«Gracias campesino, tu aporte es imprescindible para toda la humanidad, como persona, hijo de Dios, mereces una vida digna.
Pero… ¿Cómo se retribuyen tus esfuerzos?
La tierra es un don de Dios. No es justo utilizarla para favorecer solo a unos pocos, despojando a la mayoría de sus derechos y beneficios. Me gustaría que lo consideres y unas tu voz a la mía en esta intención: Que los pequeños agricultores reciban una remuneración justa por su precioso trabajo» Papa Francisco
Abrumados de tantas noticias y mensajes sobre el coronavirus, la corrupción, el uso o no del dióxido de cloro, los falsos discapacitados, los temores y esperanzas, hemos perdido la mirada a mujeres y hombres, que día a día trabajan incansablemente, para labrar la tierra, sembrar y cuidar las plantas, cosechar los frutos. Los campesinos nos proveen de alimentos que nos sostienen desde siempre y muy especialmente en estas etapas de confinamiento.
Aproximadamente el 70% de lo que consumimos diariamente vienen del trabajo de los campesinos. Estos meses de confinamiento han mostrado lo buenos que son los alimentos sanos, al punto que hay ya pequeños huertos urbanos. Ahora se comprende la paciencia campesina, la atención a lo pequeño, la austeridad, la sencillez, el trabajo familiar y comunitario, la gratitud con el Creador y el respeto a la naturaleza, el valor de las personas y de los productos por encima del dinero.
Pero la situación campesina nos deja tres preocupaciones:
a) ¿Qué ha sucedido con tantos planes, proyectos, discursos? Constatamos que la mayoría de la pobreza está en el campo, al punto que los jóvenes campesinos ya no quieren serlo, porque su vida carece de las mínimas condiciones de salud, educación, vivienda digna, servicios…
b) ¿Por qué quienes han salido del campo, especialmente los jóvenes, no vuelven con propuestas innovadoras y transformadoras? Porque no es atractivo ni ofrece posibilidades de desarrollo integral y porque, algunos han olvidado que el campo y la producción agropecuaria son la gran alternativa para generar empleo, producción, diversificación, desarrollo territorial, exportaciones… Y porque ellos han sufrido un proceso peligroso de aculturación.
c) ¿Por qué los campesinos aún son explotados por los intermediarios que abusan en precios, en peso, en cantidades? Los precios son bajos para productores y altos para consumidores… sólo ganan los intermediarios. Es urgente crear canales de comercialización directos al consumidor, apoyo técnico y crediticio al pequeño agricultor, un desafío no sólo para organizaciones sociales o eclesiales que apoyan a los campesinos, sino para todos los gobiernos locales, los ministerios, los empresarios, las organizaciones y comunidades.
Por eso es importante al menos tres compromisos:
Volver nuestra mirada al campo, visibilizar y valorar a los pequeños productores y su trabajo; saber que son pobres no por ser humildes, sencillos y honrados, sino porque son víctimas de un sistema de explotación;
Apreciar sus productos, preferir lo orgánico, natural y agroecológico, sin dejarnos llevar por productos grandes y brillosos que seguramente tienen químicos o son comercializados por grandes empresas agroindustriales; y
Promover un comercio justo y solidario, pagar el precio debido (ni ‘rebajas’ ni ‘yapas’), ser transparentes en lo que ofrecemos y compramos, ser solidarios con las asociaciones, redes y cooperativas campesinas… · #ComuniquemosEsperanza