Justicia y Paz, fiel a sus principios, demanda de la sociedad civil y política, una postura de apertura, diálogo, encuentro, unidad de todos, sin distingos ni exclusiones. Este ha sido el llamado de hace pocos días de nuestros Obispos, llamado que a nuestro parecer no ha tenido la acogida que esperábamos.
La realidad y las estadísticas asustan, evidencian enfermedad y muerte en una población que desde antes, se debatía en una muy grave y peligrosa situación económica y social. Basta leer los indicadores de desempleo y subempleo, insalubridad, desnutrición, morbimortalidad, etc., previo al aparecimiento de la pandemia del Covid 19 o Coronavirus. Con la llegada de la pandemia el gobierno nacional se vio precisado a decretar una necesaria cuarentena que agudizó la crisis. Ha crecido la marginación y la pobreza, y las actividades productivas se han paralizado sin un horizonte cierto de recuperación.
Comprobamos con dolor, que ante esta realidad, no hay, la lógica necesaria, urgente e impostergable de unidad, por el contrario, vemos que intereses particulares o de grupo, pretenden alcanzar, imponiendo sus criterios, sus propios intereses. Constatamos con profundo dolor que la unidad es despreciada y hasta ignorada. Ni la profunda emergencia sanitaria ni la angustia y desesperación del pueblo que clama atención urgente ha logrado la anhelada unidad.
Nuestra historia nos ha demostrado que unidos hemos logrado objetivos de interés común y que separados, sumergidos en peleas fratricidas, hemos ido irremediablemente al fracaso. En 1941, divididos perdimos el conflicto armado y el país se mutiló. En 1995 un país unido, triunfó y se fortaleció. Es la diferencia entre enfrentar una crisis unidos o divididos.
Creemos que la unidad a la que ha llamado la Conferencia de Obispos es un imperativo impostergable, no como una cuestión de discursos y proclamas, sino de acciones y hechos concretos, superando rivalidades, cálculos y ambiciones y dejando aflorar todos, en conjunto, nuestras mejores cualidades de servicio y solidaridad.
Es el momento de apoyar al gobierno en sus esfuerzos de respuesta a la crisis, siendo propositivos, y sugiriendo soluciones oportunas, resaltando los logros, y puntualizando los errores con alternativas que los solucionen. Evitando la generación y divulgación de noticias falsas, trabajando unidos como un puño bajo la guía y dirección oficial. El camino, entonces, exige unidad y tregua inmediata en razón de los intereses superiores de todo el Ecuador.
Es hora de que el gobierno, los partidos y movimientos políticos propongan y acepten la tregua y aporten con sus mejores capacidades; es hora de que los potenciales candidatos guarden sus declaraciones y campañas para después. Es hora de anular el regionalismo y asumir que todos somos un solo país. Todos estamos llamados a colaborar con ideas, acciones y recursos, más allá de las diferencias lógicas y de las aspiraciones justas. Esto no puede ni debe entenderse como complicidad, al contrario, si existen signos de corrupción hay que denunciarlos ante las autoridades competentes y esperar el correspondiente juicio.
Un llamado especial a los medios de comunicación para que informen sin escándalo. Su misión, en estos momentos, es trascendente, de ellos depende informar la verdad y más allá del sensacionalismo informar desde una perspectiva estratégica. Y qué decir de los medios tecnológicos, las recurridas redes sociales que no deben ser mal utilizados para el escándalo, la oposición barata, y la desinformación. #ComuniquemosEsperanza.
Carta de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz: Con los ojos puestos en Él, en la realidad y en la fe, 7 de abril 2020