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04 noviembre 2010

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Biografía de Jesús Calderón, un obispo humano

Biografía de Jesús Calderón, un obispo humano

Nacido el 21 de setiembre de 1920 en Cajabamba (Cajamarca- Perú), desde niño supo unir el trabajo con el juego y el estudio con la oración. Sus padres, José Rosario Calderón Romero y María Mercedes Barrueto Contreras, supieron imprimir en sus 13 hijos el sentido de la fe en Dios y el sentido del amor del prójimo.

 

Su vocación religiosa a los 17 años lo condujo de su tierra natal hasta Lima, viaje que duró 6 días y medio. En el convento de Santo Domingo de Lima lo esperaba Fr. Enrique Muñoz, quien lo recibió en el postulantado. El noviciado lo hizo en el convento el Cusco y tuvo como maestro a Fr. Alberto Dettmann. Su nombre de pila era Máximo Mateo, pero cuando tomó el hábito le pusieron el nombre de Jesús. La filosofía y la teología las estudió también en el Cusco donde los dominicos tenían un seminario internacional. Cuando le tocó obtener el grado de Lector escogió el tema “El sacerdocio en la Biblia” y su conclusión fue ésta: “El sacerdote debe estar abierto al mundo, escuchar los problemas de los otros, los problemas y las demandas del pueblo, de la comunidad. No vivir encerrado en sus ideas teológicas…”.

 

Fue ordenado sacerdote el 27.12.44 y como fraile dominico sirvió en diversos lugares, sobre todo en el Cusco, donde permaneció 19 años. Allí promovió mucho los cursillos de cristiandad. Viendo sus cualidades de escucha y de consejo, sus superiores lo enviaron a Roma, a la Escuela de Maestros de Novicios. Ahí también obtuvo el grado de Licenciado en Teología. Al volver al Perú sirvió en la orden 9 años como maestro de novicios.

 

Un acontecimiento que marcó su vida pastoral fue su participación, a pedido de Fray Juan Sokolich (gran amigo suyo fallecido el 1.11.10), en la Misión de Lima entre el 66 y 67. Le tocó colaborar en “El Montón”, una barriada muy olvidada del Callao. Su desempeño fue muy cercano al pueblo y, a partir de ahí,fue visto como candidato para obispo de las barriadas, como se sabría después.

 

El Papa Pablo VI en 1969 lo nombró obispo auxiliar de Ica, cosa que lo sorprendió enormemente según sus propias palabras, pues él no era buscador de cargos. En esa circunstancia su mamá le dijo: “El Señor se ha acordado de los pobres, tú también acuérdate de ellos”. Fue consagrado obispo el 27.4.69 y como colaborador de Mons. Alberto Dettmann, destacó principalmente en dos aspectos: La coordinación pastoral a lo largo y ancho de la diócesis en estrecho diálogo con los(las) laicos(as) y la tarea evangelizadora en las barriadas de Ica.

 

El retiro del Obispo de Puno, Julio González Ruíz, en 1972 a causa de intrigas intra y extraeclesiales, hizo que los ojos de muchos y, al final, los del Vaticano, posarán su esperanza en Jesús Calderón. En una situación difícil para el país y para la Iglesia, este obispo valiente, tomó posesión de la diócesis de Puno el 3 de noviembre de ese año. En uno de sus primeros encuentros con el pueblo creyente refiriéndose a la actitud rebelde que la gente de Puno había tenido al no aceptar al Administrador Apostólico que enviaba el Papa, dijo: “En otra época esta actitud hubiese merecido excomuniones por ontones, entredichos, cierre definitivo por algunos años de templos, muchos castigos. Pero en vez de castigos esta vez envían al prelado que Uds. reclamaban. Yo me dije a mí mismo: ‘Aunque me cueste la sangre de mis venas este gesto hay que apoyarlo y me voy cuesta arriba”. Comentando su encuentro con Julio González, expresó: “…Antes de irse a Roma me dirigió una mirada, esa mirada penetrante de amigo, llena de ternura y de amistad y me dijo:’ Jesucito, yo sé que me quieres. Si algún día te proponen el obispado de Puno, no lo hagas por mí, sino por ese querido pueblo, acéptalo.’Y lo acepté. Y acepté con gusto”.

 

Desde que llegó a Puno con espíritu eclesial coordinó con los otros obispos de la Iglesia surandina, que con su compromiso de fe y acción solidaria fueron un gran ejemplo para la Iglesia peruana y universal. Motivados por el Concilio Vaticano II y por la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, habían creado el Instituto de Pastoral Andina (IPA) en 1969 para que coordinara su labor evangelizadora.

 

Así, frente a la actitud represiva del gobierno militar de Francisco Morales como respuesta al reclamo justo y hasta desesperado de la población golpeada por el schock económico, junto con los otros 4 obispos, Jesús Calderón publicó esa famosa carta “Recogiendo el clamor” (10.7.77). Pero su compromiso no era solo con palabras. Estaba atento a las necesidades y sugerencias del pueblo, como el reclamo de los campesinos por la reestructuración democrática de la tierra que recibió su apoyo y el de sus colegas y que concluyó con la dación de una ley del gobierno en 1986 que reconocía ese derecho a los campesinos marginados por la Reforma Agraria de Velasco.

 

Su actitud como pastor fue la de acompañar a su pueblo tanto frente a la sequía como frente a la inundación o cualquier otra problemática. Una prueba grande fue cuando apareció el terrorismo en los 80. En la Asamblea Pastoral del 17 de octubre de 1986, junto con los Agentes Pastorales de la diócesis, creó la Vicaría de Solidaridad, a ejemplo de la de Santiago de Chile. Ella fue la primera de las que surgieron en toda la Iglesia surandina y en otras regiones del Perú.

 

Esta actitud a favor de la vida, de defensa y promoción de la vida, ha sido reconocida por la “Comisión de la Verdad y la Reconciliación” pues en unión con las diversas organizaciones del pueblo, evitó un baño de sangre como ocurrió en Ayacucho. Una prueba por la que tuvo que pasar, entre tantas otras, fue el dinamitazo que la antena de “Onda Azul” sufrió dos veces a causa de su solidaridad con el pueblo. Esto sucedió en el primer gobierno del APRA.

 

Durante los 27 años en los que Jesús Calderón fue obispo de Puno tuvo como marco inconfundible de su espiritualidad la opción preferencial por los pobres y su decidida inserción en el mundo andino de quechuas y aymaras hasta dejarse evangelizar por ellos. Desde esa plataforma vivencial sirvió a todos: a los jóvenes y estudiantes universitarios, a los niños, a las mujeres, a las mamás, a los campesinos, a los discapacitados, a los sacerdotes, religiosos(as). Y con ese espíritu creó instituciones y fortaleció otras existentes para que el hambre de Dios y el hambre de pan de su querido Puno fuera saciada. Una de sus obras más importantes fue la fundación del Monasterio de las Carmelitas en Juliaca.

 

Su labor no siempre fue comprendida por algunos sectores de la Iglesia y fuera de ella. El ha sido marginado por algunos y amado por muchos. Es la suerte de los profetas que ponen el dedo en la llaga y anuncian la liberación de parte de Dios. Su vida, que duró 90 años, un mes y una semana, se apagó el jueves 28 de octubre del 2010 en Lima. Fue enterrado con la sencillez con la que vivió, con su hábito de dominico y su estola andina regalada por los puneños, que esperan más pronto que tarde la llegada a Puno de su cuerpo inerte, tal como fue el deseo expreso del Obispo Jesús y es el deseo del pueblo de Puno, que un día lo acogió y para siempre.