforma de la curia y otras estructuras eclesiales —léase parroquias, congregaciones religiosas, escuelas, medios de comunicación.
Y es la tercera, Alivio de los migrantes, con la que se ha completado la modificación prevista. Dicha letanía es una muestra de confianza en la intercesión de la reina del cielo, frente a un problema creciente y de mucho sufrimiento que ha demandado la intervención directa y continua del Papa. Nos referimos a esta dura realidad de desplazamiento y de falta de oportunidades, como es la migración a escala mundial.
Nuevas flores
Los cambios realizados por el Papa Francisco no han sido los únicos que han modificado el listado de Letanías Marianas Lauretanas, término este último que hace referencia al lugar donde se habrían escrito la mayoría de estas, es decir la Casa de Loreto (hoy convertida en santuario en Italia). Fue hasta este lugar, donde según la tradición, fue trasladada la morada de María, en la que recibió la visita del Arcángel Gabriel.
Con el fin de destacar más este reconocimiento, los diversos papas incorporaron nuevas letanías. Fue así que tenemos el caso del papa Pío V, quien introdujo en el siglo XVI la invocación «Auxilio de los Cristianos». Aunque ya aparecía desde el siglo XVIII, después de la definición dogmática de 1854 el Papa Pío IX le dio carácter absoluto a las letanías «Madre Inmaculada» y «Reina concebida sin pecado original».
Algunas de las que se incorporaron en el siglo XX fueron «Reina de la Paz» (Benedicto XV), así como «Madre de la Iglesia» (Pablo VI) o «Reina de la Familia» (Juan Pablo II).
Alabanza y súplica
Las letanías a la Virgen María se suman a otras invocaciones que ha desarrollado la Iglesia para el Santísimo Sacramento, para los santos, al Sagrado Corazón de Jesús, a san José, entre otras de alabanza e intercesión, que forman parte de la liturgia y los sacramentales.
Es muy común que después de la bendición con la custodia, se alabe a Cristo sacramentado con letanías; también se invoca a los santos durante las ordenaciones al ministerio sagrado en sus tres grados (obispo, presbítero o diácono).
Para muchos, es usual hacerlo al final del rezo del Santo Rosario, a modo de completar los «piropos» que se han elevado a la madre de Dios en cada cuenta. Sin embargo, las letanías no tienen que formar parte de una ceremonia o de un rosario, para poder expresarlas.
Todo cristiano puede manifestar su amor a Dios, a los santos o a María, enunciándolas de modo personal, para fortalecer mejor su relación filial con lo divino.
* José Antonio Varela, periodista peruano, colaborador de SIGNIS ALC
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Fotografía: Imagen de la Imaculada, del escultor Bernardo de Legarda, uno de los escultores de mayor prestigio en la Real Audiencia de Quito (hoy Ecuador). Su trabajo se desarrolló a partir del segundo tercio del siglo XVIII. Mantuvo un gran taller en Quito, en el que trabajaron criollos, mestizos, indígenas e incluso mulatos y negros. Son clásicas sus Inmaculadas, comunmente conocidas como la Virgen de Quito, cuya advocación llegó a tener gran acogida en la Capital de la Audiencia. Sus obras fueron muy valoradas no solo en Quito sino en el exterior.