Por Claudia Chiappe Figueroa*.- Vivir la juventud, es decir entre los 18 y 30 años, es un tiempo clave para la vida de todo ser humano. Ser joven es tiempo de búsqueda, de exploración, de formación, de elección, de opinión. No es un tiempo solo para organizar el futuro sino, sobre todo, para vivir bien la experiencia del presente.
Poco se reflexiona en nuestra sociedad sobre la juventud; se dice mucho sobre sus «malas prácticas» y no falta un adulto que diga que los jóvenes de la actualidad «no son como los de antes», que «ya no tienen valores».
¿Pero qué dicen los jóvenes sobre esto? ¿Hay espacios para que ellos opinen, compartan lo que les pasa, comenten por qué no participan de la política, por qué están tan identificados con las redes sociales, por qué muchos son animalistas, por qué ya no se quieren casar, por qué son menos creyentes, por ejemplo? ¿Conocemos realmente a nuestros jóvenes?
Para el proyecto «Jóvenes y adolescentes por un ambiente con justicia», promovido por el Instituto Bartolomé de las Casas, el Centro Loyola Ayacucho y la Asociación Centro Esperanza de Chiclayo, es una gran oportunidad y un gran reto desarrollar acciones de la mano de los jóvenes, en un país donde poco o nada se considera su opinión, en un país donde en medio de una crisis sanitaria no hay un mensaje para ellos, sin considerar que uno de cada cuatro peruanos es joven, según el CENSO 2017.
El proyecto trabaja en la formación de jóvenes promotores ambientales, desde una perspectiva donde el ser humano es responsable del cuidado del medio ambiente.
En el marco de esta pandemia, los jóvenes de Huamanga y Chiclayo estaban preocupados, sobre todo, por informar a otras y otros jóvenes sobre qué medidas tomar para salir y entrar a casa, qué tipo de alimentos consumir para tener el organismo fuerte, cómo elegir información de internet que sirva para enfrentar la enfermedad, cómo tener una mejor convivencia en casa, cómo manejar los residuos sólidos que generamos en casa, cómo desinfectar los alimentos sin causarnos daño, y sobre lo valioso que puede ser poner en práctica conocimientos ancestrales como el Ayni, acción de reciprocidad en la comunidad.
Cada joven hizo una investigación por cada tema, un guion y luego un video. Estos videos fueron parte de dos campañas por redes sociales: Jóvenes por una nueva convivencia en Huamanga, y Jóvenes sin corona ¡Paremos el virus!, en Chiclayo.
Si nos damos cuenta en esta pequeña experiencia la preocupación de los jóvenes ha estado guiada por sus valores y por el otro/a: la vida de la familia, la comunidad y el ambiente. Los jóvenes no colocaron como prioridad sus propios problemas, como el desempleo y las limitaciones que tienen para volver a estudiar, a pesar de ser uno de los sectores de la población más golpeados en nuestro país.
Y es que otra característica de nuestra juventud es tener una mirada idealista, aspirar a vivir mejor, tener esperanza. Estoy segura de que, para muchos jóvenes católicos o no, las palabras del Papa Francisco pueden ser muy significativas: «Un joven no puede estar desanimado, lo suyo es soñar cosas grandes, buscar horizontes amplios, atreverse a más, querer comerse el mundo, ser capaz de aceptar propuestas desafiantes y desear aportar lo mejor de sí para construir algo mejor. Por eso insisto a los jóvenes que no se dejen robar la esperanza» (capítulo I, encíclica Christus Vivit – Cristo Vive).
Que esta situación de pandemia sirva para mirar hacia nuestra juventud, que sea una oportunidad para escucharlos, para conocerlos, para darles oportunidades, para hacerlos sentir que construyen este país, para sumar a esa esperanza que vive en ellos.
* Responsable del proyecto «Jóvenes y adolescentes por un ambiente con justicia» del Instituto Bartolomé de Las Casas
Redacción La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo – Universidad Antonio Ruiz de Montoya.