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20 julio 2021

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Delincuencia y miedo social

Delincuencia y miedo social

“En cualquier caso, esta violencia que se comete «por partes», en modos y niveles diversos, provoca un enorme sufrimiento que conocemos bien: guerras en diferentes países y continentes; terrorismo, criminalidad y ataques armados impredecibles; abusos contra los emigrantes y las víctimas de la trata; devastación del medio ambiente”. Papa Francisco, 50 Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2017.

 

Los medios de comunicación presentan cotidianamente un panorama de miedo debido al incremento constante de la delincuencia. En los últimos cinco años, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos – INEC, los homicidios por año crecieron: 2017: 972 casos; 2018: 994 casos; 2019: 1188 casos; 2020: 1372 casos; 2021 (hasta mayo): 860 casos.

 

Los asaltos a personas, sea en casas, calles, plazas, parques, vehículos o locales comerciales son cotidianos, cada vez con más peligrosidad y alevosía. Ya no solo amenazan y someten con arma blanca o de fuego, ahora los delincuentes utilizan otros elementos tan o más peligrosos, como rosear gasolina a la víctima o a quien pretenda defenderlo.

 

La delincuencia llena de miedo a la sociedad y paraliza cualquier acción de la ciudadanía. Los asaltantes son hombres, mujeres y ahora también niños. Sí, niños, a quienes los padres o quienes los manejan, les enseñan mecanismos para robar, asaltar, agredir y hasta matar. Estas escuelas del delito callejero abren un itinerario de perfeccionamiento hacia el crimen mayor.

Algunos adolescentes y jóvenes, convertidos en sicarios, cometen asesinatos violentos a cambio de dinero.

 

Es necesario aclarar que no se es criminal debido a la pobreza. No confundamos pobre con delincuente, el pobre trabaja para ganar su sustento y el de su familia, en cambio el delincuente perjudica y daña de forma premeditada y violenta a otros. El malhechor olvida el valor de la vida y ataca a mansalva, sin medir consecuencias. La pobreza o desigualdad jamás justifica el robo, asalto, secuestro o asesinato.

 

La ganancia rápida y fácil se ha convertido en el objetivo principal para muchos, de allí que el narcotráfico, sin importar el daño y muerte que genere, tiene muchos adeptos y tentáculos. La prueba está en la actuación de las mafias que dominan y asesinan a quienes se les oponen, dentro o fuera de los recintos carcelarios.

 

La corrupción en la política es otra forma de delinquir y es el termómetro para la delincuencia común, ante lo cual, cualquier ciudadano puede pensar que, si los líderes roban y se aprovechan –hasta de la pandemia– para enriquecerse, por qué no hacerlo, aunque sean pequeños objetos como un celular o una billetera.

 

También vemos como en la protesta social, que es justa y necesaria, se infiltran quienes distorsionan su propósito original y realizan acciones de vandalismo, saqueo, destrucción y hasta crimen. Los casos son más que conocidos en nuestro país, en América Latina y el mundo.

 

Es imperativa una justicia seria que cumpla con sus deberes y facilite las causas, en lugar de complicarlas y hacerlas impracticables, ya que «a ustedes, jueces, corresponde hacer justicia, y les pido una especial atención en hacer justicia en el campo de la trata y del tráfico de personas y, frente a esto y al crimen organizado, les pido que se defiendan de caer en la telaraña de las corrupciones», señaló el Papa Francisco a la Cumbre internacional de jueces y magistrados contra el tráfico de personas y el crimen organizado, en el 2016.

 

El país demanda seguridad para desterrar el miedo, tarea prioritaria de las autoridades pertinentes. También es hora para que, desde la educación, recuperemos los valores familiares para construir una sociedad justa, solidaria, inclusiva y equitativa.

 

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Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe.