“Se trata, de integrar en el desarrollo todos aquellos elementos que realmente hacen que sea así. Los diferentes sistemas: la economía, las finanzas, el trabajo, la cultura, la vida familiar, la religión son, cada uno en su especificidad, un momento irrenunciable de este crecimiento. Ninguno de ellos puede ser absoluto y ninguno puede ser excluido de un concepto de desarrollo humano integral, es decir, que tenga en cuenta que la vida humana es como una orquesta que suena bien, si los diferentes instrumentos se armonizan y siguen una partitura compartida por todos”. (Papa Francisco, 2017).
El desarrollo local es un proyecto colectivo diseñado y ejecutado con un conjunto de acciones planificadas, en un tiempo determinado y en un territorio concreto, construido por todos los actores sociales, políticos, culturales, cuya participación permite enfrentar el cortoplacismo, el clientelismo, la improvisación, el dispendio de recursos humanos y económicos, el subdesarrollo, el desempleo, la ausencia de servicios de salud y educación, la inequidad, la contaminación ambiental, la corrupción, la impunidad, la injusticia… realidades que impiden mejorar la condición de vida de los ciudadanos.
El centro y el fundamento del desarrollo local es el ser humano. Desarrollo que busca reducir las diferencias entre los sectores urbano y rural. Un proceso histórico que apuesta al futuro tomando en cuenta que la participación comunitaria es el eje articulador, planificador y ejecutor de su propuesta colectiva de desarrollo. Solo así será sostenible y sustentable en el tiempo.
Para que haya desarrollo local es importante reconocer la diversidad de cada pueblo y territorio: principios y valores, sueños y esperanzas, angustias y dolores… factores determinantes al establecer prioridades, objetivos, metas y acciones conjuntas, que permitan valorar los recursos naturales existentes, fortalecer el tejido social y el desarrollo económico, cultural, tecnológico, sanitario; impulsar a los sectores productivos, implementar la formación integral e impulsar las estrategias del desarrollo humano.
El desarrollo local se coordina en tres niveles: a) políticos: prefecturas, municipios, juntas parroquiales (Gobiernos Autónomos Descentralizados – GADs); b) sociales: organizaciones ciudadanas, comités pro-mejoras, sindicatos…; y c) organizaciones no gubernamentales (ONGs). En este contexto, algunos de estos actores actúan en complicidad y encubrimiento para imponer su visión particular, auspiciando proyectos ‘personales’ que rompen toda lógica de planificación, duplican actividades, rivalizan, desconocen y deslegitiman acciones realizadas. Con frecuencia prima el cortoplacismo que apuesta al clientelismo y la improvisación y generalmente responde a un caciquismo local o regional.
Los GADs, además enfrentan limitaciones presupuestarias, elevados gastos corrientes, ausencia de personal capacitado y la desarticulación de las realidades económicas, sociales y culturales, que impiden construir el anhelado desarrollo integral y más bien lo que se ha implementado es un subdesarrollo local.
Hay que tener presente que, sin desarrollo local es imposible lograr el tan necesario desarrollo nacional. Es urgente cualificar a autoridades, funcionarios y ciudadanía como agentes y actores del desarrollo local. Todos debemos ser parte de lo que, se denomina ‘lo glocal’, que se define como aquello «que hace referencia a factores tanto globales como locales o reúne características de ambas realidades».
Lo global y lo local, no son visiones contrapuestas, son complementarias pues «El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. (…) «Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano (…). Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera» (Lebret OP)» señalo Paulo VI en la Encíclica Populorum Progressio, No.14, 1967.
Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz
No. 97 – 12 de septiembre 2021
Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe