Madrid (EVARED) – La Real Academia de la Lengua Española homenajea al jesuita limeño Antonio Ruiz de Montoya, creador de la lingüística guaraní y gran promotor de las Reducciones del Paraguay. El homenaje (del 16 de octubre) consiste en una lección magistral, impartida por un experto en su obra, el también jesuita padre Bartomeu Meliá SJ, con el título: «La obra lingüística de Antonio Ruiz de Montoya».
El P. Ruiz de Montoya destacó por el cuidado de la lengua de los indios guaraníes que vivían en las reducciones del Paraguay creadas por la Compañía de Jesús entre 1609-1769. A pesar de ser una lengua ágrafa, el guaraní tenía en su expresión oral una estructura gramatical propia. Ruiz de Montoya y alguno de sus compañeros tradujeron diversos libros a la lengua guaraní. También es conocido por su papel en el gran éxodo de guaraníes que se vieron forzados a abandonar las reducciones tras las destrucciones y persecuciones de los paulistas o cazadores de indios procedentes de la villa de Sao Paulo (Brasil).
El conferenciante, P. Bartomeu Meliá (Mallorca, 1932), es un sacerdote jesuita que llegó al Paraguay en 1954. Escritor, investigador y etnolingüista, ha dedicado toda su vida a trabajar por la defensa de los indígenas. Fue Premio Bartolomé de las Casas 2010.
Biografía del P. Ruiz de Montoya
Antonio Ruiz de Montoya (1585-1652) nació en Lima (Perú) y estudió en el colegio de los jesuitas de esta ciudad.
Entró en la Compañía de Jesús en 1606 y de novicio fue enviado al Paraguay, justo cuando estaban naciendo las reducciones jesuitas en esta región. Reducción, según el diccionario de la R.A.E., es «pueblo de indígenas convertidos al cristianismo».
Las reducciones o misiones jesuitas del Paraguay (1609-1769) fueron asentamientos de indios guaraníes que promovieron los padres y hermanos de la Compañía de Jesús en las tierras conquistadas por Portugal y España, con el deseo de salvaguardar su dignidad como personas y como vasallos de la Corona. Los pueblos indios, asentados en los montes y esparcidos en pequeños grupos muy distantes entre sí, se reunieron por iniciativa de los jesuitas para formar asentamientos de unos 5.000 habitantes cada uno.
Las reducciones eran verdaderos pueblos «civilizados». Afrontaron su subsistencia (agricultura, ganadería, confección de vestidos), se dotaron de una organización social (cabildo, corregidor, alcaldes, jueces….) y desarrollaron una notable dimensión cultural (educación, arquitectura, escultura, música, ciencia…) y espiritual (estos pueblos considerados por los conquistadores como «salvajes» recibieron la fe a través de los misioneros). Muchos recordarán con facilidad qué eran las reducciones por las imágenes de la película «La misión», del director Roland Joffé (1986), protagonizada, entre otros, por Robert De Niro y Jeremy Irons.
Tras su ordenación, el P. Ruiz de Montoya fue destinado a la reducción de Loreto en el Guayra. Allí fue superior desde 1622 a 1636 y sería pieza clave en la conservación de la lengua guaraní. Para la simbiosis entre misioneros y guaraníes fue muy importante que los primeros aprendieran su lengua y comenzaran incluso a escribir en ella y traducir obras de otras lenguas.
En las reducciones el analfabetismo dejó de existir y hubo una producción literaria que las demás ciudades de la región no conocieron nunca. Para ello fue clave la utilización de la imprenta que construyeron a finales del S. XVII los PP. Juan Bautista Neumann y José Serrano, utilizando maderas duras de las selvas, ayudados por los hábiles guaraníes que las labraron, tallaron los tipos o los fundieron en estaño.
De entre los libros que escribió el P. Ruiz de Montoya, destaca «Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las provincias de Paraguay, Paraná, Uruguay y Tape» (1639), una de las fuentes históricas principales sobre las reducciones.
El P. Ruiz de Montoya fundó doce reducciones más, que fueron atacadas por los bandeirantes de Brasil y sus aliados los tupíes (1629-1631). Llegaron a capturar a miles de indios y destruyeron ocho de las diez reducciones existentes. Se salvaron las de S. Ignacio Miní y Loreto, las cuales tuvieron que ser abandonadas al persistir el peligro de nuevos ataques. En 1631 se inició lo que se ha llamado «gran éxodo» hacia el sur, para huir de los cazadores de esclavos. El P. Ruiz de Montoya fue el encargado de organizar este éxodo de 5.000 indios desde las reducciones de Loreto y S. Ignacio. Se les unieron miles de fugitivos, hasta constituir un total de 12.000 personas. Llenaron 700 canoas guiadas por 7 jesuitas. Viajaron más de 900 km. por ríos y tierra, atravesando selvas y terrenos pantanosos y superando las peligrosas cataratas de Salto del Guayrá. Tras 30 días de marcha, solo 4.000 personas llegaron a las cercanías del arroyo Yabebirí, en la margen izquierda del río Paraná, donde pudieron fundar los nuevos asentamientos de dos reducciones con el mismo nombre de las que habían abandonado: S. Ignacio Miní y Loreto.
En 1638 el P. Ruiz de Montoya, entonces Superior de las reducciones, viajó a Madrid para pedir al Rey que suspendiera la legislación que prohibía a los indígenas poseer armas de fuego. Logró convencer a la corte para dotar a las reducciones de armas de fuego y adiestrar a los nativos en su uso. En marzo de 1641, en la confluencia de los ríos Uruguay y Mbororé, un ejército de 4.000 guaraníes aniquiló a una expedición de 3.000 paulistas. Esta batalla se considera «el acontecimiento militar más importante en la historia de la América colonial» y su consecuencia fue una mayor seguridad en la vida y desarrollo de las reducciones, aunque hubo incursiones hasta 1671.
Las misiones de indios no fueron originarias de los jesuitas, sino de los franciscanos. Lo que sí aportaron fue una especial sensibilidad hacia muchos aspectos de la cultura e identidad guaraníes, que trabajaron por defender y perpetuar y que se convirtieron en eje de la concepción de las reducciones. A ello contribuyó especialmente el P. Ruiz de Montoya y sigue contribuyendo en la actualidad la Compañía de Jesús a través de su trabajo y del de jesuitas como el P. Bartomeu Melià.
En la actualidad viven en Paraguay 70 jesuitas (www.jesuitas.org.py) que atienden a unas 150.000 personas con la ayuda de 1.500 colaboradores. Su presencia abarca diversos campos: educación, apostolado social, parroquias, apostolado intelectual, pastoral, espiritualidad y medios de comunicación. Su labor social comprende un amplio abanico, en el que entran tanto el análisis riguroso y académico, como la presencia y ayuda en las comunidades campesinas, barrios populares y comunidades indígenas, colaborando en la formación de líderes y en la sensibilización en torno a los problemas de injusticia.
Fuente: revistaecclesia.com