«La pobreza no es natural, es creada por el hombre; erradicarla no es un acto de caridad, es un acto de justicia» Nelson Mandela
El virus nos trajo un mensaje potente: la necesidad urgente de un mundo diferente, que era invisible a los ojos de la globalización, más equitativo, más justo, con iguales oportunidades para todos, libre de discriminación, más solidario y más humano, centrado en las personas y alejado del carácter puramente economicista que apoyado, muchas veces, en inútiles indicadores buscaba desesperadamente el lucro inhumano y no el bienestar global.
La pandemia de la que el planeta es víctima, llegó sin aviso previo, con aire destructor y envuelta en un manto de misterio. Ha confundido y destruido estructuras y paradigmas, pero sobre todo ha dejado al descubierto problemas sociales profundos como la pobreza e inequidad que afectan a miles de millones de seres humanos. Su impacto ha sido violento y destructor en economías débiles que ya enfrentaban situaciones de crisis antes de su presencia. Hoy se cierran empresas, el desempleo aumenta, la productividad baja y los excluidos se enfrentan cara a cara con el hambre, la miseria y la enfermedad.
El microscópico virus ha dado más sorpresas de las imaginadas, ha anulado la autoridad de los poderosos, desafiando a la ciencia y descalificando los ‘exitosos’ modelos de desarrollo. Está imponiendo un nuevo estilo de vida y pese a los esfuerzos humanos: no hay salida, al menos en el corto plazo. El conocimiento trabaja sin descanso en busca de una vacuna que no llega.
La nueva situación nos muestra la fragilidad humana, lo relativo de las cosas materiales, lo poco que necesitamos para vivir (contraria a la idea de que la persona vale por lo que tiene y no por lo que es), el reconocimiento del valor de la vida, la importancia de la familia, la conservación del medio ambiente, la necesidad de la convivencia…
La pandemia puede constituirse en una enorme oportunidad para «hacer nuevas todas las cosas»: construir una nueva humanidad, con una nueva economía, una nueva política, un nuevo orden social, en la que el ser humano sea el principio y fin de toda actividad, donde la ganancia esté dada por la disminución de la pobreza, por la inclusión económica y social de los menos favorecidos, no con sentido asistencialista sino en estricta justicia y respeto a sus derechos naturales.
Es preciso detener el consumismo arrollador, el coronavirus lo ha hecho, debemos construir un modelo de conservación sustentable que guarde equilibrio entre lo económico, político, social, cultural y ambiental, so pena de la desaparición de esta civilización. En palabras del Papa Francisco corresponde la elección evangélica de la «Opción Preferencial por los Pobres», como criterio clave de autenticidad cristiana, exigencia ético-social que proviene del amor de Dios, que lleva a pensar y a diseñar el rostro humano de la humanidad, donde las personas, y sobre todo los más pobres, estén en el centro.
Esperemos que el coronavirus sirva para el bosquejo y la práctica de un nuevo contrato social en el que se privilegien la vida, la salud, el derecho al trabajo, la justicia y la solidaridad. Esta construcción incumbe a los gobiernos que tienen la enorme responsabilidad de formular políticas públicas con objetivos claros y normativas inclusivas, libre de prebendas y distinciones, alejada de la corrupción e impunidad, pegada a la ética en todas las instancias de poder, velando siempre por el bien común y el cuidado de la creación. · …………….
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Carta de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe