Medellín, Colombia.- «Estoy seguro de que así como San José protegió y defendió de los peligros a la Sagrada Familia, así también los defiende, cuida y acompaña a ustedes. Y con él, también Jesús y María, porque San José no puede estar sin Jesús y sin María», lo dijo el Papa Francisco a los niños y niñas del Hogar San José de Medellín, durante el Encuentro que sostuvo este sábado 9 de septiembre, en el marco de su Visita Apostólica a Colombia.
En sus saludos, el Santo Padre expresó su alegría y agradecimiento por el recibimiento que le brindaron, así mismo agradeció a Claudia Yesenia – una niña de este Centro de acogida – por su valiente testimonio. «Escuchando todas las dificultades por las que has pasado – afirmó el Pontífice – me venía a la memoria del corazón el sufrimiento injusto de tantos niños y niñas en todo el mundo, que han sido y siguen siendo víctimas inocentes de la maldad de algunos».
Recordando también que el Niño Jesús fue víctima del odio y de la persecución, el Obispo de Roma señaló que, Jesús tuvo que huir con su familia, dejar su tierra y su casa, para escapar de la muerte. «Ver sufrir a los niños hace mal al alma – precisó el Papa – porque los niños son los predilectos de Jesús. No podemos aceptar que se les maltrate, que se les impida el derecho a vivir su niñez con serenidad y alegría, que se les niegue un futuro de esperanza». Pero Jesús, agregó, no abandona a nadie que sufre, mucho menos a ustedes, niños y niñas, que son sus preferidos.
Dirigiéndose a los responsables del «Hogar San José», el Papa Francisco dijo que, «este hogar es una prueba del amor que Jesús les tiene – a los niños – y de su deseo de estar muy cerca de ustedes. Lo hace a través del cuidado amoroso de todas las personas buenas que los acompañan, que los quieren y los educan». Pienso en los responsables de esta casa precisó el Pontífice, en las hermanas, en el personal y en tanta otra gente que ya son parte de su familia. Porque eso es lo que hace que este lugar sea un «hogar»: el calor de una familia donde nos sentimos amados, protegidos, aceptados, cuidados y acompañados.
«A ustedes hermanos y hermanas, religiosos y laicos – alentó el Papa – que en este y en los demás hogares reciben y cuidan con amor a estos niños que desde chicos han experimentado el sufrimiento y el dolor, quisiera recordarles dos realidades que no deben faltar porque son parte de la identidad cristiana: el amor que sabe ver a Jesús presente en los más pequeños y débiles, y el deber sagrado de llevar a los niños a Jesús». En esta tarea, con sus gozos y con sus penas, concluyó el Papa Francisco, los encomiendo también a la protección de San José. «Aprendan de él, que su ejemplo los inspire y los ayude en el cuidado amoroso de estos pequeños, que son el futuro de la sociedad colombiana, del mundo y de la Iglesia».
(Renato Martinez – Radio Vaticano)
Texto y Audio completo de las palabras del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas,
Queridos niños y niñas:
Estoy contento de estar con ustedes en este «Hogar San José». Gracias por el recibimiento que me han preparado. Agradezco las palabras del Director, Monseñor Armando Santamaría.
Te doy las gracias a ti, Claudia Yesenia, por tu valiente testimonio. Escuchando todas las dificultades por las que has pasado me venía a la memoria del corazón el sufrimiento injusto de tantos niños y niñas en todo el mundo, que han sido y siguen siendo víctimas inocentes de la maldad de algunos.
También el Niño Jesús fue víctima del odio y de la persecución; también Él tuvo que huir con su familia, dejar su tierra y su casa, para escapar de la muerte. Ver sufrir a los niños hace mal al alma porque los niños son los predilectos de Jesús. No podemos aceptar que se les maltrate, que se les impida el derecho a vivir su niñez con serenidad y alegría, que se les niegue un futuro de esperanza.
Pero Jesús no abandona a nadie que sufre, mucho menos a ustedes, niños y niñas, que son sus preferidos. Claudia Yesenia, al lado de tanto horror sucedido, Dios te regaló una tía que te cuidó, un hospital que te atendió y finalmente una comunidad que te recibió. Este «hogar» es una prueba del amor que Jesús les tiene y de su deseo de estar muy cerca de ustedes. Lo hace a través del cuidado amoroso de todas las personas buenas que los acompañan, que los quieren y los educan. Pienso en los responsables de esta casa, en las hermanas, en el personal y en tanta otra gente que ya son parte de su familia. Porque eso es lo que hace que este lugar sea un «hogar»: el calor de una familia donde nos sentimos amados, protegidos, aceptados, cuidados y acompañados.
Y me gusta mucho que este hogar lleve el nombre de «San José», y los otros «Jesús Obrero» o «Belén». Quiere decir que están en buenas manos. ¿Recuerdan lo que escribe san Mateo en su Evangelio, cuando nos cuenta que Herodes, en su locura, había decidido asesinar a Jesús recién nacido? ¿Cómo Dios habló en sueños a san José, por medio de un ángel, y le confió a su cuidado y protección sus tesoros más valiosos: Jesús y María? Nos dice Mateo que, apenas el ángel le habló, José obedeció inmediatamente e hizo cuanto Dios le había ordenado: «Se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, y se fue a Egipto» (2,14). Estoy seguro de que así como san José protegió y defendió de los peligros a la Sagrada Familia, así también los defiende, cuida y acompaña a ustedes. Y con él, también Jesús y María, porque san José no puede estar sin Jesús y sin María.
A ustedes hermanos y hermanas, religiosos y laicos que en este y en los demás hogares reciben y cuidan con amor a estos niños que desde chicos han experimentado el sufrimiento y el dolor, quisiera recordarles dos realidades que no deben faltar porque son parte de la identidad cristiana: el amor que sabe ver a Jesús presente en los más pequeños y débiles, y el deber sagrado de llevar a los niños a Jesús. En esta tarea, con sus gozos y con sus penas, los encomiendo también a la protección de san José. Aprendan de él, que su ejemplo los inspire y los ayude en el cuidado amoroso de estos pequeños, que son el futuro de la sociedad colombiana, del mundo y de la Iglesia, para que como el mismo Jesús, puedan crecer y robustecerse en sabiduría y en gracia, delante de Dios y de los demás (cf. Lc 2,52). Que Jesús y María, junto con san José, los acompañen y protejan, los llenen de su ternura, su alegría y su fortaleza.
Me comprometo a rezar por ustedes, para que en este ambiente de amor familiar crezcan en amor, paz y felicidad, y así puedan ir sanando las heridas del cuerpo y del corazón. Dios no los abandona, los protege y asiste. Y el Papa los lleva en el corazón; no dejen de rezar por mí.